La mítica fundación de Roma, desde Eneas a Rómulo
En septiembre del 2018, se celebró por primera vez el
“Día de la Romanidad”.
Un acto que pretende reivindicar el pasado común de
millones de personas de tres continentes, Europa, Asía y África. No podemos más
que celebrar dicha decisión, en un tiempo que parece ser que cada día se
olvidan un poco más de lo mucho que se unió en el Mediterráneo, dándole mayor
peso, desafortunadamente, a lo que vino tras el fatídico año 476 dC.
Qué mejor ocasión que esta, para acercarse una vez más
a la mítica fundación de Roma bajo aquellas siete colinas, ocurrida más de un
milenio antes que Odoacro, el rey de los hérulos, depusiera a Rómulo Augústulo
el último emperador de Roma. Por cierto, que casualidad que este último llevará
el mismo nombre que el supuesto fundador de la ciudad.
Antes de entrar de lleno en la mitología, debemos mirar,
aunque sea de reojo a la arqueología. Sobre el año 1000 aC., la colina del
Palatino aparece ya habitada, sus moradores los latinos, según todos los
indicios, uno de más de los pueblos recién llegados entre los siglos XII-X aC.,
supuestamente del este y de lengua indoeuropea. Por lo tanto, para imaginarnos
la Roma del cambio de milenio debemos pensar en diseminadas aldeas de chozas
circulares y techos de paja. De ser cierto las crónicas que nos han contado los
historiadores griegos y romanos, este sería el aspecto que encontrarían, Eneas
o Rómulo, los legendarios héroes que dieron vida a la cultura que unió a todos
los pueblos del Mediterráneo.
Maqueta del Palatino, (1000 aC.).
Lo evidente es que en el siglo I aC., la enorme
potencia en la que se había convertido Roma, necesitaba de unos míticos
fundadores que enorgullecieran el pasado del futuro Imperio romano. El gran
protagonista en esta búsqueda fue Tito Livio, es evidente que no fue ni el
primero, ni el último en buscarle un sentido al nacimiento de Roma. Los hubo
antes, como el griego Helánico de Lesbos que fue el primero en el siglo V a.C.,
en asignar el pasado griego a los romanos, algo en lo que estos últimos estaban
muy de acuerdo, ya que sentían una profunda admiración por la cultura griega. A
este le siguieron otros historiadores griegos como Timeo de Tauromenio, o
romanos como Fabio Pictor, y uno prácticamente coetáneo a nuestro protagonista,
en este caso Marco Terencio Varro.
Tito Livio.
Evidentemente todos ellos fueron bebiendo de las
tradiciones, las fábulas o las historias, que habían ido generando las diversas
generaciones de romanos a través de la consabida tradición oral. Con todas
ellas Tito Livio confeccionó la historia de la fundación de Roma, y el
nacimiento de la cultura romana que se conmemora. La historia ha tenido sus
detractores, que la han ido adecuando bajo apreciaciones diversas, entre ellos
destacados historiadores romanos como Plutarco, Dión Casio, o Plinio el viejo, etc.
Pero hoy día se acude mayoritariamente a Tito Livio para conocer la mítica
fundación de Roma.
Descendientes de los griegos.
Una vez más la Ilíada y la guerra de Troya están
detrás de una gran aventura mitológica. Dos personajes aparecen tras las ruinas
de Troya; en primer término, Eneas, junto a él Antenor, ambos tienen en común
haber sido perdonados por los griegos tras la destrucción de la ciudad, dicho
perdón fue gracias a la insistencia de ambos en devolver a Helena, la esposa de
Menelao, para evitar la guerra.
También tienen en común la migración que ambos inician
tras el final de Troya. Siguiendo los pasos que los pueblos indoeuropeos
llevaron de este a oeste para colonizar los territorios de la Península
Itálica. Aunque pronto separan sus destinos. Antenor, al frente del pueblo de
los vénetos, se dirige más al norte para desembarcar en el mar Adriático. Tras
lo cual se adentró en el territorio y tras expulsar al pueblo de los eugáneos,
asentó a los vénetos en las cercanías del actual Lago di Garda. Basta decir que
fue acogido como el fundador mitológico de ciudades como Padua.
Pero Eneas, según Tito Livio, tenía proyectos más
importantes, al frente de una flota integrada por los troyanos supervivientes
se dirige al Mediterráneo. Tras pasar por Macedonia, Cartago y Sicilia
desembarcó cerca de la actual Roma. Allí le esperaba el pueblo de los latinos,
al frente del mismo, su rey, que tras ver llegar el contingente troyano se ve
en la necesidad de escuchar al recién llegado. El relato que portaba Eneas
sobre la destrucción de Troya debió hacer mella en los sentimientos del rey,
aquel pueblo necesitaba un asentamiento estable y él estaba dispuesto a
dárselo. Es más, para sellar el pacto de unión y amistad entre latinos y
troyanos le concedió la mano de su hija Lavinia.
Del matrimonio nació Ascanio, pero pronto llegaron los
nubarrones para el pueblo de los latinos. Los rútulos uno de los pueblos
indígenas situados más al sur deciden atacar Lavinio, el poblado fundado por
Eneas tras su matrimonio con la hija del rey Latino. En el combate murió su suegro,
y de esta forma Eneas se convirtió en rey de los latinos, tras lo cual, expulsó
de sus territorios a los rútulos del rey Turmo.
Eneas victorioso ante el rey de los rútulos, Turmo.
A partir de ese momento, troyanos y latinos se funden
en un solo pueblo, desaparece de la historia los recién llegados, y los latinos
quedan como representantes del poder en torno a los territorios donde se
acabará fundando Roma. Pero el rival que les deparó su victoria ante los
rútulos hacía presagiar graves consecuencias. En su retirada estos últimos
deciden buscar el apoyo de los etruscos, en aquellos momentos el pueblo más
importante de la Península Itálica. La batalla entre latinos y etruscos se
desarrolló fuera de las murallas de Lavinio, (esta ciudad, de existir, se
piensa que es la actual Practica di Mare al sur de Roma). Bien pudiéramos
pensar ante la actitud de Eneas, que no quería que su nueva ciudad pasará por
el mismo devenir que Troya.
En la batalla a orillas del rio Númico encontró la
muerte Eneas, pero también encontró la gloria eterna como padre de todos los
latinos, el pueblo que acabará conformando la cultura latina en todo el
Mediterráneo.
La guerra por bandera, Rómulo.
Puestos a nombrar dos de las principales características
de la cultura romana, pocos nos desviaremos de nombrarlos como herederos de la
cultura clásica griega, de la que eran profundamente admiradores, solo falta
recordar al emperador Adriano. La otra sería su capacidad para dominar el arte
de la guerra, el Imperio que dominó el Mediterráneo no hubiese sido posible sin
esta segunda característica. Pues bien, con Eneas la primera de ellas quedaba
bien definida, los romanos descendientes del pueblo latino llevaban en su
sangre a los griegos de Troya. Pero no cumplían con la segunda de ellas, en definitiva,
en la historia de Eneas, aun siendo un gran guerrero, no encontramos un
vencedor nato; perdonado en Troya, aceptado por los latinos y muerto en combate
ante los etruscos. De ahí que el siguiente cometido de los historiadores
romanos, con Tito Livio a la cabeza, fuera buscar en las brumas de los
recuerdos y las tradiciones, un vencedor.
La historia la podíamos reemprender tras la misma
muerte de Eneas. Para conocer como su hijo Ascanio y heredero logra la paz con
los etruscos y funda la ciudad de Alba Longa, hoy día arqueológicamente, situada
bajo Castelgandolfo y unas décadas más antiguas que la propia Roma. Después seguiríamos
conociendo a sus descendientes y cómo estos fueron creando nuevas ciudades y
emprendiendo nuevos proyectos. Hasta aparecer varias generaciones posteriores
dos hermanos; Númitor y Amulio.
Tras la muerte de su padre, el primero de ellos se
convierte en rey de los latinos. Pero Amulio no estuvo de acuerdo con dicha
decisión y tras presentar batalla arrebata a su hermano el trono de Alba Longa,
además decide acabar con todos los descendientes masculinos del mismo, para que
nadie pudiera reclamar el trono. Pero Amulio perdona la vida a una de sus
sobrinas, Rea Silvia, para convertirla en sacerdotisa vestal dada su belleza.
Dicho cargo llevaba consigo la declaración de mantenerse virgen, pese a lo cual
un buen día aparece embrazada, el protagonista de dicho embarazo, Marte, el
dios de la guerra.
La respuesta de Amulio no se hizo esperar; Rea Silvia
es encerrada de por vida y sus hijos gemelos, Rómulo y Remo, son arrojados al
rio Tíber. Pero el encargado de dicho trabajo presumiblemente cometió un error,
en vez de dejarlos en medio de la corriente, los depositó en un remanso del
rio. Esa noche el nivel de rio descendió y la canasta quedó sobre la cercana
orilla, una loba que bajaba a beber al rio, ante la desesperación de los bebes
se dispuso a amamantarlos, no solo les salvó la vida, sino que acababa de nacer
la imagen más mítica del nacimiento de Roma, aunque esta no se hubiese
producido todavía.
Rómulo y Remo amamantados por la loba.
Afortunadamente para los niños, un pastor de nombre
Fáustulo, pasó por el lugar, recogió a los niños y se los llevó a su esposa
Laurentia, que fue la afortunada criadora del futuro fundador de Roma. Los
niños crecieron entre aquel hogar y los bosques cercanos, donde acudían para
cazar y conseguir algún que otro botín de los viajeros para repartirlo entre
los pastores. Así llegaron a ser jóvenes respetados por aquella comunidad de
pastores, asentados en las cercanías de las colonias donde un día se fundará
Roma.
Un 15 de febrero deciden acercase a la colina del
Palatino, donde desde hacía un tiempo los jóvenes del lugar participan en la
fiesta del Lupercal. Esta consistía en correr desnudos por la colina, con una
correa de piel de cabra en la mano, en una especie de ritual. Allí son
señalados como ladrones de botines, en la persecución, aunque Rómulo consigue
escapar, Remo es apresado y enviado el Rey Amulio. Este no lo reconoció, pero
lo envió a su hermano Númitor, ya que, según los aprendientes, los robos se
habían producido en los territorios de este último. Nada más ver al joven Remo,
se acordó de la historia en la que había perdido a sus dos nietos, la edad
además era coincidente, por lo que existían pocas dudas que Númitor había
localizado por casualidad uno de sus nietos.
Por otro lado, Rómulo tras reunir un gran grupo de
pastores decide ir contra el rey Amulio, al enterarse de los planes de su
hermano, Remo decide acudir en su ayuda, de esta forma dieron muerte al rey
impostor. Ante el tumulto para acallar los ánimos, Númitor cuanta la historia
de cómo su hermano había llegado al poder y del destino que deparó a Rómulo y
Remo. El pueblo de Alba Longa aclama al rey legítimo y a sus jóvenes descendientes,
aunque estos últimos tuvieran otros planes en la cabeza.
Ambos deciden fundar una nueva ciudad, que algún día
sería la más grande de todas las fundadas por los latinos. Pero el problema fue
evidente, al ser gemelos ¿quién tenía el derecho a primogenitura? Deciden dejar
la decisión en manos de los dioses mediante la obtención de los augures. De
esta manera Rómulo empieza la construcción en la colina del Palatino, mientras
su hermano Remo elije la colina del Aventino. Los dioses pronto deciden enviar
sus augurios, una mañana sobre esta última colina aparecen seis buitres, la
decisión parecía tomada, pero acto seguido sobre la del Palatino se encuentran
revoloteando doce de estos ejemplares. La disputa entre los hermanos y sus
seguidores continúa, uno reclama que ha sido el primero, el otro que tenía más
buitres.
En medio de la disputa, Remo salta las murallas de su
hermano, este acto es entendido por Rómulo como intolerable, da muerte a Remo y
proclama que de ahora en adelante; “morirá todo el que ose franquear mis
murallas”. Acababa de nacer Roma, según se cuenta era el 21 de abril del 753 a.C.
Ahora si podemos decir que los romanos tenían completas las características
exigibles a sus antepasados. Si el padre de todos los latinos era un griego, el
padre de todos los romanos era hijo del mismísimo Dios de la guerra.
Más información:
Historia de roma desde su fundación libros I-III, Tito
Livio.
Veni, vidi, vici, Peter Jones, Ed. Critica, 2013.
Fuente: José Mari, Caminando por la Historia
Revisión y Diseño: elcofresito
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