La historia de Jeremiah Johnson, el devorador de hígados, en cuya película sobre su vida fue caracterizado por Robert Redford.
El 21 de enero de 1900
fallecía uno de los internos de la residencia para veteranos de guerra de Santa
Mónica, California. A pesar de su avanzada edad para la época, setenta y seis
años, era un hombre que aún conservaba parte del imponente aspecto que había
tenido en su juventud, cuando alcanzó el metro ochenta y ocho de altura y
ciento veinte kilos de peso. Se trataba ni más ni menos que de John
Jeremiah Johnson, un montañés de aquellos legendarios hombres de la
frontera que forjaron la historia de EEUU y cuya vida llevó al cine el director
Sidney Pollack en 1972 con el actor Robert Redford, como protagonista.
Había nacido en Hickory
Tavern, Nueva Jersey, en torno a 1824. Sus padres se llamaban Isaac y Eliza
Garrison, y tenía cinco hermanas más un hermano que moriría combatiendo en
Virginia durante la Guerra de Secesión, en la que él también participaría. Su progenitor, alcohólico y violento, le propinó numerosas palizas que
probablemente influyeron en el carácter brutal que él mismo desarrollaría en el
futuro, aunque también le endurecieron para sobrevivir en las difíciles
condiciones de supervivencia que tendría que afrontar en su azarosa y
arriesgada vida.
Cartel de la película de Sidney Pollack.
Ésta empezó cuando John,
tras ser enviado por Isaac, a trabajar a una granja para amortizar algunas
deudas, y recibiendo en ella un trato similar al de casa, optó por marcharse,
enrolándose en una goleta como grumete, con doce o trece años. En el mar
ejerció primero el duro oficio de ballenero y luego se alistó en la marina, cuando
se requirieron hombres para la Guerra con México, falseando su edad. No
obstante, el oficio de marinero no era precisamente idóneo para alguien carente
de auto control como él; cuando un oficial golpeó a un compañero Jeremiah, le
dejó sin sentido y eso le costó una sanción de un mes sin permisos. Cuando por
fin pasó el plazo y pudo pisar tierra no regresó al barco.
A mediados del siglo XIX, el lejano Oeste aparecía como una tierra de promisión para mucha gente
dispuesta a iniciar una nueva vida, bien por falta de recursos, bien por falta
de integración social. Dado que la mayor parte del país era virgen, el concepto
del Oeste se aplicaba a todo el territorio más allá de los Apalaches, donde sólo
vivían indios que, obviamente, no contaban. Así que Jeremiah, cambió su apellido
por el de Johnston y se dirigió a California primero y Colorado después para
probar en la minería de oro. Con ese mismo objetivo se trasladó luego a Alder
Guch, en Montana, donde un grupo de buscadores había descubierto ese metal precioso
en 1863 y donde, al difundirse la noticia, casi diez mil personas acudieron
allí tratando de hacer fortuna.
Dos retratos de Johnson, el primero es el más antiguo conocido y el otro es de cuando era marshall en Red Lodge. Foto 1: dominio público en Wikimedia Commons. Foto 2: Rocky Mountain College.
Johnson, fue uno de ellos
pero, aunque los yacimientos demostraron ser muy ricos y favorecieron la
fundación de poblados mineros que más tarde se convertirían en ciudades,
permitiendo la creación del Territorio de Montana al año siguiente (pasaría a
ser un estado de la Unión en 1889), él no tuvo suerte, por lo que hubo de
emplearse en otras cosas: su imponente constitución física le facilitó trabajar
como leñador, pues los barcos fluviales de vapor necesitaban madera, pero
también ejerció de cazador, vendedor de whisky casero e incluso de explorador
para el ejército, cambiando de nuevo su apellido por el de su padre, Garrison,
dado que era un prófugo. Lucho contra los indios y fue entonces cuando la
simple biografía empezó a teñirse de leyenda.
Aquella región pertenecía
a los indios Crow, que lógicamente no vieron con buenos ojos la invasión de los
blancos y actuaron en consecuencia. Por esas fechas, el joven leñador había
tomado esposa, Cisne, una indígena Salish (tribu a la que los primeros llamaron
cabezas lisas por el contraste con la costumbre de deformar el cráneo de los niños
que tenían sus vecinos) con la que vivía en una cabaña en el bosque y que le
dio un hijo. En 1847 una partida de Crows acabó con la familia mientras él
estaba ausente y al volver enloqueció y se obsesionó con la venganza, jurando
matar a cuanto Crow encontrase y comerse su hígado; este detalle no era
gratuito porque, según las creencias indias, el hígado era necesario para la
otra vida.
Guerreros Crows en 1903. Foto: dominio público en Wikimedia Commons.
Así, Johnson, habría matado
a cientos de Crows, desollando sus cuerpos y devorando ese órgano, ganándose el
apodo de Liver-Eating (Devorador de Hígados). También les arrancaba las
cabelleras y acabó por convertirse en una especie de figura demoníaca para los
nativos, contra la que fue inútil enviar guerreros para asesinarle porque
siempre salía vencedor. En realidad los historiadores actuales creen que todo
esto es un mito derivado de las crónicas sensacionalistas publicadas en la
prensa de la época y del hecho de que hubo otros frontier men apellidados
Johnson, cuyas aventuras se mezclaron en un totum revolutum. Por otra parte,
Devorador de Hígados era un mote bastante habitual.
De hecho, Jeremiah Johnson, no tenía una vendetta particular con los Crows, con los que al parecer se
llevaba razonablemente bien, pero hay que tener en cuenta que, en efecto, él
tampoco era un angelito. Había entablado amistad con otro verso suelto llamado
J. X. Beidler, compartiendo con él excesos alcohólicos y violencia, pero parece
falsa esa afición caníbal, a la que se hizo acreedor posteriormente, tras
participar en una batalla contra los Sioux en 1868: estaba cortando leña para
los soldados junto a varios compañeros cuando fueron atacados y, en la pelea,
Johnson, apuñaló a un indio en el costado; al sacar la hoja se llevó un trozo de
hígado con el que bromeó a los demás preguntándoles si querían un bocado.
Rifle y cuchillo pertenecientes a Johnson, conservados en el Cody Firearms Museum. Foto: Billings Gazette.
Otro mito que se contó de
él, especialmente memorable, fue que cuando viajaba para llevar un cargamento
de whisky a sus parientes Salish, cayó prisionero en una emboscada de los Pies Negros, que se lo vendieron a los Crows, sus mortales enemigos. Mientras estaba
en una tienda, atado y bajo la vigilancia de un guerrero, en un descuido de
éste logró librarse de las ligaduras y matarle, cercenándole una pierna que se
llevó consigo para alimentarse los días que durase su huida a lo largo de
cientos de kilómetros. Esta inaudita historia corresponde en realidad a Boone
Helm, otro montañés que vivió en esos difíciles tiempos y que fue ejecutado por
asesinato y canibalismo; resulta evidente que la vida de Johnson, pasó a la
posteridad enriquecida con elementos de las de otros. Y así se fue modelando su
carácter legendario.
Boone Helm. Foto: True West Magazine.
En 1863 Johnson, se unió a
la Caballería de la Unión como explorador voluntario para combatir en la Guerra
de Secesión. Duró cinco días, desertando tras gastarse toda la paga en bebida y
dejar deudas, aunque poco después se enroló de nuevo en el 2º Regimiento de
Caballería de Colorado y tomó parte en las batallas de Westport y Newtonia, en
Missouri, donde recibió heridas en una pierna y el hombro respectivamente. Terminada
la contienda en 1865, le licenciaron y se marchó otra vez a Montana, donde se
reencontró con Beidler y colaboraron en transportar suministros y madera a los
mineros. Ello requería atravesar territorio Sioux, constituyendo una peligrosa
ocupación cuyos valientes practicantes recibían el nombre de Halcones de
Madera; media docena de ellos murieron a manos de los indios en el verano de
1868.
Los enfrentamientos con
los Sioux fueron tan constantes como variados. Si ellos le robaban las presas y
pieles que obtenía con sus trampas, él les montaba una tienda -a manera de
cebo- con carne envenenada; si le atacaban por sorpresa en su propia cabaña, él
les cogía desprevenidos disparándoles desde un túnel que había preparado bajo
el suelo. Y así año tras año luchaba en una escaramuza tras otra a las
órdenes del general Nelson Miles, en su campaña de 1877 contra los Lakotas y sus
aliados, que un año antes habían derrotado al general Custer en Little Big
Horn; Johnson también colaboró en la derrota de los Nez Percé que supuso la
captura del jefe Joseph. Claro que su relación con los indios no siempre fue
con las armas en la mano; entre 1868 y 1873, una vez más con Beidler al lado,
se dedicó a venderles whisky a los del llamado Whoop Up Territory (en la actual
provincia de Alberta, Canadá), que le tenían por un mal espíritu y evitaban
meterse con él.
Estatua en memoria de John Jeremiah Johnson. Foto: Billy Halthorn en Wikimedia Commons.
Para entonces Johnson ya
superaba los cincuenta años y empezaban a pesarle, así que optó por abandonar
la vida solitaria en la montaña para trabajar eventualmente para una compañía
de diligencias. En la década de los ochenta también fue ayudante del sheriff de
Coulson (actual Billings) y ejerció de marshall en Red Lodge, ambos en esa
Montana que tan bien conocía, participando de por medio en uno de aquellos
espectáculos del Salvaje Oeste que estaban tan de moda. Pero la edad no perdona
y además la herida que recibió en el hombro durante la guerra le estaba dando
problemas, algo poco recomendable en un empleo al servicio de la Ley, así que
al cumplir setenta años se retiró y en 1899 entró en la citada residencia donde
terminaría sus días.
Sin embargo, sus restos
mortales no se quedaron en Los Angeles y siguieron viajando después de
fallecido, porque en 1974 fueron trasladados a Old Trail Town, Cody (Wyoming),
cerca de Red Lodge, uno de sus lugares favoritos en vida, donde hoy descansa en
paz por fin.
Fuentes: Crow Killer. The
saga of Liver-Eating Johnson (Raymond W. Thorp y Robert Bunker)/The legendary
Mountain Men of North America (J.P. Walker)/The mythical West. An encyclopedia
of legend, lore, and popular culture (Richard W. Slatta)/Liver-Eating Johnston (Skyler
Gabel en John Liver Eating Johnston)/Wikipedia. Jorge Álvarez, LBV Magazine
Cultural Independiente. Revisión y Diseño: elcofresito.
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