EL CADÁVER ERRANTE

Sus enemigos decían que “el mal lo hizo bien y el bien lo hizo mal”, que se encarnizó con ellos mientras convertía a la asistencia social en dádivas, que detrás de su amorosa beneficencia había un cálculo político frío y sagaz. Pero los pobres, sus “descamisados”, la adoraban, la veneraban, la tenían por una gran mujer. Y su muerte a los 33 años cuando estaba en lo más alto del reconocimiento dentro y fuera de la Argentina, la convirtió en una leyenda, en un mito interminable. Un cáncer le había desgarrado las entrañas en una agonía larga y cruel, que fue seguida día a día por todo un país que contenía el aliento en espera del desenlace, unos para festejarlo, otros para llorarla sin consuelo. Y es que, tal vez como nunca antes, los argentinos estaban divididos en dos facciones lejanísimas: según cifras de 1940, el país estaba en manos de 1.804 propietarios, que se decían refinados y cultos, pero totalmente ajenos a la situación de los demás. La muerte la asaltó el 26 de jul...