Quinto Fabio Máximo, el “Escudo de Roma”.
Victoria de Aníbal en la batalla de Trebia (Angus McBride). Imagen Strategwar.
¿Por qué a George
Washington lo llamaban el Fabio americano? ¿A qué se refiere la expresión
“táctica fabiana”? ¿De dónde viene el adjetivo fabiana que se aplicó a una
sociedad decimonónica antecedente del Partido Laborista británico? ¿Quién fue
apodado el Escudo de Roma después de que a Marco Claudio Marcelo se le
conociese como la Espada de Roma? Para contestar a todas estas preguntas hay
que remontarse a la Segunda Guerra Púnica y centrarse en uno de aquellos
personajes especiales que la protagonizaron, uno de los principales por cierto,
aunque haya quedado un tanto a la sombra de Aníbal o Escipión, en parte por su
oposición a este último: Quinto Fabio Máximo.
Nacido en torno al año 280
a.C, descendía de una importante familia patricia cuyos principales
representantes habían sido su abuelo, el tres veces cónsul y primer senador
Quinto Fabio Máximo Gurges, y su bisabuelo Quinto Fabio Máximo Ruliano, que
ostentó el consulado en cinco ocasiones y llegó a dictador; ambos héroes
durante las guerras samnitas.
Estatua de Quinto Fabio Máximo en el palacio vienés de Schönbrunn. Foto Herzi Pinki en Wikimedia Commons.
Con semejante abolengo
estaba cantado que el futuro político y militar del joven Fabio prometían, a
pesar de que, a decir de Plutarco, en la infancia fue de aprendizaje lento y no
destacaba por su carisma; algo que el escritor no consideraba negativo porque
pensaba que podía ser positivo para la formación de su personalidad.
Efectivamente, fue llegar
a adulto y aquellas cualidades que le habían caracterizado se refinaron: su
tranquilidad devino en ausencia de bajas pasiones, su poco dinamismo en
prudencia, su indiferencia en un carácter templado. Aunque no empezó el cursus
honorum hasta el 237 o el 236 a.C., ya le habían consagrado como augur casi
tres décadas antes, cuando era un adolescente, aunque no hay mucha información
sobre esos años y, de hecho, se ignora si llegó a participar en la Primera
Guerra Púnica.
El Mediterráneo en el año 264 a.C. Imagen Wikimedia Commons.
Fue después de esa
contienda cuando su nombre empieza a aparecer, primero al ser nombrado cuestor,
luego edil curul y más tarde, en el 233 a.C., cónsul, gracias a su victoria
sobre los ligures, con la que además el Senado le concedió un triunfo (un
desfile que salía del Campo de Marte, pasaba por la Porta Triunfalis y llegaba hasta
el templo de Júpiter, seguido de una fiesta y otros honores). Más tarde pasaba
a ser censor y en el 228 retomaba el consulado, período en el que se enfrentó a
Cayo Flaminio Nepote por la ley agraria que éste impulsaba como tribuno de la
plebe, pretendiendo distribuir las tierras conquistadas a los galos picenos (de
la actual provincia italiana de Rímini) entre las familias plebeyas que se
arruinaron en la guerra contra Cartago.
Esta ciudad determinaría
su carrera. Tres años después de ser nombrado dictador para los comicios del
año 221 a.C., y según Tito Livio, formó parte de una embajada enviada a Cartago
que reclamaba por la toma de la ciudad hispana de Sagunto; como la reclamación
no fue satisfecha, el propio Fabio leyó una declaración formal de guerra ante
el senado cartaginés (si bien Dión Casio dice que no fue él sino su primo Marco
Fabio Buteo). El caso es que así empezó la Segunda Guerra Púnica: recuperada de
la derrota anterior y bajo el mando de los Barca, Cartago inició una expansión
por la mitad meridional de Hispania que compensara el golpe a la economía que
supuso la pérdida de Sicilia.
Quinto Fabio Maximo declara la guerra al Senado de Cartago. Imagen Eon Images.
Consciente del peligro, la
República Romana no estaba dispuesta a permitirlo. Pero enfrente se encontró a
un genio militar llamado Aníbal, que en una audaz campaña cruzó los Alpes y los
Apeninos y llevó las hostilidades a la península itálica. En la primera gran
batalla, la de Trebia, había derrotado a los cónsules Tiberio Sempronio Longo y
Publio Cornelio Escipión; en la siguiente, en el lago Trasimeno, aplastó a Cayo
Flaminio Nepote (el viejo enemigo de Fabio) y remató la jugada con otra
victoria en los Pantanos de Plestia ante Cneo Servilio Gémino. Era el año 217
y, dada la apurada situación, el Senado hizo algo insólito: nombrar dictador a
Fabio otra vez.
Como magister equitus
(lugarteniente y suplente) eligieron al antiguo cónsul Marco Minucio Rufo, que
no se resignaba a estar a las órdenes del otro -eran rivales políticos- y ello
resultaría fatal. Fabio atribuyó la situación al descuido de los deberes hacia
los dioses, tal como indicaban algunos presagios, por lo que mandó reparar ese
olvido ordenando a los ciudadanos que gastaran 333 sestercios y 333 denarios
(el 3 era considerado un número perfecto) y trató de elevar la moral del pueblo
romano mediante una colosal ceremonia religiosa que incluyó sacrificios masivos
de cosechas y animales que se repartieron entre las familias de los caídos en
el lago Trasimeno.
A grandes males grandes
remedios, y se dice que en aquel holocausto incluso se sacrificó a un centenar
de niños nacidos en el período votivo sin que se libraran siquiera los de
origen patricio (aunque otra interpretación dice que no morían sino que eran
seleccionados para más tarde, al cumplir veinte años, realizar una
peregrinación cubiertos con un velo), aparte de recuperarse la tradición
etrusca de regar con sangre humana la tierra de los fundadores de Roma guardada
en un santuario llamado Mundus. Parece que las iniciativas tuvieron éxito y la
gente depositó confianza plena en el nuevo dictador.
Esquema de la batalla del lago Trasimeno. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
Ahora bien, una cosa era
levantar el ánimo decaído y otra enfrentarse al temible ejército de Aníbal.
Consciente de la superioridad de éste, Fabio optó por una estrategia de acoso y
desgaste, rehuyendo la batalla campal. Sus tropas se limitaron a hostigar a los
contingentes cartagineses que se retrasaban o quedaban aislados con emboscadas
y pequeños ataques que, junto con la táctica de tierra quemada, molestaban
continuamente al enemigo y le impedían abastecerse. Era lo que se daría en
llamar táctica fabiana que, contestando a las preguntas del comienzo, aplicó
George Washington durante la Revolución Americana ante la superioridad del
ejército inglés y que una variante del socialismo utópico del siglo XIX, la
Sociedad Fabiana, asumió también en el sentido de aplicar reformas progresivas
y graduales en lugar de la ruptura revolucionaria.
Esa forma de combatir no
gustó a los romanos, que le adjudicaron a Fabio el agnomen (apodo) despectivo
de Cunctactor, “el que retrasa”, que se sumaba a otros que ya tenía, como
Verrucosus (Verrugoso, en alusión a una verruga en su labio superior) y Ovicula
(Cordero, por sus suaves maneras). Fabio logró arrinconar a Aníbal en un valle
pero no le atacó sino que prefirió intentar rendirle por hambre, si bien éste logró
escapar rompiendo el cerco con una manada de bueyes a los que colocó antorchas
en los cuernos; fue la batalla de Ager Falernus, que en Roma consideraron una
oportunidad perdida desatándose poco a poco una opinión pública adversa a aquel
concepto de dilación bélica. Desde luego, debidamente impulsada por Marco
Minucio, quien acusaba veladamente a su superior de cobarde y de prolongar la
guerra deliberadamente para detentar el mando.
Aníbal prepara los bueyes para la batalla de Ager Falernus. Imagen War On The Rocks.
Tampoco ayudaba que los
campos agrícolas de Campania fueran depredados por los invasores sin que se
hiciera nada por evitarlo. Por eso cuando Fabio fue llamado a Roma, su magister
equitus vio la gran oportunidad. Desobedeciendo la orden del dictador, Minucio
se lanzó contra unas unidades enemigas poniéndolas en fuga; no fue más que una
escaramuza pero en la capital la noticia fue recibida con entusiasmo por la
gente… y con enfado por parte de Fabio, que si no ordenó la ejecución de su
subordinado fue porque éste tenía un apoyo político importante en uno de los
tribunos de la plebe, Marco Metilio, quien consiguió que el Senado nombrase a
su amigo co-dictador.
Sabiendo que su compañero
se autodestruiría tarde o temprano, Fabio le concedió la mitad del ejército. Y
pasó lo que tenía que pasar en la batalla de Geronium: Minucio ataco
frontalmente a los cartagineses y fue ganando metros sin sospechar que se
estaba metiendo en una trampa en la que Aníbal le envolvió merced a tropas que
había escondido en las irregularidades del terreno. No hay datos sobre las
bajas registradas por las legiones pero fueron tan cuantiosas que Minucio, que
fue rescatado in extremis por Fabio, reconoció su error y, debiéndole la vida a
su superior renunció a los poderes obtenidos retomando el cargo de magister
equitus.
Esquema de la batalla de Cannas. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
Seis meses más tarde
expiró la vigencia de la dictadura y el mando supremo retornó a dos cónsules,
Cneo Servilio Gémino y Marco Atilio Régulo, a los que sucedieron Lucio Emilio
Paulo y Cayo Terencio Varrón. Éstos siguieron la línea de Minucio y aduciendo
que temían los votos romanos más que a Aníbal, atacaron a éste abiertamente en
Cannas, sufriendo una estrepitosa derrota: 70.000 muertos según Polibio, 50.000
según Tito Livio, más 11.000 prisioneros, cifras que suponían una catástrofe
por la dificultad de suplir tantas bajas. Irónicamente, eso hizo a todos añorar
al denostado Cunctactor y su criticada táctica fabiana; al fin y al cabo, el
mismísimo general cartaginés le admiraba por su astucia y porque pagaba el rescate
de los prisioneros de su bolsillo.
Así, Fabio, que había sido
nombrado pontífice, resultó elegido cónsul de nuevo junto a Marco Claudio
Marcelo y una vez más tuvo que detener el desplome de la moral prohibiendo que
nadie abandonara Roma, ordenando que las familias con caídos en combate
llevaran a cabo las honras fúnebres en privado y poniendo el tope de un mes
para el luto. Asimismo, paseó por las calles animando a los ciudadanos y asumió
el mote de Cunctator como título.
Por supuesto, volvió a su
táctica dilatoria, lo que estancó las operaciones de uno y otro bando excepto
en el caso de Tarento, que reconquistó, ganándose otro triunfo, y en Roma, que
se salvó debido a la insuficiencia de hombres y medios de los cartagineses para
llevar a cabo un asedio y defender luego la ciudad si la tomaban.
Publio Cornelio Escipión "El Africano". Foto Miguel Hermoso Cuesta en Wikimedia Commons.
Así estaban las cosas en
el año 209, cuando alcanzó el consulado por quinta y última vez. Para entonces
ya empezaba a surgir otra figura carismática en el bando romano: un joven
llamado Publio Cornelio Escipión, patricio de ilustre ascendencia que había
tomado parte en la batalla de Cannas distinguiéndose por amenazar de muerte a
un grupo de notables que, ente el sombrío panorama, planeaban dejar el país y
ofrecerse como mercenarios en el extranjero.
Escipión, que llegó a ser
edil curul en el 212, cuando aún no tenía edad para ello, se hizo muy popular
por haber derrotado en Hispania a Asdrúbal Barca, el hermano de Aníbal,
recuperando la península para la República. Ello le convirtió en adversario
político de Fabio, a quien se veía ya como alguien de otra época y por eso el
viejo Cunctator se opuso a su plan de llevar la guerra a África para obligar al
ejército cartaginés a abandonar Italia en defensa de su ciudad. Al final hubo
una decisión de compromiso: Escipión atacaría Cartago pero con tropas
limitadas, para que Roma no quedara indefensa.
La campaña africana de Escipión. Imagen Cristiano64 en Wikimedia Commons.
El caso es que,
efectivamente, Aníbal se embarcó para ir a ayudar a los suyos en el año 203
a.C. Fabio no pudo verlo porque había fallecido poco antes y, por tanto, sería
Escipión quien derrotase al Barca en Zama y quien se llevase el mérito de ganar
la Segunda Guerra Púnica, ganándose el apodo de el Africano. Pero Fabio se hizo
acreedor al título honorífico de Escudo de Roma. Tan expresivo como
perfectamente ajustado a la realidad.
Fuentes: Historia de Roma desde su fundación (Tito
Livio)/Vidas paralelas (Plutarco)/Historia romana (Dión Casio)/El mundo
mediterráneo en la Edad Antigua. El helenismo y el auge de Roma (Pierre
Grimal)/Historia de Roma (Francisco Javier Lomas Salmonte y Pedro López Barja
de Quiroga)/Anibal, enemigo de Roma (Gabriel Glasman)/Wikipedia. Jorge Álvarez,
LBV https://www.labrujulaverde.com/2017/12/quinto-fabio-maximo-el-escudo-de-roma-que-impidio-la-conquista-de-esta-por-anibal
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