Los tesoros escondidos de Cantuña
Interior de la Capilla de Cantuña.
El indígena Francisco
Cantuña, herrero de la ciudad, se destacó en el culto a Nuestra Señora de los
Dolores. La capilla es un muestrario del arte quiteño.
No es mi intención hablar
de leyendas de tesoros incaicos, como los que supuestamente Cantuña desenterró
y fundió en beneficio de un conquistador español, ni del otro Cantuña (¿o el
mismo?) que en pacto con el diablo, hizo levantar el atrio. Hablaré más bien de
la capilla de Cantuña, dedicada a la Virgen de Dolores, que se levanta en el
costado sur del complejo conventual franciscano. Algunos autores serios dan pie
a la historia del primer Cantuña, pero este espacio es más tardío, al igual que
el resto del conjunto franciscano.
Complejo Conventual de San Francisco.
Entrada sur a la Capilla de Cantuña.
Las investigaciones del
convenio Ecuador-España demostraron que tempranamente el conjunto franciscano
se puso al servicio de los indígenas, pero que poco a poco el esquema fue
variando para favorecer a las familias españolas con las cuales se
establecieron nuevas y sólidas alianzas.
Para 1650 desapareció o se
transformó el colegio de San Andrés creado para la educación de los indígenas,
y la capilla, destinada tempranamente a una de las primeras cofradías
indígenas, la de la Veracruz de Naturales, se destinó al colegio de San
Buenaventura para la formación de religiosos.
Se argumentaba a favor de
este cambio, que los indios acudían en Jueves Santo “indecentemente sin lumbres
ni cera ni sin tener persona que les rija… los dichos naturales que anydo en la
dicha procesión an sido muy maltratados de españoles, negros y otras personas
dándoles de palos rempujones y coces y haciendoles otros malos tratos”. Este
temprano testimonio documenta la larga historia de despojos que terminó en 1763
cuando la capilla fue definitivamente traspasada a manos criollas, a los
cofrades de la Virgen de Dolores.
Varias décadas antes se
había destacado en el cuidado y lucimiento del culto a Nuestra Señora de los
Dolores el indígena Francisco Cantuña, herrero de la ciudad y fue tal su
dedicación que los quiteños comenzaron a llamarle a esta, la “capilla de
Cantuña”.
Detalles de la puerta de ingreso a la Capilla de Cantuña.
El historiador Dr.
Fernando Jurado Noboa, en el discurso de bienvenida al Dr. Ricardo Descalzi a
la Academia Nacional de Historia, dice: “Hemos podido también localizar en los
fondos [… del] año 1698 el testamento de Francisco Cantuña, indio herrero, que
[…] en 1668, había hecho escritura de donación de varios objetos de plata a los
franciscanos para enriquecer la capilla que entonces se llamaba de los
naturales. Posiblemente Cantuña, que poseía tres casas en Quito y que vivía […]
en la actual Cuenca y Mideros, […] encontró un tesoro ocultado […] por los
indígenas de la voracidad hispánica y con ellos se hizo rico, realizó la donación
y él mismo o sus contemporáneos febrilmente crearon la leyenda para explicar el
cambio de su estatus económico […]”
Dr. Ricardo Descalzi.
En sus sabrosas
‘Historietas de Quito’, publicadas en el quiteñísimo vespertino Últimas
Noticias, Luciano Andrade Marín también da pie a la fábula (‘La iglesia de
Cantuña’, 31.10.1964 y ‘La historia del indiano Cantuña’, 7.11.1964). Aseguraba
que lo que se descubrió al cambiar el piso de la capilla en 1957 era el
escondite de Cantuña donde fundía el oro. Pero la realidad de este espacio
subterráneo es otra, pues la tradición cristiana de enterrarse en los templos
se retomó en Quito y especialmente en San Francisco, como testimonian las
innumerables lápidas sepulcrales coloniales que ahora, fuera de sitio, se
conservan empotradas en las paredes del claustro principal.
Don Luciano Andrade Marín.
La cesión de espacios para
enterramiento en la iglesia generaba recursos importantes para la economía
conventual y en algunos casos, por la importancia de los personajes, la íntima
relación con la comunidad y los recursos involucrados, llegaron a negociarse
espacios valiosos, como sucedió con la famosa capilla de Villacís.
Es obvio que lo que se
descubrió en 1957 fue una bóveda sepulcral, tal como ocurrió después al
restaurarse la antigua recoleta de San Diego, y cuando las intervenciones del
Fondo de Salvamento (Fonsal) en el atrio de San Francisco, hallaron nuevas
bóvedas de enterramiento.
¿Fue en 1957 que se
removió de su sitio la lápida que cerraba la bóveda sepulcral de Cantuña o esta
fue retirada en 1884, cuando acaso se mudó el piso de ladrillo por tablones de
madera, como en la iglesia grande? La losa también está empotrada en el
claustro franciscano, pero debió hallarse al pie del altar de la Impresión de
las Llagas de San Francisco, pues “ESTA CAPILLA MANDO HAZER FRANSISCO CANTUÑA Y
DE SUS EREDEROS” la cual “… SE ACABO A 22 DE NOVIEMBRE DEL AÑO DE 1669”, como
rezan sus inscripciones.
Sepultura de Francisco de Cantuña y sus herederos.
Cantuña tenía su herrería
en una de las covachas del atrio franciscano y en 1696 terminó las rejas que
cierran los arcos de la portería, hechos que testimonian la cercanía que tenía
con los frailes.
Los constantes terremotos
que han afectado a Quito, no dejaron indemne a la capilla y la bóveda barroca
de doble curvatura, obra de mediados del S. XVIII, cobija íntegramente la
planta rectangular; los muros laterales, con tres arcos formeros de medio punto
a cada lado, alojan pequeños y ricos retablos. El presbiterio se cubre con una
bóveda baída y en el magnífico retablo de un solo nicho, con claras influencias
de los del transepto de la Compañía de mediados del S. XVIII, se aloja la
escena del Calvario con cuatro tallas de tamaño cercano al natural, imágenes
que junto al retablo, se atribuyen al taller de Bernardo de Legarda.
La capilla tiene obras de
muy diversas manos y variadas épocas. Por ejemplo, las puertas son nuevas,
consagradas en 1926. En la actualidad es intervenida por el Instituto Metropolitano
de Patrimonio (IMP), el cual realiza diversos trabajos en los retablos
laterales y las imágenes, encontrándose nuevos tesoros del arte quiteño.
Al desmontar íntegramente
el retablo de San Lucas, se descubrió en el muro donde estaba sujeto, una pintura
de corriente factura con la escena de la crucifixión con las tradicionales
figuras de la Dolorosa, San Juan y la Magdalena, pero sin la imagen de Cristo,
la cual debió ser una escultura, como testimonian las huellas en la pared bajo
los brazos de la cruz. Aquí cabe la pregunta ¿Si el retablo de la crucifixión
era este, qué era lo que había en la cabecera?
José Gabriel Navarro
comentaba en un artículo de EL COMERCIO, que en 1949 el entusiasmo y la
devoción de la señora Fanny Barba Gangotena intervino eficazmente en la capilla
de Cantuña para cortar la humedad que sufría, y que al bajar las esculturas, en
la de San Lucas se halló una inscripción que daba fe sobre su hechura. Se trata
de un papel pegado en la parte interna de la peaña que dice: “El año de 1668 se
acabó esta Efigie del Sr. Sn. Lucas Ebangelista y la Iso el P. Carlos y lo
Renobo Bernardo Legarda Siendo Prioste el año de 1731. Lo Bolbio arrenobar dho.
Bernardo Legarda siendo su Síndico el año 1762 -a su Costa- a que Concurrieron
Siendo Priostes en dho. año D. Lucas Basco, D. Bictorio Bega, D. Joseph Cortés
y D. Joseph Riofrío. Con diadema de plata, paleta brocha y tienta todo lo dho.
en lata la tienta en chonta y dos Casquillos de plata”.
Pero la intervención
actual revela otros tesoros, pues a más de este papel, se descubrió oculta bajo
una lechada de estuco una inscripción directamente pintada sobre la tabla, que
reza: “Y lo Renobo Bernardo de Legarda Siendo Prioste el año de 1731”, por lo
que es muy probable que el papel transcrito antes, oculte la parte inicial de
la inscripción en la que se hace referencia al Padre Carlos.
Bernardo de Legarda.
Y aún más: en la imagen de
San Juan, del retablo principal se halló otra leyenda: “El Año de 1779 En 25 de
Enero Mando Encarnar a Estas Stas. Efigies del Christo Magdalena y San Joan y
le mando poner ojos de christal, Joan Esteban yepes Riofrio deboto de Nra Sa de
los dolores Estando Esta Capilla al Cuidado del P Fray Bacilio de la Sma
trinidad y se acabo En 28 del mesmo mes y Año.”
Solamente una restauración
técnica como la que realiza el IMP en Cantuña, puede revelar datos históricos
que contribuyen a un mayor entendimiento y valoración de nuestra rica y variada
herencia cultural. Por esto es indispensable fortalecer a esta institución con
recursos económicos y personal técnico (historiadores, antropólogos, etc.), a
fin de interpretar, analizar y difundir estos hallazgos.
Fuente: Alfonso Ortiz
Crespo, Arquitecto, especializado en conservación y restauración. Diario El
Comercio:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
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