Carlomagno, el padre de Europa, y su efímero Imperio Carolingio.
Si algo nos ha mostrado la historia es que las grandes
personalidades como Carlomagno, suelen conseguir grandes logros. Ante los
hechos previos, podemos pensar que pocos imaginaron que aquel 9 de octubre del
año 768, que el joven de poco más de 20 años que acabara de heredar una parte
del reino de los francos, se iba a convertir en el heredero del último
emperador romano de occidente.
Carlomagno rey de los francos.
Como queda señalado en el año 768 muere Pipino el
Breve, este era hijo a su vez de Carlos Martel, el héroe de los francos, desde
que tres décadas antes los librara de la llegada del islam. Pues bien, como era
costumbre el reino fue dividido entre sus dos hijos; El mayor Carlomagno y el
menor, el joven Carlomán. También como era habitual en la época, ambos se
preparan para luchar por volver a unir el reino. La lucha a simple vista
parecía desigual, un Carlomán con problemas de salud, ante un imponente
guerrero de cerca de dos metros, con larga caballera y barba rubia, que podía
pasar tranquilamente por el mejor de los guerreros germánicos. No hizo falta,
durante los preparativos, según parece por causas naturales, muere Carlomán,
por lo que Carlomagno hereda por completo el reino de los francos.
Carlomagno según Louis Philippe para el Museo de Versalles.
Las conquistas de Carlomagno.
Por consejo del Papa de Roma, Adriano I, Carlomagno
anula su matrimonio con Desiderata, hija del rey de los lombardos, Desiderio.
Este último no consiente el desaire ni del Papa, ni del Rey de los Francos. De
ahí que se encamine a Roma, con la firme voluntad de obligar al Papa a que
reconozca como herederos de Carlomán a sus hijos, de tal forma que Carlomagno
perdiera la mitad de territorios francos. En el año 773 Carlomagno cruza los
Alpes y durante ocho meses sitia la capital de los lombardos, Pavía, que
finalmente es conquistada. El rey lombardo es recluido en un convento y desde
ese momento, Carlomagno es rey de los francos y de los lombardos. Los ducados
independientes de Spoleto y Benevento reconocen la autoridad de Carlomagno,
ante lo que deja a sus propios representantes. En cuestión de un año el rey
franco se había adueñado de gran parte de Italia.
Expansión del Imperio Carolingio
El siguiente territorio de la lista fue Baviera,
situado al norte de los lombardos, y supuestamente rindiendo vasallaje al rey
de los francos. Durante los acontecimientos con los lombardos no prestaron la
ayuda exigible, en parte debido a que Tesilón III, el duque de Baviera, estaba
casado con otra hija del rey lombardo. Carlomagno invadió Baviera en el año
788. Con otro duque camino de un monasterio de por vida, el rey de los francos
lograba la segunda gran expansión de su reino.
Algo más difícil lo tuvo con los siguientes
protagonistas. El pueblo de los sajones situados al norte del reino de los
francos. Según las fuentes de finales del siglo IX, era los más fieles
herederos de los pueblos barbaros, que cuatro siglos antes invadieron el
Imperio Romano de Occidente. Como ellos seguían practicando el paganismo como
religión, y como ellos seguían siendo los soldados más feroces y violentos a
los que se tuvo que enfrentar Carlomagno. Sus incursiones en el territorio de
los francos eran habituales, y solían concluir con los típicos saqueos antes de
volver a sus dominios.
La labor que debía acometer Carlomagno era la
cristianización del territorio sajón. La primera gran decisión fue talar el
roble sagrado de Irmisul, el mítico árbol que conectaba la tierra con el cielo,
y lugar santo de los sajones. Tras lo cual pone en marcha el tradicional sistema
de conquista a los pueblos barbaros, es decir un lento avance sobre el
territorio, que se iba fortificando para la defensa de las tierras adquiridos.
En el año 777 convoca a varios jefes sajones en Páderborn, los cuales
acorralados aceptan el bautismo y prometen favorecer la cristianización del
territorio.
Sobre el papel el proyecto de expansión de Carlomagno
en el territorio sajón estaba en marcha, por lo que decide traspasar con sus
huestes el reino de los francos, y dirigirse hacia el sur, directamente a la
frontera con el islam. El motivo fue la llamada del clan de los Banu Qasi,
antiguos visigodos cristianos que buscaban emanciparse del gran poder omeya
instalado en Córdoba. Era una magnífica oportunidad de poner freno a la
expansión de la religión islámica, verdadero problema de la cristiandad en la
Europa Occidental. La promesa consistía en la entrega de las ciudades de
Barcelona y Zaragoza, a cambio de la ayuda mutua en la lucha contra el emirato.
Pero el año 778 debió ser recordado negativamente
durante bastante tiempo por Carlomagno. Los Banu Qasi no cumplen el trato. Al
mismo tiempo que llega la noticia de Sajonia de que uno de los jefes sajones,
Widuking, ha roto el pacto y había comenzado sistemáticamente a destruir las
defensas francas. Carlomagno decide volver al norte, y al traspasar
Roncesvalles, la retaguardia de su ejército es atacado por el pueblo de los
vascones, dando muerte a un gran número de francos junto al Duque de Bretaña,
Roland.
Al llegar a Sajonia, Carlomagno ganó en crueldad a los
sajones, iniciando una persecución sobre todo aquel que se declarara pagano.
Siete años tardó en apresar a Widuking y obligarle a convertirse al bautismo,
sacramento del cual se encargó el mismo Carlomagno de proporcionárselo. Pero
esos siete años le dieron mucho de sí. No abandono las campañas del sur, que
también le dieron un excelente resultado. En el año 781 pone a su hijo Luis al
frente del reino de Aquitania, como base de operaciones para la conquista del
otro lado de los Pirineos. Pronto algunas ciudades y condados como Gerona,
Cerdaña o Urgel prometen lealtad al rey franco.
Sometimiento del caudillo sajón Widuking.
Este hecho levanta las suspicacias del emir de Córdoba
al-Hakam, que decide enviar un ejército al norte para frenar la incursión
franca. Lejos de conseguirla, Carlomagno
conquista Barcelona en el año 801. Unos años después obligados por la situación
ambos firman la paz, colocando la frontera entre cristianos y musulmanes en las
montañas de Montserrat y Montsec. Con ello acababa de nacer la Marca Hispánica,
un gran colchón entre los musulmanes y el reino franco.
Lejos de detenerse Carlomagno decidió seguir
cristianizando el mayor número posible de los pueblos que presionaran sus
fronteras, lo hizo con los frisios al norte, o con los bohemios y ávaros al
este. Sin duda esta labor no pasó desapercibida para el Papado Romano, que
debía dar el siguiente paso.
El emperador Carlomagno.
Durante cerca de 30 años, Carlomagno expandió los
territorios francos desde Barcelona al Elba, y pasando por gran parte Italia.
El reino, según algunas fuentes, tenía más de un millón de km2 y en el vivían
más de 15 millones de personas. La capital seguía estando donde la colocó su
padre, en la actual ciudad alemana de Aquisgrán. Hasta allí llegaron hombres de
todos los rincones para rendir pleitesía al rey de los francos. Entre ellos
eslavos, omeyas, astures, o incluso los bizantinos, que eran poco partidarios
de volver a ver otro emperador occidental.
El trono de Carlomagno en la capilla de Aquisgrán.
En su corte, Carlomagno se rodeó de los mejores
intelectuales del momento. Entre ellos destaca la figura del teólogo y filósofo
Alcuino de York, que tenía la firme intención de convertir Aquisgrán en la
nueva Roma, y además por varios motivos, entre ellos por ser el lugar de
residencia del siguiente emperador occidental. El filósofo inglés llevó a cabo
un delicado programa político para engrandecer a Carlomagno. Según el mismo, el
Papa de Roma debía rezar por que el emperador consiguiera cristianizar el mayor
número posible de paganos, mientras el emperador debía proteger al Papa y al
resto de los cristianos. Evidentemente el emperador no podía ser otro que
Carlomagno.
En el exterior de Aquisgrán todo parecía ponerse a su
favor. El emperador bizantino que debía reconocer a su homologo occidental era
sin duda un inconveniente, pero si no había emperador todo podía resultar un
poco más sencillo. En el año 797 la emperatriz Irene saca los ojos a su hijo y
emperador Constantino IV, tras lo cual lo encierra y ocupa su lugar. El motivo
esgrimido la lucha iconoclasta, es decir el rechazo al culto a la imagen
instalado en el Bizancio de la época. Lo cierto es que a Carlomagno se le
allanó el camino, ya que una mujer en aquellos momentos era sinónimo de puesto
vacante.
Por otro lado, el Papa León III no era el favorito de
la nobleza romana, y hacía poco había sido encerrado tras intentar demostrar
una acusación de adulterio. Sin duda era
la mejor situación para Carlomagno, con un Papa débil las tesis imperiales de
Alcuino de York eran más sencillas de llevarse a cabo. No solo eso, la
protección que necesitaba el Papa se la debía dar Carlomagno. Aunque como
veremos los hechos no se desarrollaron con este último pretendía.
Una vez rescatado León III y repuesto a su lugar en
Roma, Carlomagno decide ir a pasar la navidad a la ciudad eterna. El día de
Navidad del año 800 el rey franco se hallaba de rodillas rezando en la Basílica
de San Pedro, en ese momento se acercó por detrás el Papa y le impuso la corona
de oro. Acto seguido los presentes aclamaron al nuevo emperador occidental.
Pero este estaba fuertemente contrariado. El Papa se había saltado el
protocolo, según el cual, y como se hacía en Bizancio, primero el candidato
recibía la aclamación del pueblo, y acto seguido el Papa lo coronaba. De la
forma que se produjo, quedó como que el Papa, y no el pueblo, elegía al
emperador.
Coronación de Carlomagno.
Tras la designación papal, Carlomagno tuvo que esperar
doce años para ser reconocido por un emperador bizantino, como emperador de
occidente. En el año 812 y tras la
devolución de Venecia a los bizantinos, el emperador Miguel I reconoció a
Carlomagno como emperador occidental.
Solo dos años después el llamado padre de Europa moría
en Aquisgrán, su hijo Luis heredó el título imperial, pero ni él, ni sus
descendientes supieron mantener tal honor. El Imperio Carolingio se fue
apagando y solo un siglo después apenas tenemos noticias de él.
Entrega del Premio Carlomagno en el año 2015, a una autoridad destacada en la defensa de los valores de Europa, en este caso el alemán Martin Schulz.
Fuente: José Mari, Caminando por la Historia
Revisión y Diseño: elcofresito.
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