El Haití de los Tontons Macoutes.


Tontons Macoutes.

La «estabilidad» de un régimen dictatorial depende, sobre todos los demás factores, del aparato represivo que la dictadura haya podido organizar.

En lo que respecta a la dictadura de François Duvalier en Haití resulta evidente que la mayor habilidad de Papá Doc fue la de haber sabido desarticular la fuerza todopoderosa del ejército y el haber creado una guardia tutelar, represiva, omnímoda y realmente eficiente, para la implantación del terror, como lo fuera el cuerpo paramilitar de los Tontons Macoutes.


Duvalier tuvo la suerte de alcanzar el poder, mediante elecciones amañadas por el general Antoine Kebreau, cuando el ejército, debido a las luchas por el poder que tuvieron lugar entre cuatro candidatos, en 1957, quedó totalmente desprestigiado. Gracias a ello le fue fácil depurar los mandos militares eliminando a más de 400 oficiales de dudosa fidelidad a su causa.

Un poco después, por aquello de que «el traidor no es menester siendo la traición pasada», se deshizo de Kebreau, nombrándolo embajador en el Vaticano, burla soberana si se tiene en cuenta que Kebreau, por sus instintos criminales, era conocido como «El General Thompson» por el nombre de la metralleta que siempre usaba.


El vacío que estaba dejando la eliminación del brazo armado y uniformado de la autoridad, el ejército, iba a ser colmado inmediatamente por los Tontons Macoutes, un cuerpo paramilitar, fascista y sanguinario que garantizaría el sueño tranquilo del dictador y el de sus descendientes.


Los primeros aportes económicos para el sostenimiento de los Tontons Macoutes los hizo, curiosamente, el ex presidente de Cuba, Prío Socarrás que, obsesionado en su empeño en derrocar a Batista, distribuía a manos llenas sumas fabulosas que sacó subrepticiamente del erario cubano. De la misma manera que fue él quien subvencionara la expedición del Granma, con Fidel Castro de jefe supremo, esperando una victoria rebelde en la isla Siboney y un retorno triunfal propio en medio de las aclamaciones multitudinarias de los cubanos; de igual modo facilitó una cuantiosa suma de dinero a Duvalier y a Kebreau cuando tuvo lugar la campaña electoral en 1957. La suma barajada alcanzaba los 300.000 dólares, algunos de los cuales sirvieron para la formación y adiestramiento del núcleo que iba a transformarse en la parte medular de los Tontons Macoutes. Los Estados Unidos, por su lado, también aportaron su grano de arena. «Es importante señalar que todo este proceso de afianzamiento del régimen en el poder mediante el terror, contó con el apoyo inequívoco (político y económico) de Estados Unidos. Una misión militar norteamericana, encargada de asesorar y adiestrar al ejército, la marina y la aviación, se instaló en Haití. Se encargó de la formación de aquellos militares que iban a adiestrar a los cuadros civiles del cuerpo de los Tontons Macoutes. La presencia de esta misión constituyó un soporte abierto a Duvalier.»

Vale decir que los Tontons Macoutes nacieron protegidos por los dioses y los poderosos de la tierra. Duvalier no regateó gastos para lograr su protección y la inamovilidad de su régimen. Buscó «asesores» donde fuera y de la nacionalidad que fuera hasta lograr un cuerpo cohesionado, disciplinado, fanático y dispuesto a morir por el jefe supremo.


El nombre de Tontons Macoutes corrió a cargo de la iniciativa popular. «El hombre del saco», «el coco» que, según las madres, se lleva a los niños que se portan mal, en Haití es denominado Tonton Macoute. Son personajes legados por la tradición que deambulan por la noche con sus sacos, sus cestas, sus macutos, y se llevan a los niños desobedientes.

Los sicarios de Duvalier comenzaron sus hazañas en la oscuridad dedicando especial saña a la prensa inconformista. Irrumpían en los talleres de Foi Social, Le patriote, Mopisme Integral, Haití Miroir, independence, destrozando cuanto hallaban a su paso. Iban enmascarados y en patota, abusando de las mujeres, como le sucedió a Hakim Rimpel, redactora de la Escala, que fuera golpeada, violada y abandonada en un despoblado. En estos comienzos, el gobierno alegaba no saber nada de los malhechores. Duvalier necesitaba tiempo y seguridad antes de desplegar abiertamente su fascismo tropical. Dos años más tarde, el 22 de septiembre de 1959, con motivo de la conmemoración de la victoria de Duvalier, en el desfile militar aparecieron, uniformados y armados, los Tontons Macoutes, todos en disciplinada formación que les fuera enseñada por los instructores militares norteamericanos, imponiéndose por su número al resto de las fuerzas del desfile. La Gestapo de Duvalier se manifestaba a la luz del día. El poder de Papa Doc estaba consolidado y el protector más seguro pasaba a ser el Tontons Macoutes.


Este cuerpo represivo estaba investido de carta blanca absoluta y sembrar el terror era su estrategia máxima. Las calles amanecían regadas de cadáveres y los autores de las muertes nunca eran descubiertos ni siquiera denunciados. Duvalier puso al frente de los Tontons Macoutes a Clement Barbot, sanguinario y ambicioso al extremo de que, en abril de 1963, se revelaba contra Duvalier. Unos meses más tarde era localizado y abatido, lo que puede inclinar a pensar que no todos los Tontons Macoutes eran incondicionales del dictador. Con todo, el caso Barbot no volvió a repetirse.

Los hermanos Clement y Harry Barbot

Era este cuerpo paramilitar, único en el continente por sus condiciones: oficializado, con licencia absoluta para matar inmune e inasible para la justicia ordinaria y militar y cuyos efectivos sumaban 40.000. Estaba a su cargo la liquidación de toda oposición política a Duvalier cuando el opositor no puede ser liquidado a través de la justicia ordinaria, exageradamente cruel, dicho sea de paso, ya que hasta condenas a muerte se pronunciaron, el 25 de agosto de 1958, contra Frank Leonard, Yves Bajeux y Holbert Christophe.

La clausura de los sindicatos como la Asociación de Empleados Bancarios, la Unión de Maestros y otros menos connotados, se llevó a cabo mediante la intimidación, la encarcelación de los dirigentes y la eliminación de algunos de los militantes de mayor prestigio. Las voces tímidas surgidas en el seno del mismo duvalierismo, organizado como partido único en el país con el nombre de Partí d’Unité Nationale, que resultaban discrepantes, eran ahogadas de inmediato. En septiembre de 1959, seis senadores incondicionales que resultaron no serlo tanto, fueron sacados violentamente de sus curules. Cinco de ellos pudieron abandonar Haití, Yvan Emmanuel Moreau no lo logró y poco después desaparecía.


Los desaparecidos en Haití comienzan a figurar desde el mismo advenimiento del duvalierismo. La papadocracia gira en torno al terror indiscriminado y la desaparición de un ciudadano resulta más impactante, y al mismo tiempo más limpia que el asesinato. Duvalier ha sido el precursor de esta triste institución en América con cerca de dos décadas de ventaja frente al argentino Videla, quien inauguraba en el Cono Sur esta estrategia sombría.

«El proceso de fascistización avanzaba rápidamente. Los sospechosos de actividad política eran simplemente asesinados. La lista de los desaparecidos crecía. Edner St. Vil, Clairveau Rateau, Georges Rigaud, Watson Telson, Antoine Templier… y decenas más.»


En ese año de pesadilla de 1959 la sevicia del dictador explotó inconteniblemente. Los Tontons Macoutes, al mando de Barbot, eliminaban a todo militante de la oposición y, aplicando aquella bárbara consigna de Chang Kai Shek: «Mejor matar a cien inocentes que dejar escapar a un revolucionario», acaban igualmente con el sospechoso y el simpatizante. Bastaba la más nimia de las denuncias para que se produjera un asesinato. Dos crímenes que causaron impacto en la población fueron los de los hermanos del excandidato presidencial Clement Jumelle, que fueron asesinados en plena calle mientras que Clement Jumelle lograba refugiarse en la embajada de Cuba. Murió allí a los pocos días, en la sede de la cancillería cubana. Durante el entierro, Duvalier dio nuevas muestras de su barbarismo y obcecación. Hizo que secuestraran el ataúd y fuera llevado a un lugar guardado en secreto hasta ahora.

Francois Duvalier, Papá Doc.

Al correr de los años y a pesar de las masacres llevadas a cabo en los primeros años del duvalierismo, los crímenes de esta Gestapo tropical no cesaban y, cuanto más fortalecido se sentía este cuerpo de exterminio, más espectacularidad buscaba en sus fechorías. En las plazas principales de las urbes haitianas eran expuestos los cadáveres de los enemigos de Duvalier hasta su total consunción, sin que nadie osara proporcionar piadosa sepultura al muerto, por miedo a las represalias de los Tontons Macoutes. Cuando en 1963, el ex jefe Clement Barbot, junto con su hermano Harry, con otros rebeldes, tratan de derrocar a Duvalier con la ayuda de la CIA intentando secuestrar al hijo del dictador, Jean Claude, la furia de Papa Doc no tuvo límites, cercenando vidas a ciegas, porque, en los primeros momentos, se desconocían los autores de la sublevación. François Benoit, teniente del ejército, por el mero hecho de ser campeón de tiro, fue declarado sospechoso y se puso precio a su cabeza. Benoit logró asilarse en la embajada de la República Dominicana pero todos sus familiares y cuanta gente fue hallada en su hogar fueron masacrados. «Disparar primero y preguntar después» era la consigna en el cuerpo de criminales a sueldo de Duvalier y a los inocentes sacrificados no les alcanzan ni las excusas por el mortal equivoco.


En agosto de 1964, procedentes de Estados Unidos, 13 jóvenes desembarcaron en las playas de Jeremie. Duvalier logró la lista de los muchachos y ordenó la masacre de sus familias, radicadas en la región. Los Drouin y los Villedrouin en particular, fueron todos asesinados. Relacionado con este desembarco se asoció, sin que se verificara el hecho, el nombre del estudiante Daniel Sansaricq, de Jeremie, igualmente. Toda la familia, incluido el padre, industrial de gran prestigio en la ciudad, sumando un total de 13, fue degollada en plena calle. Los Tontons Macoutes, con su patente de corso, saquearon también el domicilio y los establecimientos de Sansaricq.


Cuando Clement Barbot abandonó el cuerpo criminal de los Tontons Macoutes después de haberlo organizado y dirigido durante los primeros tiempos, la población haitiana pensó que la pesadilla terminaría. Elous Maitre, Luc Desir y otros oficiales subalternos como Guyot, Beavoir y Borges demostraron que Haití era como el Infierno de Dante en donde hay que abandonar toda esperanza. «En el reinado de los Tontons Macoutes –escribe Gérard Pierre Charles–, la cárcel no es la antesala de la muerte: es ya el infierno. Los testimonios de los supervivientes evocan el Buchenwald nazi. Aquí no hay hornos crematorios, ni hacen falta, porque la producción no es tan masiva. El campo de exterminio del doctor Duvalier no es tan vasto. Mas quien ingresa en Fort Dimanche se considera ya muerto… Muy pocos de los detenidos que llegan a Fort Dimanche o a la Penitenciaría, salen vivos de allí. O la víctima perece en el Bureau de Police o en el sótano del Palacio, en los interrogatorios interminables, o desaparece en las afueras de la ciudad o, a fuego lento, en el mismo Fort Dimanche».

Fuente: Polémica. Revisión y Diseño: elcofresito.

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