La horrenda ejecución de Tom Ketchum, un legendario bandido del viejo oeste.
Si hubo una época repleta de hombres famosos que vivían al
margen de la ley y pistoleros que no lo pensaban dos veces para desfundar y
disparar, ese fue el Viejo Oeste, un período histórico que fue todo menos
pacífico.
El Viejo Oeste fue tierra fértil para toda clase de historias y
misterios sin solución, fuente constante de material para Hollywood, que se ha
encargado de convertir en romance muchos de estos episodios históricos.
Enaltecidos por las películas de vaqueros, muchos bandoleros, hombres de la
ley, cazadores de recompensas y malhechores lograron sembrar sus historias en
la cultura pop, cautivando a las audiencias muchas veces con tramas exageradas
o poco precisas.
Esta época resultó tan significativa para la cultura
estadounidense, que incluso en la actualidad existen lugares dedicados
exclusivamente a experimentar el legendario espíritu del Viejo Oeste, en
ciudades que sirven como escenario para reconstrucciones históricas y
escenificaciones altamente convincentes de como era vivir en la frontera. En
estados como Nuevo México, se presentan las condiciones idóneas para este tipo
de espectáculos, con actores que encarnan a personajes como Billy The Kid,
Elfago Baca, Buckshot Roberts, Charlie Bowdre y Black Jack Ketchum.
Y es precisamente la historia de Ketchum, el motivo de esta
publicación. Este hombre protagonizó una historia macabra y aterradora acaecida
en el poblado de Clayton, Nuevo México, localidad que talvez atestiguó uno de
los ahorcamientos más desastrosos en la historia.
Los orígenes de Ketchum.
La infancia de Thomas Edward Ketchum, fue bastante complicada.
Quedó huérfano cuando todavía era muy joven y tuvo que ganarse la vida como
vaquero al lado de su hermano en diversos ranchos de Texas y Nuevo México. Sin
embargo, su oficio como vaquero no sería una constante en su vida, pues en el
año de 1892 Ketchum, decidió andar por los peligrosos caminos del crimen.
Así, su experiencia
como vaquero le resultó muy útil para la carrera criminal. Se convirtió en un
hábil jinete y conocía a la perfección la mayoría de caminos y brechas del
territorio en Nuevo México. En compañía de su hermano Sam y otros secuaces,
organizó una banda que tuvo bastante éxito en una serie de robos a bancos.
Estos hombres llegaron a volar un cofre para robar más de 20 mil dólares,
que en la época significaba una fortuna considerable.
La fama de Ketchum, llegó a su ápice cuando mató a John “Jap”
Powers, en el condado de Green, Texas. Dado que “Jap” Powers, era un
afamado pistolero en la región, responsable por la muerte de tres hombres de la
ley en la localidad de Yuma, unos años antes, su muerte fue ampliamente
divulgada. Tras el enfrentamiento, Ketchum y su banda decidieron irse de Nuevo
México, pues temían que sobre sus cabezas pesara una recompensa. Y tenían mucha
razón, varios cazarrecompensas ya le seguían la pista, sobre todo cuando ofrecieron 5,000 dólares al que lo atrapara, vivo o muerto.
El Gran tiroteo del tren.
Sin embargo, la banda pretendía llevar a cabo un último atraco
que les garantizara un “retiro” digno en territorio mexicano. Así, en agosto de
1899, Ketchum y sus secuaces se disponían a asaltar un tren de pasajeros que
transportaba una importante carga de monedas de oro. Para mala suerte de los
delincuentes, la mala fama que había cosechado Ketchum, echó todo a perder.
Cuando uno de los conductores del ferrocarril reconoció al
bandido por un cartel de búsqueda que había visto recientemente, el hombre sacó
su arma y disparó acertando en el codo derecho del pistolero. Lo que siguió a
continuación fue un verdadero infierno, cuando la banda vio que Ketchum, había
sido herido, sacaron las armas y dispararon directamente al tren en movimiento.
El “gran tiroteo del tren”, como se hizo conocida esta
tragedia, concluyó con un saldo de cuatro muertos y nueve heridos.
Captura y condena de “Black Jack” Ketchum.
Ketchum, se las arregló
para escapar, pero tras una larga persecución terminaron
acorralándolo. El bandolero se encontraba delicado debido a la gran pérdida de
sangre y terminó entregándose. Rápidamente lo trasladaron a la ciudad de
Clayton y lo juzgaron mientras se recuperaba de las heridas. El jurado lo encontró culpable y fue sentenciado a morir
en la horca.
Aparentemente su destino al margen de la ley había llegado a su
fin y “Black Jack” Ketchum, sería ejecutado como muchos otros forajidos que
habían seguido este violento estilo de vida. Sin embargo, la historia de
Ketchum, tenía un capítulo más que terminaría atrayendo la atención de
historiadores y entusiastas del Viejo Oeste.
La horca era un método de ejecución en el que los oficiales de
Clayton, no tenían mucha experiencia. De hecho, Ketchum, era el primer criminal en la ciudad sentenciado a morir de esta forma. La ignorancia de
estos hombres provocó que este infame criminal muriera de una forma inusual que
aterrorizó a los ciudadanos que atestiguaron el trágico incidente.
En una ejecución por
ahorcamiento, se supone que el peso de la víctima durante la caída del andamio
provoque un tirón, suficiente como para fracturar la vértebra del cuello. El
resultado es una muerte instantánea. “Un pop y fin”, decían las
publicaciones en la época cuando se describía este tipo de ejecución bastante
común en gran parte del país.
“Black Jack” Ketchum y el espectáculo de su ejecución.
El gobierno de Clayton, pospuso la ejecución en diversas
ocasiones, pues no contaban con un verdugo con experiencia en la ciudad. Sin
embargo, una serie de rumores sobre que la banda de Ketchum, planeaba liberarlo
de prisión terminó apresurando el proceso y eligieron a un delegado para que
sirviera como verdugo. Dicen que los delegados se echaron un volado para ver
quién sería el encargado de llevar a cabo el servicio. La ejecución se programó
para abril de 1901.
Para esa fecha, el ahorcamiento de “Black Jack” Ketchum, se había
convertido en un fenómeno mediático en la región, con personas que
recorrieron grandes distancias especialmente para atestiguar el evento. Los
periódicos de la época señalaban la ejecución como todo un acontecimiento: los
hoteles se abarrotaron, había periodistas con máquinas fotográficas, se dieron
cita los jueces distritales e incluso el gobernador fue a presenciar la
ejecución.
El escenario se montó
en la calle principal, aquello parecía una
feria de pueblo con puestos de pollo frito, venta de suvenires y todo tipo de
actividad comercial. Se congregó una multitud de individuos ansiosa por
atestiguar la muerte del criminal. Quizá el ansia no hubiera sido tanta si
hubieran sabido lo que estaba a punto de acontecer.
Una noche antes del evento, el
delegado designado para la ejecución probó la cuerda con un saco de arena de
100 kilogramos, pero olvidó retirarlo. El peso provocó que la cuerda se
volviera rígida como un alambre. Además, la clase de cuerda tampoco era la
indicada pues aunque ofrecía resistencia, era demasiado fina.
Una muerte horrenda.
Llegado el momento, las personas se abarrotaron frente al
escenario y sostuvieron la respiración. Ketchum, se deshizo de la venda y dijo
las últimas palabras mientras le acomodaban la cuerda alrededor del cuello.
Según los registros, se confesó no arrepentido y mencionó que solamente estaba
sobreviviendo. Algunos aseguran que el hombre criticó la presencia de mujeres y
niños en la ejecución diciendo “esto no es una fiesta de iglesia”.
El juez que dictó
sentencia dio lectura a la orden y se produjo una ola de aplausos. Cuando el
reloj marcó exactamente las 12:00 horas, la escotilla sobre la que se
encontraba parado se abrió y el hombre cayó por el andamio. Pero algo salió muy
mal: la combinación de una cuerda inadecuada y
su rigidez resultó no en un ahorcamiento, sino en una decapitación.
Rápidamente el horror
se apoderó de los presentes. Las personas gritaban de forma histérica, se
desmayaban y algunas hasta vomitaron. Los testigos aseguraron que el cuerpo de
Ketchum, cayó de pie y logró andar un par de pasos, sin la cabeza, antes de
desplomarse en el suelo. Por su parte, la
cabeza rodó por el suelo, con los ojos revoloteando de un lado a otro y la boca
abierta, en un grito silencioso.
Las autoridades evacuaron el escenario a toda prisa, mientras la
cabeza y el cuerpo eran recogidos por unos confundidos hombres de la ley que
intentaban encaminar el desorden. Antes del entierro, se solicitó la presencia
del médico local para que cosiera la cabeza al cuerpo. A
continuación, lo llevaron a un cementerio y lo sepultaron en una fosa común,
donde una tabla de madera presentaba un epitafio bastante esclarecedor:
“Aquí yace el desafortunado Black Jack Ketchum, cosido en uno,
después de dividido en dos”.
Las leyendas en torno a “Black Jack” Ketchum.
Como no podía ser de otra forma, este caso tan macabro terminó
originando sus propias leyendas. La localidad de Clayton, se hizo conocida por
el acontecimiento aunque los residentes no estaban orgullosos de esa
notoriedad. El hecho de que la ciudad paulatinamente se fue vaciando atendió a
otros factores, como el cambio en el curso de un río, pero algunos aseguran que
la ciudad quedó marcada permanentemente por la fracasada ejecución de Ketchum.
Se habló de muchas cosas, desde un mal agüero que alcanzó a
muchas personas en sus negocios hasta una maldición legítima. Quizá se trató de
una coincidencia, pero el médico encargado de coser la cabeza de Ketchum, terminó muriendo en un extraño accidente cerca del sitio donde todo sucedió.
De acuerdo con algunas versiones, un cable de acero tensado se
soltó y terminó decapitando al pobre hombre. Muchos dicen que la historia fue
exagerada, y sabemos precisamente que así es como surgen las leyendas. El
delegado responsable por la ejecución también sufrió un trágico accidente,
cayendo de un caballo que lo arrastró y le rompió las piernas. Como era de
esperarse, arrojó toda la culpa sobre el vengativo espíritu de Ketchum.
Por si fuera poco, ninguno de los jueces distritales que
atestiguaron la ejecución pudo reelegirse, y varios fueron atrapados por un
esquema de corrupción a finales del siglo. Dos se habrían suicidado. El
gobernador del territorio de Nuevo México, sufrió la muerte de sus hijas y
esposa en un accidente de carruaje. En 1903, un incendio en Clayton, terminó
consumiendo varias construcciones que formaban parte del comercio local.
Una ciudad maldita.
Al paso del tiempo, la ciudad fue perdiendo su población y en
torno a 1918 casi se convirtió en una ciudad fantasma. Las tempestades de arena
que castigaron severamente al medio oeste estadounidense en la década de 1930
terminaron por extinguir a Clayton, que se ubicaba precisamente en la región
conocida como Dust Bowl.
En el año de 1957, lo que había quedado de aquella vieja ciudad
fue derribado y se levantaron nuevas construcciones, y una de las primeras
acciones de los nuevos moradores fue ubicar los restos de Ketchum para
transferirlos a una sepultura con su nombre y solicitarle disculpas formales
por lo sucedido. Desde entonces, la maldición parece que terminó.
Fuente: Marcianos Mx. Revisión y Diseño: elcofresito.
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