La aparición del zoroastrismo y la herencia de Zaratustra (2/2)
Ilustración de Zaratustra (Wikimedia Commons)
Al principio, Zaratustra predicaba por las calles al
pueblo llano, pero se encontró con la resistencia tajante de los sacerdotes
tradicionales y sus enseñanzas fueron desechadas. Durante doce años se negó a
rendirse y fue sumamente tenaz a la hora de difundir el mensaje divino, pero
sólo fue capaz de convertir a catorce miembros de su propia familia. Esto le
hizo adoptar la decisión de abandonar su ciudad natal, junto con su familia y
seguidores, y viajar a otras regiones donde ya había residido con anterioridad
para, así, lograr más adeptos. Los gobernantes y sacerdotes de los nuevos
lugares a los que Zaratustra y sus seguidores viajaron rechazaron aceptar su
filosofía debido al temor a perder su autoridad y poder sobre la gente. Muchos
eran ignorantes y no creían en sus palabras y otros ni siquiera se paraban a
escucharlas con detenimiento.
Antigua tumba de la religión zoroástrica en la provincia Sulaymaniyah de El Kurdistán. Su interior fue expoliado y actualmente está vacía.
El tiempo fue pasando y un día, contando ya Zaratustra
con 42 años de edad, recibió noticias que le dieron esperanzas. Se enteró de
que en una tierra cercana gobernaba un sabio y justo monarca, llamado Vishtaspa
y pensó que, siendo tan sabio, el rey le escucharía con suma atención. Por
tanto, no vaciló en visitar a dicho rey, acompañado de sus seguidores. Sentía
que, de nuevo, se hallaban en el buen camino.
Cuando llegaron a la corte real del monarca Vishtaspa,
éste aceptó la visita e invitó a Zaratustra a su palacio. Le concedió audiencia
junto con sus sacerdotes y consejeros para escuchar su filosofía y, en caso
necesario, iniciar un debate. Como esperaba, Zaratustra recibió numerosas preguntas
de la audiencia y tuvo respuestas convincentes para todos. El rey Vishtaspa se
quedó tan impresionado por la sabiduría de Zaratustra que, tras unos pocos días
de reflexión, decidió convertirse.
Templo de fuego zoroástrico donde se guarda el fuego sagrado que ha estado ardiendo durante los últimos 1500 años.
Informó de su decisión a sus consejeros y sacerdotes y
les invitó a que también reflexionasen profundamente y decidieran si deseaban,
como él, convertirse. Todo ello motivó un cambio radical para Zaratustra
porque, aunque convenciera a muchos no es menos cierto que su popularidad en el
tribunal real le creó nuevos enemigos. Poco tiempo después un grupo de
sacerdotes mandó colocar objetos relacionados con la magia negra en los
aposentos que ocupaba Zaratustra dentro del palacio real, pidiéndole al rey que
lo expulsase de allí. Cuando Vishtaspa encontró los objetos acusó a Zaratustra
de blasfemia y lo encarceló negándole el alimento y el agua.
El Ciprés de Abarkuh en la ciudad de Yazd en Irán (Wikimedia Commons)
Un día, el amado caballo negro de Vishtaspa enfermó de
algo incurable y ningún médico sabía cómo poner remedio a esta situación. Aún
en prisión, Zaratustra supo que el animal estaba condenado a una muerte segura
así que ofreció su ayuda. Vishtaspa, de mala gana, le dio una oportunidad y,
para su sorpresa, Zaratustra logró curar al caballo. Este hecho hizo
recapacitar al rey, que reconoció que se había equivocado y abrazó por completo
la fe zoroástrica. Castigó a quienes habían conspirado contra Zaratustra e
instauró el zoroastrismo como la religión oficial en sus dominios. Este
acontecimiento fue decisivo, ya que provocó la difusión del zoroastrismo por
los territorios vecinos hasta acabar convirtiéndose en una religión mundial
durante la antigüedad. En la corte de Vishtaspa fue donde Zaratustra escribió
las distintas partes que conforman el libro santo Zoroástrico llamado “Avesta”,
una de las obras más antiguas de la literatura universal. Los diecisiete himnos
del Avesta, conocidos como "Gathas" todavía se consideran escritos
por el propio Zaratustra. Zaratustra vivió 35 años en la corte real de
Vishtaspa antes de fallecer a la edad de 77 años.
Vishtaspa instauró el fuego sagrado que todavía hoy es
usado por los zoroastrianos como símbolo de pureza y de luz. También plantó un
ciprés en memoria de Zaratustra al que llamó el Ciprés de Kashmar, que prosperó
durante más de dos milenios hasta que los árabes invadieron Persia en el siglo
VII y acabaron con él. Hoy, en la ciudad iraní de Yazd, se alza otro ciprés
llamado el Ciprés de Abarkuh, al que los árabes no lograron aniquilar gracias a
la feroz resistencia de los vecinos del lugar. Este árbol tiene aproximadamente
4.500 años, es el árbol más viejo de Asia y el segundo más viejo del mundo.
Antiguo Templo del fuego persa todavía en uso (cbh.az)
El legado de Zaratustra
La filosofía iraní de Zaratustra y la religión
zoroástrica han inspirado profundamente a la humanidad, dejando su huella en el
mundo desde hace milenios hasta nuestros días. El zoroastrismo ha influido
poderosamente en religiones como el judaísmo, el cristianismo, el islam y el
budismo, así como en la filosofía griega. La esencia del mensaje de Zaratustra
hace especial hincapié en el libre albedrío y en la libertad de elección. Vio
al hombre como un ser lo suficientemente inteligente como para saber y poder
distinguir entre el bien y el mal, otorgando la responsabilidad de sus actos al
propio individuo y no culpando de los mismos a Dios. Aseguraba que nadie es el
criado de Dios, pero que se puede decidir trabajar en armonía con Él escogiendo
la rectitud y el amor como modo de vida para ganar, así, el conocimiento y la
sabiduría, tanto espirituales como científicos. También defendía que una
persona culta puede decidir la naturaleza de su espíritu. Según Zaratustra,
Dios no es un distribuidor, tampoco un comprador, ni siquiera un vendedor y,
por tanto, no tiene que ser adulado por el hombre. Destacó el hecho de que,
independientemente del género y de la identidad étnica, las buenas palabras,
los pensamientos positivos y las buenas acciones, constituyen las tres claves
de la religión zoroástrica, llegando a definirla en última instancia. Con esto
quiso decir que, independientemente del sexo o de cuestiones étnicas, todos
merecen un trato equitativo cuando son seguidores de la Verdad.
Fuente: Autor: Mahbod Khanbolouki, Ancient Origins
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