Gormaz, la fortaleza califal más grande de Europa, obra de Al-Hakim II.
Tras pasar por ella en
otros artículos, como el de Tiermes o San Baudelio, hoy volvemos a la provincia
de Soria. En concreto a uno de los meandros del rio Duero, ya que en su margen
derecha surge la imponente figura de la fortaleza califal de Gormaz, la más
grande de Europa durante la Edad Media. Su posición le permitió, como veremos,
controlar un amplio territorio de la frontera natural que supuso dicho Rio
Duero, en las luchas entre cristianos y musulmanes por el control de las
mesetas castellanas.
Nada más y nada menos que
un kilómetro de murallas construidas con sillería, en la cual se observan 28
torres de vigilancia. Dicho conjunto ocupa por completo los 370 metros de largo de la pequeña montaña sobre la que se
asienta la fortaleza. Su visión a varios kilómetros de distancia, nos llevan a
varias conclusiones: La más importante, la excelente posición para el control
de rutas norte-sur gracias a unas vistas que se perdían en el horizonte, en
segundo término su gran inexpugnabilidad. Antes de continuar con nuestra visita
a Gormaz, es interesante conocer su mecenas, para comprender los motivos para
su construcción.
El califato Omeya de
Córdoba.
Lejos de la homogeneidad,
la conquista musulmana de la península Ibérica
fue durante la Edad Media un continuo vaivén de pueblos, identidades, y
diferentes unidades políticas. Pero una de las más proliferas para el control
político, militar y cultural de la Península, fue el denominado califato de
Córdoba, en el periodo comprendido entre el 929-1031.
Se inició con la llegada
al poder en Córdoba de Abderramán III, decidido a acabar con un periodo
presidido por la inestabilidad, donde las diferentes marcas islámicas habían
conseguido una cierta autonomía frente a la capital cordobesa. Sin ir más
lejos, dos de las ciudades más importantes del mundo islámico en la península
fueron reconquistadas por el denominado primer Califa de Córdoba, antes del mismo se denominaban emires, concretamente Badajoz (929) y Toledo (932),
está tras dos años de asedio.
En cuanto a la reconquista
iniciada en el norte peninsular por las fuerzas cristianas, Abderramán III,
sería infringido por una de las derrotas más importantes de finales de la Alta
Edad Media. En concreto en la Batalla de Simancas (939) y a manos de Ramiro II
de León. Aunque afortunadamente para el califa cordobés, la muerte de Rey de
León en el año 951, con la consiguiente lucha sucesoria, llevó al Califato de
Córdoba a su mayor esplendor cultural y artístico.
Al-Hakim II
Exactamente, en ese
momento de mayor esplendor llegó al poder, tras la muerte de su padre, el
protagonista de la Fortaleza de Gormaz. Al-Hakim, Califa de Córdoba entre los años 961-976 fue educado en la prolífera
Universidad musulmana de su ciudad
natal, donde se convirtió en el Califa
más instruido en todas las artes del saber. A su llegada al poder a los 47
años, estaba sobradamente preparado para llevar los destinos del Califato,
entre sus muchos logros suele destacarse la construcción de la Biblioteca más
importante del momento en Europa, con 400.000 ejemplares, dato que algunos
ponen en entredicho.
Pero el Califa no se
conformó en el aspecto militar, y menos tras observar los pactos producidos en
el otro lado de la frontera entre los reinos cristianos. De esta manera y al
mando del General Galif, mandó a los ejércitos musulmanes a atacar a la
coalición entre León, Castilla y Navarra, la victoria fue clara del lado de los
Omeya. Tras la conquista de San Esteban de Gormaz y Atienda, Al-Hakim decidió
construir entre ambas ciudades y sobre los restos de antiguos castillos
musulmanes, y posiblemente romanos, la nueva fortaleza Califal de Gormaz. Su
principal motivo la defensa de una de las ciudades más importante en el norte
del Califato de Córdoba, concretamente Medinaceli.
Dos fueron los principales
personajes que defendieron la fortaleza árabe, el primero ya lo hemos
presentado antes, el General Galib, que repelió en el año 975 un asedio a cargo
de los cristianos. Aunque de poco le
sirviera, ya que tres años después en el 978 los cristianos encabezados por el
Conde García Fernández se harán con la fortaleza. Tras unos años, entrará en
liza el segundo de los personajes claves en la defensa de Gormaz, el célebre
Visir de Al-Hakim II, Ibn Abi Amir más conocido como Almanzor, que recuperó
nuevamente Gormaz en el año 983.
Después de lo cual,
deberán pasar cerca de 80 años para que un nuevo cristiano pise como dueño el
castillo medieval. El rey de León, Fernando I lo conquistará definitivamente
para los cristianos en el año 1060. Uno de sus últimos ilustres huéspedes pudo
ser Rodrigo Díaz de Vivar, como señor del castillo a finales del siglo XI.
Ocupado durante toda la Baja Edad Media, pero sin repercusión ni importancia
defensiva de la línea del Duero ira progresivamente abandonándose.
Visita a Gormaz.
En primer lugar destacar
un par de aspectos: el castillo no está museizado, con la única excepción de
escasos paneles explicativos, por lo tanto su entrada es gratuita y se puede
acceder hasta la misma a través de una pista asfaltada, destacar también que no
ofrece ningún horario restringido. Todo ello no es óbice, para destacar su gran
estado de conservación y cuidado, que sin duda transportan al visitante a la
Edad Media.
La visita la pueden
dividir en dos apartados bien diferentes. Al entrar a mano derecha accederán a
la parte residencial de la fortaleza. En ella encontrarán una torre del
homenaje, muy posterior a los hechos relatados con anterioridad, ya que data
del siglo XIV, aunque su estilo mudéjar pude llevar a recordarnos su ocupación
árabe. Otras construcciones destacadas son los restos del Alcázar, que fue la
zona residencial del castillo en época cristiana, concretamente construida
sobre el original palacio califal del que se observan algunos restos de muros.
Junto al mismo destaca un aljibe, elemento imprescindible durante los asedios,
está recubierto de hormigón y cal y se observa como recogía el agua de los
tejados.
Dos elementos más se
pueden destacar, la torre de Almanzor situada frente a la del homenaje y de
similar altura. Y por último el
reconstruido paso de Ronda, el lugar desde donde se realizaban las guardias de
vigilancia.
Tras visitar la zona noble
de la fortaleza califal, queda la parte más impresionante de la visita,
recorrer el amplio espacio amurallado que sin duda conserva su pasado más
original. La muralla está bien conservada, además en la misma se abren puertas
que permiten observar todo el panorama antes referido sobre el emplazamiento
defensivo de la línea del Duero. Por cierto, una de las puertas denominada
califal fue uno de los accesos principales de la fortaleza, en época musulmana.
Además está conserva el arco de herradura que recuerda el estilo cordobés, sin
ir más lejos de la mezquita de la ciudad andaluza. Por último destacar que toda la zona sobre la
cual se realiza la visita, estuvo ocupada por las tropas musulmanas, con sus
correspondiente caballerizas, edificios de artesanos, e incluso huertos. De
ello ha quedado constancia en la gran Alberca que debió alimentar de agua esta
parte de la fortaleza, la cual estuvo cubierta para evitar evaporaciones por el
sol meseteño en los cálidos veranos.
Fuente: José Mari,
Caminando por la Historia:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
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