Las armas defensivas indígenas usadas en Mesoamérica en la conquista española.
Es bastante interesante estudiar
el armamento que usaban los nativos de las Indias, no solo contra los
conquistadores españoles, sino también en sus guerras entre tribus y demás
ciudadanos naturales del Nuevo Mundo. Según parece, estas personas no se
llevaban nada bien desde antes de la llegada de los conquistadores, y se
dedicaban a tener violentos enfrentamientos entre ellos desde mucho tiempo
atrás, tras lo cual capturaban prisioneros y les sacaban el corazón. Tan mal
se llevaban que, una vez empezada la invasión, tampoco dudaron en aliarse con
los hombres que venían del este.
A pesar de lo avanzado de
su cultura, de construir magníficas edificaciones, de elaborar precisos
calendarios, etc., los indios desconocían el hierro, por lo que sus armas
estaban fabricadas con toda suerte de materiales, tales como la obsidiana,
maderas de variedades especialmente duras, hueso, pedernal y, más raramente,
cobre. Además, básicamente usaban todos un armamento similar, prácticamente sin
variaciones de ningún tipo. En todo caso y como es evidente, el armamento
hispano superaba al de los pobladores americanos porque veían cubiertos de
hierro. Además, hacían uso de caballos, animales totalmente desconocidos en
aquella tierra, y de mastines y alanos que eran capaces de poner en fuga a los
indígenas.
Pero, en cualquier caso y
a pesar de la superioridad tanto tecnológica como táctica de los ejércitos
españoles, no fue precisamente fácil dominar el continente porque dieron
bastante oposición con sus primitivas armas. Veamos pues con qué armamento se
enfrentaron a los ambiciosos conquistadores.
ARMAMENTO DEFENSIVO
EL ESCUDO
El escudo usado por estos
pueblos era similar a las rodelas usadas en Occidente. Recibían el nombre de
chimalli, y eran piezas de un diámetro de entre 50 y 75 cm. Para su construcción se usaban materiales
bastante variados: madera sólida forrada de una fina chapa de cobre que, a su
vez, era decorada con repujados e incrustaciones, o bien varas endurecidas con
fuego, bambú, juncos o mimbres unidos mediante hilos de algodón. A continuación
se recubrían con piel, la cual era profusamente decorada con pinturas, añadidos
de metal y/o piedras de colores (preciosas o no) o plumas. A modo de protección
adicional para las piernas colgaban en la parte inferior del escudo tiras de
tela gruesa decorada con plumas. En todo caso, parece ser que los guerreros
ordinarios no usaban decoración de ningún tipo, quedando esta reservada a los
mandos y a su aristocracia militar, o bien a modo de recompensas o
condecoraciones, como en el caso de haber hecho dos cautivos, lo que permitía a
su usuario a decorar su chimalli con motivos en color negro denominados
“desgarros de halcón”. Otras decoraciones habituales eran el xicalcoliuhqui y
el cuexyo. Veamos el aspecto de estos escudos...
A: Chimalli cuexyo. Este
tipo de decoración podía ir pintado en diversos colores, siendo los motivos
siempre iguales. Las medias lunas podían ser de oro.
B: Chimalli con
"desgarros de halcón" perteneciente a un guerrero que ha hecho dos
cautivos que, como era costumbre en estos sujetos, serían posteriormente
sacrificados a sus dioses.
C: Chimalli
xicalcoliuhqui. Se trata de un diseño habitual entre los pueblos mesoamericanos
en forma de greca que, al parecer, está relacionado con el pájaro-serpiente
Quétzalcóatl. Por lo visto, también era usado por la élite de los cuahchic.
D: Chimalli tozmiquizyo.
Es un diseño que representa una calavera de perfil.
E: Reverso de un chimalli
en el que se aprecia perfectamente su construcción. Como se explicó antes,
consta de una serie de varas reforzadas por otras dos colocadas
perpendicularmente para darle mayor resistencia al conjunto. Igualmente se
aprecian las tiras de tejido que cuelgan para proteger las piernas.
LA CORAZA
Para la protección
corporal usaban un jubón prácticamente igual a los antiguos perpuntes usados en
Occidente llamados ichcahuipilli. Eran, como se ve en la ilustración, una
prenda acolchada fabricada con varias capas de algodón endurecidas con salmuera
y pespunteado formando rombos. Además, de su color natural, podían ir teñidos
de tonalidades más vivas, como el rojo o el azul. Su finalidad no era repeler
los proyectiles, sino detenerlos gracias a las capas de tejido que, una tras
otra, iban absorbiendo su energía hasta pararlo definitivamente. Esta prenda
era llevaba bajo las vestimentas rituales de los guerreros jaguar o águila, los
mandos militares, caciques, etc. Su diseño se adaptaba muy bien al clima húmedo
de aquella zona ya que absorbía el sudor y no eran ni remotamente tan
agobiantes como las armaduras usadas por los españoles, por lo que estos no
dudaron en adoptarlos.
EL YELMO
La protección de la cabeza
estaba encomendada a unos peculiares yelmos fabricados con maderas
especialmente duras como la caoba, a las que se les daba la forma del animal
que representaba a los únicos guerreros que tenían el privilegio de usarlos:
así pues, tenemos de izquierda a derecha los jaguares, el tzitzimitl o dios de
la venganza, y los coyotes.
Los guerreros ordinarios
combatían con la cabeza descubierta, así que cabe suponer que caían como
moscas. Estos yelmos, como podemos suponer, proporcionaban una protección
bastante buena ya que la madera, dura de por sí, alcanzaba además unos grosores
notables que eran capaces de resistir tanto los golpes de mazas como de las
espadas españolas. Para proteger la cabeza de roces, el guerrero vestía una
cofia acolchada de algodón similar a las usadas en Occidente. Para asegurar el
yelmo a la cabeza, se fijaban al mismo dos correas de tela o cuero que se
anudaban bajo la barbilla. Además de estos guerreros de élite, la aristocracia
hacía uso de este tipo de yelmos, si bien con forma de sus dioses, símbolos
tribales o cualquier cosa que les cayera simpática como loros, monos,
cocodrilos, lobos u osos.
ARMAMENTO OFENSIVO
ARMAMENTO CONTUNDENTE
En primer lugar tenemos
las macanas, una mazas fabricadas con maderas muy duras cuya contundencia
acusaban incluso las mismas tropas españolas con sus yelmos y corazas de
hierro. Estas armas, endurecidas con fuego, eran casi tan demoledoras como sus
primas Occidentales de hierro o acero y ya podemos imaginar sus efectos sobre una
cabeza desprotegida. De hecho, cuando combatían entre indios, eran usadas con
cierta precaución para dejar sin sentido al enemigo ya que, según sus
costumbres, intentaban hacer el mayor número posible de prisioneros de guerra
para sacrificarlos tras la batalla. La que aparece debajo es una versión de
sección romboidal que se asemeja al macuahuitl, el arma predilecta de estos
guerreros y que veremos a continuación. En todo caso, como vemos, es un simple
tocho de madera que podía ser bastante dañino golpeando tanto por las aristas
como de plano. La protuberancia del extremo era para mejorar su agarre.
Otra variedad de macana
iba provista de una cabeza de arma en forma de estrella, tal como vemos en la
foto. Está fabricada con cobre mediante fundición y, aunque no tenía la masa de
una cabeza similar de bronce o hierro, no por ello carecía de contundencia.
Provista de un mango de madera embutido en el orificio que se aprecia en la
foto, esas macanas podían producir terribles heridas y, naturalmente, romperle
el cráneo incluso al más belicoso de los enemigos. Con todo, y como se ha
explicado, el verdadero peligro de este tipo de armas estaba más que en la
posibles fracturas en las heridas abiertas que producían, las cuales podían
infectarse casi con toda seguridad.
El macuajuitl era, como
decimos, el arma más usada por todas las tribus y naciones mesoamericanas. Por
asimilarla a un arma Occidental podríamos decir que era una especie de espada
de doble filo, pero con la contundencia de un hacha. Fabricados con maderas
duras, tenía unas dimensiones bastante generosas: alrededor de un metro de
largo, diez centímetros de ancho y cinco
de grosor, lo que evidentemente les daba un peso notable si bien, como vemos en
el dibujo inferior, también se fabricaban más pequeños. Pero lo verdaderamente
efectivo eran las cuchillas de obsidiana que llevaba embutidas a cada lado y
aseguradas mediante una resina bituminosa. La obsidiana puede ser tan cortante
como el acero afilado, si bien, como es natural, dicho filo lo perdían mucho
antes por lo que debían sustituir las piezas. De su devastador poder dejó
constancia un soldado español el cual narró que vio con sus propios ojos como
un indio golpeaba a un caballo en el pecho, sacándole las entrañas y matándolo
en el acto. Así mismo, también vio como en otra ocasión golpearon en la nunca a
otro caballo, decapitándolo limpiamente y cayendo su cabeza a sus pies.
Una variante del
macuajuitl era el cuauhololli la cual no
era usada por los aztecas, pero sí por el resto de tribus. Como vemos, era
básicamente la misma arma pero con una pala de mayor tamaño y provista de un
mango más largo rematado en una bola de madera, posiblemente para equilibrarlo
y que también podía ser usada como maza. Cabe suponer que su efectividad era
aún mayor que la de su hermano menor.
ARMAS DE CORTE
Básicamente, disponían de
unas hachas bastante rudimentarias. En la ilustración podemos ver tres ejemplos
que nos ilustran acerca de su morfología. A la izquierda tenemos un hacha cuya
hoja es un fragmento de pedernal. En el centro aparece otra hacha de piedra, en
este caso pulida y más bien ideada como arma contundente. Finalmente, a la
derecha vemos un hacha cuya hoja está fabricada de cobre. En todos los casos,
los mangos son más bien cortos y rechonchos, de forma fusiforme con el extremo
más abultado para darles más peso y, por ende, más contundencia. Entre las
hachas vemos dos muestras de cuchillos de pedernal fabricados en una sola
pieza. El de la derecha, además de afilado está dentado. Su capacidad de corte
está por encima de toda duda, ya que era con estos cuchillos con los que, sin
problemas, los sacerdotes abrían la caja torácica de los prisioneros para
extraerles el corazón mientras aún latía.
ARMAS DE LANZAMIENTO
El arco o tlauitolli fue
introducido en la región mesoamericana por los chichimecas, que en tiempos
remotos lo usaban como arma de caza. Los arcos indios estaban construidos con
una sola pieza de madera de nogal o de tejo de entre 125 y 150 cm. de longitud,
y cuya cuerda estaba generalmente fabricada con tendones o con cuero crudo. Las
flechas, hechas con madera de viburno, eran enderezadas a base de aplicar
humedad y calor e iban armadas con puntas de obsidiana, pedernal, cobre o
simplemente afilando el asta y endureciéndola con fuego. Aunque el uso táctico
del arco lo concebían como los europeos, es decir, lanzando lluvias de
proyectiles como paso previo al ataque, no eran al parecer unas armas
especialmente efectivas.
Por ello, preferían la
honda, arma con la que no solo tenían gran destreza (la inmensa mayoría de la
tropa, de procedencia campesina, sabían usarla), sino que sus proyectiles eran
capaces incluso de dañar a un soldado español con la cabeza cubierta por su
tradicional morrión. De hecho, la honda era un arma devastadora a distancias
medias. Por lo general, medían alrededor de metro y medio y estaban fabricadas
con fibras de pita. Podían lanzar una piedra aovada a una distancia de unos
180-200 metros. Para su manejo, la honda disponía en uno de sus extremo de una
lazada por la que se introducían los dedos corazón, anular y meñique. El otro
extremo, el que se soltaba, se agarraba entre el índice y el pulgar. Cuando no
se usaba, los honderos la portaban anudada alrededor de la cabeza.
Pero el arma preferida era
sin dudas el dardo o nduvua, la cual arrojaban con el atlatl, un lanzador que
era capaz de imprimir al proyectil un 60% más de energía que si fuera lanzado
de la forma convencional, alcanzando los 45 metros con la suficiente eficacia
como para hacer bastante pupa. A la derecha tenemos varias ilustraciones que
nos permitirán entenderlo a la perfección. En la parte superior vemos el dardo,
un arma de alrededor de un metro provista de tres estabilizadores fabricados
con plumas. Su punta, como en el caso de las flechas, era de obsidiana,
pedernal o cobre. Abajo aparece el atlatl, en cuyo extremo tenía una muesca
donde se encajaba la culata del dardo. Los dos anillos eran para sujetarlo con
los dedos índice y corazón, lo que permitía impulsarlo con mucha energía. Abajo
a la izquierda vemos el dardo montado en el lanzador y su posición tras el
lanzamiento. Finalmente, a la derecha podemos ver la secuencia completa de
lanzamiento. Como arma para distancias medias, eran sumamente efectivos incluso
contra las tropas españolas, sobre las que arrojaban verdaderas lluvias de
dardos antes de llegar al contacto.
Por último, tenemos la
lanza de empuje o tepuztopilli, un arma de entre 1,75 y 2,75 metros de longitud
la cual, como vemos en el detalle inferior de la imagen de la derecha, se
fabricaba de forma similar al macuajuitl. En una moharra similar a las
metálicas, pero en este caso de madera, se embutían lascas de obsidiana
mediante el mismo método explicado más arriba. Aunque estas lanzas también
podían ser lanzadas, estos guerreros siempre preferían reservarlas para el
cuerpo a cuerpo.
Fuente: Amo del Castillo,
Castra in Lusitania:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
Estoy interesado en esta imagen para carátula de mi libro inédito Kakataima. Memoria histórica
ResponderEliminarHola Edson. Las imágenes publicadas no nos pertenecen, fueron tomadas de Internet para el entorno de la publicación.
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