Stede Bonnet, el rico terrateniente que se convirtió en pirata para huir de su matrimonio.
Ilustración de Newell Convers Wyeth. Imagen de American Gallery 20th Century.
Si hubiera que escoger el
prototipo de pirata del Caribe habría unos cuantos candidatos pero seguramente
uno de ellos no sería Stede Bonnet. Primero por su propio origen, ya que
resultaba poco común que un rico terrateniente abandonase su acomodada vida
para ponerse al margen de la ley. Segundo, porque no era nada frecuente que la
gente se manifestase públicamente en contra de su ejecución cuando llegó el
momento. Y tercero, porque su carrera en la piratería, bastante confusa,
tampoco parece haber sido como para tirar cohetes comparada con la de otros.
Por tanto, es interesante echar un ojo a su vida para intentar averiguar por
qué, a pesar de todo, fue uno de los piratas más famosos.
Aunque la isla de Barbados
había sido descubierta y explorada por los españoles a principios del siglo
XVI, a partir de 1536 fue ocupada esporádicamente por los portugueses hasta que
en 1620 una expedición inglesa desembarcó, construyó varios fortines e instaló
una colonia con capital en Bridgetown. Allí, en la parroquia de Christ Church,
tenían su finca familiar los Bonnet; más de ciento sesenta hectáreas que el
joven Stede recibió en herencia en 1694, a la muerte de su padre, cuando no era
más que un niño de seis años.
Éste es el único dato
seguro que conocemos de su biografía temprana y ello gracias al registro
parroquial. Después hay que esperar hasta noviembre de 1709 para saber que se
casó con Mary Allamby, con la que tuvo tres hijos y una hija, muriendo el
primogénito en 1715. Parece que el matrimonio fue tan desgraciado que Stede,
harto de reñir con su esposa, decidió abandonarla junto con los niños para
lanzarse a una nueva vida lejos de todos. Eso ocurrió en 1717 e ignoramos qué
le impulsó a elegir el mar, ya que si bien tenía cierta experiencia en la
milicia local, carecía completamente de ella en el mundo naval.
Bonnet en una ilustración de 1725. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
El caso es que adquirió
una balandra (o cúter) de apenas sesenta toneladas a la que bautizó con el
nombre de Revenge. Ese tipo de embarcación, pequeño (entre once y veinte metros
de eslora), un único mástil y timón de codaste en vez de rueda, solían
emplearlo las armadas para patrullar pero también era el más usado por los
piratas caribeños por su escaso calado, que permitía tanto acercarse por
sorpresa al enemigo como escapar de él navegando por zonas de muy poca
profundidad e incluso remontar desembocaduras de ríos, algo imposible para
barcos más grandes. Sin embargo, lo habitual es que sus capitanes consiguieran
la nave robándola, mientras que Bonnet pudo permitirse el lujo de comprarla.
De hecho, también la
equipó con diez cañones (eso sí era normal, dado que la gran baza de la
balandra estaba en su ligereza y velocidad, y dotarla de un exceso de
artillería lastraba esas cualidades) y contrató una tripulación de setenta
hombres, bastantes para el espacio disponible, si bien a veces podía superarse
el centenar y medio. Como no sabía gran cosa de navegación y tenía que delegar
las decisiones en su oficial y su contramaestre, trató de ganarse el respeto de
los marineros de una forma alternativa, insólita para la época: pagándoles un
salario al margen de los botines que obtuvieran.
Maqueta de una balandra o cúter. Foto de Rama en Wikimedia Commons.
Según indican informes de
la Royal Navy, el Revenge zarpó del puerto de Carlisle Bay amparado en la
oscuridad y fijó rumbo hacia la costa de Virginia, que por entonces era uno de
los lugares favoritos de la piratería para actuar debido a su escasa protección
comparada con las posesiones españolas. Bonnet se estrenó en la Bahía de
Cheasepeake capturando cuatro barcos y prendiendo fuego a otro llamado Turbet,
que era de Barbados, para impedir que informase de sus acciones en su tierra
natal.
Luego se dirigió a Nueva
York, hizo un par de presas más y fondeó en Gardiners Island (East Hampton)
para liberar a los prisioneros que había reunido. La leyenda de que los
obligaba a caminar por la tabla es posterior y seguramente ficticia, ya que
siempre los trató con deferencia y, de hecho, se ganó el apodo de The Gentleman
Pirate (El Pirata Caballero), algo poco común en aquel feo oficio.
Ese verano retornó a las
Carolinas, capturando un bergantín bostoniano y una balandra barbadiense,
aprovechando el maderamen y aparejos de esta última como repuestos. En septiembre
tuvo un enfrentamiento con un navío de guerra español en el que la Revenge
sufrió serios desperfectos y el propio Bonnet quedó malherido, así que recaló
en Nassau, la ciudad de la isla de New Providence (Bahamas) a la que se conocía
popularmente como la República de los Piratas, debido a que todos los que
operaban en la zona se congregaban allí. Además, aparte de recuperarse podría
sustituir las numerosas bajas que había tenido, casi la mitad de la
tripulación.
Bandera atribuida a Stede Bonnet en un antiguo manuscrito británico.
Fue en Nassau donde se
encontró con el célebre Benjamin Hornigold, famoso por el honorable
comportamiento que mostraba con sus víctimas y que acababa de separarse de un
colaborador con el que venía de protagonizar una fructífera razia por el
litoral norteamericano, repartiéndose con él un suculento botín; ese subalterno
se llamaba Edward Teach, alias Barbanegra. Ambos jugarían un importante papel
en el futuro de Bonnet, el primero porque abandonaría ese trabajo para
convertirse en cazador de piratas y le persiguió, aunque sin éxito; pero sobre
todo el segundo, ya que Bonnet le cedió el mando de la Revenge mientras estaba
convaleciente, aunque se embarcó de todas formas.
La balandra navegó en
dirección a la Bahía de Delaware, donde apresaron once barcos. El capitán de
uno de ellos dejó testimonio de que Bonnet, durante el abordaje, deambulaba por
la cubierta sin sentido, claramente afectado aún por sus heridas, siendo
Barbanegra quien llevaba la voz cantante. Antes de que terminase octubre habían
asaltado otras cuatro embarcaciones. En noviembre retornaron al Caribe y
continuaron sus correrías.
Una imagen típica de Barbanegra (Don Maitz). Imagen de Maitz & Wurts Studio Shop.
El 17 de ese mes, a la
altura de la Martinica, atacaron una bricbarca francesa que con sus tres palos,
treinta y un metros de eslora y doscientas toneladas se usaba para el tráfico
de esclavos. Se llamaba Concorde pero Barbanegra lo rebautizó con el burlesco
nombre de Queen Anne’s Revenge, convirtiéndolo en el que probablemente fue el
barco pirata más famoso de la Historia. Dos días después él y Bonnet se
separaron, siguiendo cada uno su camino aunque volverían a encontrarse.
Esa primavera, frente a la
costa hondureña, la Revenge intentó abordar un mercante de cuatrocientas
toneladas llamado Protestant Caesar que consiguió escabullirse, dejando a la
tripulación pirata frustrada y adversa a su capitán. Tanto que cuando volvieron
a cruzarse con Barbanegra solicitaron a éste que retomara el mando y él les
envió a un ayudante llamado Richards que desplazó a Bonnet. Esto no era raro,
ya que, al contrario de lo que pasaba en la Armada, las tripulaciones piratas
tenían capacidad para decidir quién les mandaba. Bonnet tuvo que quedarse en el
Queen Anne’s Revenge en una incómoda posición, medio invitado medio rehén. Probablemente
fue ese traicionero episodio el que le hizo plantearse abandonar la piratería.
Stede Bonnet, invitado de Barbanegra en una ilustración dieciochesca. Imagen de Golden Age of Piracy.
Mientras Bonnet le daba
vueltas a su idea de exiliarse en Portugal o España (era uno de los pocos
capitanes piratas importantes que no habían combatido en la Guerra de
Sucesión), Richards capturó una balandra procedente de Jamaica llamada
Adventure cuyo capitán, David Herriot, se unió a Barbanegra. De esta forma
contaba con una flotilla de cuatro naves que usó en la primavera de 1718 para
una ambiciosa operación: bloquear el puerto de Charles Town (actual Charleston,
Carolina del Sur) a cambio de un cuantioso rescate.
Pero, logrado su objetivo,
cuando navegaban hacia la isla costera de Topsail el Queen Anne’s Revenge
encalló y no se pudo recuperar. Barbanegra y Bonnet dejaron allí los barcos y
viajaron a Bath, en Carolina del Norte, para acogerse al indulto que ofrecía el
gobernador Charles Eden en nombre del rey Jorge I. Barbanegra no cumplió la
promesa de abandonar el oficio y en cuanto pudo regresó a Topsail,
escabulléndose con tres de los barcos y el botín. Otra traición que dejaba a su
socio sin recursos para iniciar una nueva vida en St. Thomas, una colonia
danesa situada en las Islas Vírgenes, donde tenía previsto asentarse para poner
en práctica la patente de corso que Eden le había concedido contra intereses
españoles.
Mapa de Charles Town en 1733. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
Así, únicamente le quedaba
la Revenge, con la que zarpó en el verano de 1718 contratando una nueva
tripulación e incorporando a varios piratas de Barbanegra que éste había dejado
abandonados. Estaba dispuesto a vengarse de su socio y lo buscó por el litoral
de Carolina del Norte, donde se decía que estaba. Sin embargo nada salió como
esperaba. En primer lugar, nunca llegaría a encontrarlo; y en segundo,
Barbanegra se había marchado también con todos los bastimentos, lo que le
impedía practicar el corso. La única salida era asaltar algunos barcos que le
proporcionasen los medios que necesitaba para una singladura larga: víveres,
dinero, repuestos, munición…
Es decir, tenía que volver
a ser un pirata. Como eso significaba vulnerar el pacto con Eden, adoptó una
personalidad ficticia haciéndose llamar Capitán Thomas y trocando el nombre de
su barco por el de Royal James (posiblemente una referencia al príncipe Jacobo
Estuardo, lo que indicaría que tenía simpatías por la causa jacobita). Y, así,
saqueó una docena de naves, de las que obligó a dos balandras, la Francis y la
Fortune, a acompañarle; con ese trío de embarcaciones entró en el estuario del
río Cape Fear y fondeó en el sitio que ahora se conoce como Bonnet’s Creek para
carenar la Royal James.
El estuario del río Cape Fear en un mapa de finales del siglo XVII. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
El trabajo, que llevó más
de un mes, lo hicieron los cautivos que tenía a bordo. Aunque el pirata solía
liberarlos en cuanto podía, esa vez hizo una excepción porque sólo contaba con
cuarenta y seis hombres repartidos entre los tres barcos; al igual que el
botín, por cierto, ya que en tales condiciones no podía pagar sueldos. La idea
era permanecer en ese lugar hasta que el otoño trajera el fin de la temporada
de huracanes, pero su presencia llegó a oídos de las autoridades de Charles
Town, que enviaron para cazarlo dos balandras de ocho cañones, la Henry y la
Sea Nymph, al mando del coronel William Rhett.
La batalla se libró el 26
de septiembre, en medio de cierta confusión porque la Henry encalló en un bajío
y Bonnet envió tres canoas a atacarla creyendo que era un mercante en apuros.
Al darse cuenta del error, los piratas dieron media vuelta pero esa noche, al
subir la marea, Rhett logró desencallar su barco. Bonnet reunió a su exigua
tropa en la Royal James y levó anclas, enfrentándose al enemigo; la diferencia
de dos contra uno se redujo cuando la Henry volvió a encallar otra vez. No
obstante, tras varias horas de intercambio de disparos, los hombres de Bonnet
alistados a la fuerza rindieron sus armas.
Captura de Bonnet por el coronel Rhett (Howard Pyle). Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
Superados en número y con
las balandras de Rhett ya libres, los piratas quedaron en desventaja. Para
colmo, esta vez fue la Royal James la que quedó varada. Rhett se los llevó a
todos prisioneros a Charles Town. El capitán, su contramaestre Ignatius Pell y
su piloto David Herriott fueron encerrados aparte. Bonnet consiguió evadirse
acompañado de Herriott pero al final les alcanzaron y el piloto murió de un
tiro mientras su superior volvía al calabozo. Poco después se produjo un extraño
capítulo, insólito en la historia de la piratería, cuando la población de
Charles Town se rebeló violentamente en favor de la libertad de Bonnet.
Pero fue inútil. Su
tripulación fue condenada a la horca el 10 de noviembre mientras él era acusado
sólo por los capitanes del Francis y el Fortune. Bonnett adujo que carecía de
autoridad sobre sus hombres, que eran los que le habían obligado a asaltar esos
dos barcos, ataque en el que no tomó parte personalmente; algo que apoyó el
contramaestre explicando que el intendente, Robert Tucker, era más respetado
que el capitán. Sin embargo, ésa descripción se ajustaba sólo a la primera
etapa; en la segunda sí parecía haber sido obedecido y respetado, como
demostraba el castigo de azotes que impuso a dos marineros, un tipo de sanción
típica de la Armada pero que los piratas no solían aceptar.
La ejecución de Stede Bonnet en un grabado de 1725. Imagen de dominio público en Wikimedia Commons.
Por tanto, la defensa, que
Bonnet había asumido personalmente, no obtuvo resultado y acabó condenado a
muerte igualmente. El reo pidió clemencia e incluso hizo la peregrina propuesta
de que le perdonasen la vida a cambio de amputarle brazos y piernas, lo que le
impediría volver a las andadas. Esta honda afectación desencadenó una nueva
oleada de simpatía por él, especialmente entre las mujeres, a quienes no pasaba
desapercibido que se trataba de un caballero; por eso se retrasó varias veces
el ajusticiamiento, aunque finalmente el pirata acabó colgando de una soga el
10 de diciembre. Se había librado de su matrimonio para siempre.
Fuentes: Pirates,
privateers, and rebel raiders of the Carolina Coast (Lindley S. Butler)/La
República de los Piratas. La verdadera historia de los piratas del Caribe
(Colin Woodward)/Pirates and buccaneers of the Atlantic Coast (Edward Rowe
Snow)/Treasure Neverland. Real and imaginary pirates (Neil Rennie)/Historic
U.S. Court cases. An encyclopedia (John W. Johnson)/Wikipedia. Jorge Álvarez,
LBV: https://www.labrujulaverde.com/2018/01/stede-bonnet-el-rico-terrateniente-que-se-convirtio-en-pirata-para-huir-de-su-matrimonio
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