Cuando Londres quiso construir su propia Torre Eiffel y fue un rotundo fracaso

Corría el año 1890 y a los ciudadanos parisinos les ardía el alma en cada ocasión que levantaban la cabeza hacia el cielo. Allí, omnipresente, inevitable, desde cualquier punto de la urbe, se alzaba ufana la torre construida por Gustave Eiffel un año antes. El arquitecto ganó el solicitadísimo concurso para edificar una vanguardista estructura de hierro y acero en el corazón de París. Y desde entonces se convirtió en un apestado, un infame violador de la esencia barroca de la ciudad. Por supuesto, en aquellas amargas protestas propulsadas por la inteligencia cultural de la ciudad, la más notable de Europa, había mucho de idealización del pasado. Para entonces París ya no era la misma ciudad gótica que muchos querían imaginar. La Comuna y el conflicto militar posterior, el ensanche racional y el derrumbe de los muros medievales transformó su cariz y la puso a la vanguardia urbanística de planeta. La Torre Eiffel tan sólo era su modernísima consagración. Pese a la momentáne...