La Historia del Chulla Quiteño.
Después de que publicamos
Personajes del Quito Antiguo: El Terrible Martínez, nos quedamos con la
inquietud de que si todos nuestros familiares y amigos conocían lo que
realmente encarnaban estas figuras; sus vivencias, ocurrencias y demás. Indudablemente
hay ciertas personas que lo saben, ¿pero y los más jóvenes?, si han oído
algunos cuentos, es mucho. Para esto compartimos a continuación una excelente
descripción de lo que eran estos legendarios paisanos.
Durante gran parte del siglo XIX,
el término "chulla" estuvo relacionado con "el que no tenía nada
pero aparentaba poseer mucho". Sin embargo, ese chulla que hoy sobrevive
en una canción tradicional fue en sus épocas de apogeo mucho más que eso: un
pilar de la ciudad, íntimamente relacionado con el típico sentido del humor de
los citadinos, verdadero eje de la sal quiteña.
Antecedentes remotos
Quizá el rastro primero de la sal
y del chulla quiteño se encuentre en la lejana España, en ese extraño y
exagerado sentido del honor que caracterizó siempre a los españoles y que los
hizo aparecer como extraterrestres frente al resto de Europa. Un honor que
exigía una extremada rectitud en el actuar pero que, al mismo tiempo, reclamaba
la obtención de un estatus, de un título de nobleza... de poder.
Este doble carácter del honor
español dio lugar a situaciones contradictorias, pues al mismo tiempo que
buscaban una especie de santidad, los españoles recurrían a las artimañas más
sucias para alcanzar el otro extremo del honor: el poder. Así se había
originado y permanecía el eterno conflicto del caballero español, que se
esforzó siempre por mostrarse como el ejemplar opuesto al villano, al hombre
pobre, al vecino de aldea rústico y grosero.
La Banca Tigre
Este espíritu español arribó a
América en el proceso de conquista pero, lejos de mantenerse intacto,
experimentó particulares mutaciones. Entre los nobles de escudo familiar y los
cholos e indios de la plebe, apareció un hombre de clase media, un mestizo que
se dio el lujo de asumir varios aspectos del honor español -como la elegancia
en el vestir, por ejemplo- y de rechazar otros, como aquello de "evitar el
mal" y buscar la rectitud. Para él la rectitud no existía y al mal había
que buscarlo...para saber de qué se trataba.
Fue así como a finales del siglo
XIX, tras la muerte del presidente García Moreno y durante el gobierno de
Veintimilla, apareció en Quito la singular Banca Tigre, que había empezado a
conformarse en1884. La Banca era un grupo de jóvenes de clase media para
arriba, "una verdadera entidad del chiste, la picardía y el reguero de bolas",
también conocido como el "mentidero" de la Plaza Grande o de la plaza
del Teatro. Federico Fernández Madrid y Rafael Grijalva Polanco –quienes ya
alcanzaban los 35 años- reunieron en torno suyo a 12 jóvenes -algunos de ellos
bachilleres- que se hallaban ligados por el "don de la gracia" y, más
que nada, por su profunda devoción por el alcohol.
Perfil del perfecto chulla
El chulla andaba siempre bien
vestido, aunque fuera con el único terno que tenía. Inclusive, no faltó quien
dijera que debajo de su levita, el cuello, la pechera y los puños de la camisa
inexistente estaban unidos por cordones... pero esto nunca llegó a probarse.
Como complemento de su atuendo llevaba un sombrero arriscado -con las alas
vueltas hacia arriba- inconfundible.
Pero para crearse una imagen
completa del chulla hay que contemplar muchas otras características suyas. El
chulla quiteño era incumplido como él solo, pues en un Quito con lentos aires
de aldea todo el mundo se había acostumbrado a vivir sin apuro; veía con
cinismo sus propias desgracias y gozaba inventándose apellidos ilustres, viajes
increíbles y fortunas dilapidadas.... Tal era su manía de fabular que muchos
terminaron por no creerle ni lo que pisaba, mientras que otros -pobres
generalmente- se apropiaron de su mundo imaginario e hicieron del chulla objeto
de su admiración.
El chulla que sería Obispo
Un caso típico del chulla en el
que predominó esta característica, fue Luis Guerrero, quien permaneció en Europa
mucho tiempo consumiendo la fortuna de sus padres en una supuesta carrera
sacerdotal. Después de haber enviado una carta en la que anunciaba su
ordenación, y ya cuando sus padres juraban que Lucho sería el próximo arzobispo
de Quito, el chulla regresó de civil, después de haber vivido nueve años
gastando el dinero de su familia en los más apetitosos placeres de Roma y
París, pues nunca había sido clérigo. No se podía concebir un chulla que no
llevara guardada una profunda frustración intelectual, y menos un chulla que no
fuera poeta, recitador o cantor. Todas estas eran facultades que los chullas
cultivaban con ahínco. Recuerden ustedes el "amar sin esperanza, y dar el
corazón con toda el alma...": el chulla Enrique Espín Yépez es el autor de
la letra y música de este pasillo.
A más de fabulador, este
personaje era por demás imaginativo: siempre estaba inventando historias
inverosímiles. El chulla era una especie de duende que conocía absolutamente
todos los rincones de la pequeña ciudad, y podía, por ello, esconderse en
cualquier rendija cuando aparecía en el horizonte alguno de sus muchos
acreedores. Además, el chulla era un verdadero mago, que se las ingeniaba para
comer gratis y para trocar las botellas vacías en botellas llenas, aunque no
tenía un solo centavo en el bolsillo.
Las frases, sentencias, dichos,
ocurrencias, anécdotas y chistes inundaban los encuentros entre chullas:
"Es preferible vivir del crédito antes que morir de contado", decían
con malicia.
Los chullas fueron también actores
e imitadores tan brillantes que uno de ellos, el Terrible Martínez, se atrevió
a hacerse besar la mano por los creyentes disfrazado de arzobispo. Quizá algún
chulla podía carecer de una que otra de estas características, pero, eso sí,
todos participaban de la pobreza: la adquisición de un empleo, el aumento de
los ingresos, hacían que "el chulla se viniera a menos" y perdiera su
calidad de tal.
Tradicionalmente, la escuela de
los Hermanos Cristianos y los colegios Mejía, Montúfar y Central Técnico fueron
los proveedores de chullas para la ciudad; de vez en cuando, el colegio San
Gabriel colaboraría también con algún elemento.
Había chullas y chullas…..
La tipología más general que se
puede hacer de los chullas quiteños los divide en dos grupos: los aristócratas
venidos a menos y los que provenían de un estrato netamente medio. Sin embargo,
de acuerdo con particulares características de los chullas, es posible elaborar
una clasificación mucho más amplia, como la que hace Fernando Jurado en su
libro "El chulla quiteño".
Para Jurado hay el chulla de
oficio, ser de gran sensibilidad que vivía su tragedia personal con gran altura
y dignidad, como el Sordo Piedra, el Terrible Martínez o el Trompudo Miranda. Y
el chulla propiamente dicho, hombre de 14 oficios y 80 necesidades.
También hubo -según Jurado- el
chulla intelectual, como los escritores y poetas Carlos y Raúl Andrade Moscoso,
Jorge Carrera Andrade y Gerardo Falconí Rodríguez. Y el chulla jurista, cuyo
exponente más característico fue Arcesio Domínguez, quien tenía el don de
solucionar los conflictos con argumentos por demás inteligentes e inesperados.
Además estaban: el chulla músico,
que no solo era bohemio y donairoso, sino que también cantaba como los dioses:
Gonzalo de Sucre Gangotena, Fernando Freire Albuja...; el chulla artista, que
ligaba su vivencia bohemia de chulla con el arte plástico y pictórico: Eduardo
Kingman, Alberto Coloma Silva, José Enrique Guerrero.....; el chulla en el arte
escénico, que sobresalía por su don histriónico y su enorme capacidad de imitación:
Ernesto Albán Mosquera, Eduardo Albornoz y, sobre todo, el Terrible Martínez.
Jurado encuentra también el
chulla futre, que provenía de las clases altas y se reunía con sus homólogos de
la plaza Grande y la plaza del Teatro, huyendo del hogar: Alberto Larrea, Bolívar
Terán, Galo Plaza..., y el chulla presidente: Federico Páez, Alberto Enríquez y
Galo Plaza. Finalmente está el chulla por ósmosis, que no tenía ninguna de las
habilidades características del chulla pero siempre lo estaba secundando: el
Talcahuano Manjarrés, Humberto Viteri, Mario Espinoza...
La muerte del chulla
Según el investigador Fernando
Jurado, conocedor del chulla quiteño, el chulla habría empezado a agonizar
debido a diversas circunstancias:
- El crecimiento de la ciudad y
el abandono de la zona central por parte de los círculos altos y medios, que
dejó a los chullas sin su sitio y sin sus oyentes de siempre.
- La desaparición de las esquinas
de los piropos y de las tabernas de la Plaza del Teatro, que se convirtieron en
chifas y pizzerías.
- La publicación de "El Chulla Romero y
Flores", en 1958. La obra de Jorge Icaza "traicionó
literariamente" al chulla, pues descubrió su mundillo y sus artimañas.
- El suicidio del Terrible
Martínez en 1960, que mató simbólicamente al chulla.
- El advenimiento de una nueva
sociedad en la que la televisión derrotó a los relatos de los abuelos y las tertulias,
las serenatas, las frustraciones intelectuales y el sentido iconoclasta dejaron
de tener sentido. El chulla ya no tenía razón de ser en ninguna parte.
Fuente: Diario El Hoy. Revisión y
Diseño: elcofresito.
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