Los verdaderos piratas del Caribe.
Siempre nos han gustado las historias de piratas, sean
en el medio que sean. En literatura nos deleitamos aprendiendo de memoria el famoso
poema de Espronceda y leyendo La isla del tesoro de Stevenson, El corsario
negro de Salgari o El pirata de Walter Scott. En el cine disfrutamos viendo a
Errol Flynn en El capitán Blood, a Tyrone Power en El Cisne Negro, o a Johnny
Depp en Piratas del Caribe. A menudo ambas cosas, como la novela de Richard
Hughes, Huracán en Jamaica, que dio lugar a la espléndida Viento en las velas,
en la que unos niños volvían locos a los piratas de la talla de Anthony Quinn y
James Coburn. Tampoco olvidamos las pinturas de Howard Pyle y Norman Rockwell, que
son las que ilustran este post.
Nos encantaba tal subgénero aventurero incluso cuando el
pirata en cuestión sólo era una legendaria amenaza flotando en el ambiente,
caso de El escarabajo de oro escrito por Edgar Alan Poe, con el fantasma del
capitán Kidd y su tesoro oculto como fondo argumental; cuando se situaba en
otros mares diferentes al habitual Caribe, como el Sandokán de Salgari en
Malasia; o cuando constituye únicamente un contexto que se lo pone más difícil
a los protagonistas, tal cual ocurre con los de La isla de coral de Robert
Michael Ballantyne.
Y es que ese mundo ejerce, invariablemente, una gran
fascinación sobre el público. Especialmente cuando es de ficción, en el que la
piratería adquiere esa dimensión romántica y rebelde frente al rígido orden
establecido, trocando leyes por aventura, aún cuando no corresponda exactamente
con la más prosaica realidad. Aunque hay algún caso excéntrico como el del
capitán Misson, que aspiraba a establecer en Madagascar una especie de estado
utópico llamado Libertatia, los piratas, lejos de esa imagen simpática y
entrañable que suelen presentar en las novelas y películas, eran delincuentes
que, acordes a su estilo de vida, carecían de escrúpulos. Ahí está el ejemplo
reciente del océano Índico.
En ese sentido, la serie televisiva Black sails, se
aproxima un poco más a la verdadera historia de la piratería. Y eso que muchos
de sus protagonistas no existieron, ya que son personajes de La isla del
tesoro, como Flint, John Silver o Billy Bones. Pero los otros sí son
históricos. Y como muestra de la cara menos amable, que los guionistas se
atreven a plasmar, por la pequeña pantalla desfilan varios nombres ya de
resonancias míticas.
Así, podemos ver a Edward Teach, más conocido como
Barbanegra, famoso por el pánico que desataba entre sus víctimas al abordarlas
desde su The Quenn Anne’s Revenge, ofreciendo un temible aspecto: fuerte,
rubicundo, de barba enmarañada y armado de forma estentórea -en su bandolera
llevaba tres pistolas y en el cinturón varias armas blancas-, exhibía un
sombrero con cabos encendidos que funcionaban como auténticos e intimidadores efectos
especiales.
También está Charles Hornigold, mucho más amable en el
trato a los asaltados y jefe de Barbanegra, hasta que se separaron. Acabó por
aceptar un perdón real y dedicándose a cazar a sus antiguos compañeros.
Persiguió especialmente a dos: uno fue Stede Bonnet, otro pirata caballeresco
apodado Gentleman, que no sale en la serie y ora se dedicaba a ese delictivo
oficio, ora aprovechaba también un perdón, ora volvía a las andadas; el otro,
Charles Vane.
Al contrario que los anteriores Charles Vane, capitán
del Ranger, era absolutamente refractario a cualquier autoridad hasta el punto
de haber rechazado los indultos que se le ofrecieron. Famoso por conseguir
adueñarse de Nassau, durante un tiempo y por la crueldad que solía emplear con
víctimas e incluso con sus propios hombres, al final éstos se hartaron de él
por saltarse el código de la piratería y fue depuesto por su contramaestre, que
lo abandonó junto a sus incondicionales en una barca.
Jack Calicó Rackham, era ese contramaestre. Un tipo
apuesto e inteligente, que vestía con cierta elegancia y que diseñó la célebre
Jolly Roger, la bandera que mostraba una calavera con dos espadas cruzadas
debajo sobre fondo negro (imagen de arriba). Tras independizarse de Vane,
Rackham, estableció una relación sentimental con Anne Bonny, a la que se le
uniría luego Mary Read. Cuando su barco fue capturado, con todos borrachos,
ellas dos fueron las únicas que opusieron una resistencia seria a los soldados.
Anne Bonny, era una joven de familia acomodada pero con
un carácter tan infernal que, tras enamorarse de un marinero, rompió con su
padre, incendió la plantación de éste y se lanzó a la vida aventurera. En
Nassau, se unió a Rackham y en una de sus correrías encontraron a un muchacho de
extraña belleza que resultó ser otra mujer, Mary Read. A partir de entonces,
los tres siguieron juntos hasta ser apresados. Ellas dos se libraron de la
horca alegando estar estar embarazadas.
Colgar del extremo de una soga fue el final habitual de
la mayoría, como les pasó a Bonnet, Vane o Rackham, que también tenían en común
haber luchado en la Guerra de Sucesión española. Barbanegra y Hornigold,
también veteranos de aquel conflicto, murieron en combate y un naufragio
respectivamente, mientras Mary Read, lo hacía de fiebres al poco de ser
apresada. No les fue mejor a sus predecesores en el oficio durante el siglo
anterior, como William Kidd o el Olonés, el primero ahorcado y el segundo
devorado por una tribu caníbal.
Las excepciones fueron Anne Bonny, que logró escapar,
quizá por mediación de su acaudalado padre (aunque se desconoce que fue de
ella, si se retiró a un convento o se casó para llevar una vida normal) y Henry
Morgan, que había abandonado la piratería para convertirse en gobernador de
Jamaica y llegó a viejo.
La edad de oro de la piratería caribeña se cerró con la
muerte en 1722, también en combate, de Bartholomew Roberts (que no sale en
Black sails), otro que combatió en España y que, culto y elegante, fue uno de
los de mayor éxito y prestigio al sumar cientos de asaltos y redactar un código
de conducta para sus tripulaciones. A partir de ahí, las autoridades española e
inglesa fueron imponiendo su superioridad naval y aquella indómita forma de
vida empezó a decaer.
Fuente: Jorge Álvarez, LBV magazine Cultural
Independiente. Revisión y Diseño: elcofresito.
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