Vázquez Coronado y las Siete ciudades de Cíbola
El mes de febrero de 1540
se pone en marcha desde Compostela, Nayarit (Nueva Galicia), la expedición de
Francisco Vázquez Coronado hacia el suroeste norteamericano. La expedición
estaba compuesta por 340 españoles, cientos de indios aliados y ganado ovino y
porcino. El virrey envió paralelamente otra expedición hacia California formada
por navíos que les seguían por mar al mando de Hernando de Alarcón, el cual
partiría el 9 de mayo de 1540 y se adentraría siguiendo la costa de la Nueva
España en el interior del golfo de California, para luego seguir hacia el norte
hasta Yuma, en el actual Arizona, y finalmente
otra expedición más pequeña por tierra organizada por García López de
Cárdenas.
La expedición de Coronado, 1540–1542.
Efectivamente, tan sólo 48
años después de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, y apenas 19 años después de
la conquista de México, los exploradores españoles aún trataban de conocer la
dimensión de América del Norte. Tras la misión de Hernando de Soto que partió
de Florida y atravesó territorio que hoy pertenece a diez Estados, Francisco
Vázquez de Coronado parte un año después y tras pisar Arizona y Nuevo México
decide enviar pequeñas partidas exploratorias, en busca de las míticas “siete
ciudades de Cíbola”
Francisco Vázquez Coronado
Busto de Francisco Vázquez Coronado en la Plaza Mayor de Salamanca, donde se encuentran los españoles ilustres.
Francisco Vázquez de
Coronado nació en Salamanca, España en 1510 y murió en la Ciudad de México, el
22 de septiembre de 1554. Llegó al virreinato de la Nueva España acompañando al
primer virrey Don Antonio de Mendoza. Coronado se distinguió por su habilidad
para pacificar a los nativos y así en 1538 fue nombrado gobernador de la
Audiencia de la Nueva Galicia en sustitución del primer gobernador de la
provincia Nuño de Guzmán. En calidad de gobernador apoyó a Fray Marcos de Niza
para explorar el norte de México en misión que le había conferido el virrey
Antonio de Mendoza.
En 1528 había naufragado en las costas de Florida la
expedición encabezada por Pánfilo de Narváez. De ella hubo cuatro
sobrevivientes que atravesaron a pie y
durante ocho años el suroeste de los Estados Unidos y norte de México hasta
llegar a Culiacán (Sinaloa), lugar en donde encontraron una villa española. De
esa expedición, Álvar Núñez Cabeza de Vaca escribió su célebre obra
“Naufragios” en la que describe sus aventuras y las de sus tres compañeros:
Alonso del Castillo, Andrés Dorantes de Carranza y un esclavo llamado Esteban
(Estebanico). Este último fue el primer hombre nacido en África que puso pie en
lo que hoy son los Estados Unidos de América. Estebanico era moro de la etnia
bereber y nació en Azamor (Azzemour), en la costa atlántica del continente
africano.
Con esos antecedentes fue
enviado el fraile Marcos de Niza en un viaje exploratorio del cual regresó
hablando de las riquezas de siete ciudades de oro llamadas Cíbola, de las
cuales había oído hablar en su viaje. Esto despertó el interés de Coronado, que
decidió partir en busca de esa mítica ciudad, pero centrémonos primero en este
extraño personaje que resultó determinante en la propia existencia de la
expedición: Fray Marcos de Niza
Fray Marcos de Niza
Marcos de Niza fue un
fraile franciscano que nació alrededor del año 1495 y murió en desgracia, en la
ciudad de México, el 25 de marzo de 1558. Su nacionalidad es incierta, algunos
historiadores piensan que era francés en tanto otros lo consideran italiano.
Pero lo que le unió con el
asunto fueron los cuatro supervivientes
del naufragio de la expedición encabezada por Pánfilo de Narváez en las costas
de Florida. Estos narraron historias de riquezas fantásticas que habían escuchado
en su largo viaje por lo que al oírlas el virrey Mendoza organizó la expedición
ya mencionada encabezada por el religioso y
llevando como guía a Estebanico. Durante el viaje en un lugar llamado
Vacapa (probablemente ubicado en el estado de Sonora) envió el fraile a
Estebanico por delante para investigar. Poco después Estebanico reclamó la
presencia del fraile por haber escuchado de los nativos historias de ciudades
colmadas de riquezas. Al enterarse de eso fray Marcos de Niza supuso que se
trataban de las “Siete Ciudades de Cíbola y Quivira” (una leyenda europea
derivada de las novelas de caballería de moda en esa época). Sin embargo,
Estebanico no esperó al fraile sino que siguió avanzando hasta llegar a Háwikuh
Nuevo México en donde encontró la muerte a manos de los nativos que hicieron
huir a sus acompañantes.
El fraile regresó a la
Ciudad de México narrando que había continuado la exploración después de la
muerte de Estebanico y había avistado a lo lejos una ciudad más grande que la
gran Tenochtitlan (Ciudad de México) y que los nativos de allí usaban vajillas
de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas y usaban perlas gigantescas,
esmeraldas y otras joyas más. Tras escuchar esas noticias el virrey Antonio de
Mendoza no perdió el tiempo y organizó
una gran expedición militar para tomar posesión de aquellas riquísimas tierras
que el fraile le había narrado con profusión de detalles. Algunos historiadores
piensan que fray Marcos de Niza jamás viajó más allá del estado mexicano de
Sonora en el primer viaje. Sobre este personaje existen todo tipo de hipótesis de las que no sale bien parado en
ninguna, sin embargo en lo que hoy son condados de la parte norte
de los Estados Unidos de Norte América se le recuerda y homenajea con respeto.
La Expedición
El invierno había pasado
con los españoles reuniendo armas, caballos y suministros para la expedición.
Alrededor de 300 soldados españoles formaban la misma, acompañados por unos mil
indios. Disponían de 6 pedreros (una especie de cañón-mortero), un millar de
caballos de repuesto y gran cantidad de ovejas y cerdos.
La expedición principal de
Coronado se dirigió a Culiacán, adonde
llego en el mes de marzo, descansando en tal lugar hasta reunirse con fray Marcos de Niza, que sería
el guía de la expedición. Ese fue el día en el que realmente comenzó la
expedición en busca de Cíbola.
Finalmente El 22 de abril de 1540 salió Coronado de Culiacán al mando de un
pequeño grupo de expedicionarios, en tanto el grueso de la expedición iría más
lentamente al mando de Tristán de Arellano, a la vez que partía otra expedición
por mar al mando de Hernando de Alarcón para abastecer a la expedición de
tierra.
Coronado marchó por la
costa, y en junio entró en Arizona, en pleno territorio apache. Fueron enviados
varios destacamentos para explorar la zona. A finales de junio, Coronado llego
al Valle de los Corazones (llamado así por Cabeza de Vaca debido a que los
nativos le ofrecieron corazones de animales como alimento). Allí Coronado fundó
el pueblo de San Jerónimo de los Corazones.
Un destacamento se
encontró con el grupo de Melchor Diaz, que había sido enviado al norte el año
anterior para tratar de confirmar los datos de Marcos de Niza, informándoles
Díaz que no había podido llegar a Cíbola debido a las inclemencias
metereológicas y confirmándoles el descubrimiento de Cibola aunque manifestó
que “no puedo confirmar la existencia de oro en las siete ciudades”.
Coronado empezaba a tener
dudas, así que decidió marchar en cabeza con un pequeño grupo de 80 jinetes, 30
soldados de infantería y algunos aliados nativos, para intentar averiguar dónde
estaba realmente Cibola. Dejando atrás el grueso de la tropa y el ganado, que
viajaban más despacio, se encaminaron hacia el norte, hacia tierra incógnita,
guiados por Marcos de Niza a lo largo de la ruta utilizada el año anterior. La
tropa marchó unos días por la ribera del rio San pedro, en el sur de Arizona,
hasta llegar a un lugar llamado Chichiticale (“casa roja” en idioma azteca),
donde se estableció un campamento.
Desde allí salieron en
dirección a Cibola, atravesanddo el desierto y llegando a la primera ciudad de
Cíbola el 7 de julio de 1540. Hoy ese lugar es la ciudad de Zuni (hoy Hawikuh),
donde tuvo lugar una batalla en la que unos 300 indios armados con lanzas,
escudos y arcos se enfrentaron a la caballería española. Media docena de indios
murieron, con varios españoles heridos y tres caballos muertos. Los indígenas
huyeron a su fortaleza en Thunder Mountains, y los soldados de Coronado
ocuparon la ciudad, pero fue una victoria pírrica. No había oro ni joyas, y los
soldados culparon a Marcos de Niza, a pesar de que el informe del fraile nunca
había asegurado la existencia de oro. El resto del ejército se encontró con la
vanguardia unos pocos días después.
Con la esperanza de
encontrar alguna riqueza para el éxito de la expedición, Coronado envió
patrullas, que descubrieron los pueblos hopi del norte de Arizona (tampoco
había oro allí) y el Gran Cañón del Colorado. Melchor Díaz fue enviado al
norte, para encontrarse con una expedición naval comandada por Hernando de Alarcón,
que debía remontar el rio Colorado y que transportaba suministros
indispensables para continuar la expedición, pero Melchor Díaz no pudo
encontrar la flota; había llegado tarde. Coronado debía decidir qué hacer a
continuación.
La expedición fue atacada
varias veces por los nativos, pero las fuerzas de Vázquez de Coronado las
repelieron con éxito. En la primavera de 1540 la expedición se internó hasta el
cañón de Palo Duro, Texas, en busca de oro, y allí dejó Coronado la mayor parte
de sus hombres y continuó a caballo con treinta expedicionarios en búsqueda de
otro mito, la ciudad de Quivira, supuestamente llena de riquezas. Durante la
expedición había encontrado un indio, al que llamó «el turco», que le habló de
Quivira, un rico país al noroeste. Decidió ir en busca de Quivira, tomando al
«turco» como guía. Atravesó la pradera y prosiguió su marcha hacia el norte.
Sin embargo, Coronado descubrió que el «turco» lo estaba engañando, o al menos
eso creyó y lo hizo ejecutar. Otros guías lo condujeron hacia Quivira, y
encontró un pequeño pueblo cerca del actual Lindsborg, (Kansas). La desilusión
se repitió: Los indios Quivira, después conocidos como Wichita, no disponían de
ninguna riqueza; su poblado era de cabañas con techo de paja y ni siquiera
tenían joyas de oro
Coronado decidió entonces
trasladarse a Tiguex (cerca de Alburquerque), para pasar el invierno. Aprovechó
el invierno para tratar con las tribus indias de las riberas del Rio grande. En
esta zona, Coronado escuchó historias y rumores sobre la existencia de otra
gran y prospera ciudad, a la que llamaban Sicuye, al noreste de su posición.
El 23 de abril de 1541,
coronado salió de Tiguex y se dirigió a Sicuye, un pueblo fortificado habitado
por los indios pecos situado a cinco días de marcha. Saliendo de Sicuye, se
dirigieron al este a través del centro de Nuevo Mexico, por el llamado Llano
Estacado, en Texas.
Coronado llego a rio
Grande el 2 de octubre. En algún momento de diciembre se cayó del caballo,
hiriéndose la cabeza. Esta lesión le obligó a quedar convaleciente en
Alburquerque, desde donde Coronado decidió regresar a México aunque fuese con
las manos vacías, y como volver significaba regresar en bancarrota, algunos de
los soldados trataron de convencerle a que debían permanecer allí, buscando
depósitos minerales que pudieran ser trabajados por mano de obra nativa, pero
no pudieron convencer a Coronado, que emprendió el regreso a México en la
primavera de 1542, junto con los expedicionarios de Cárdenas que habían
descubierto el Gran Cañón del Colorado.
De camino a casa, cerca de
las ruinas de Chichiticale, se encontró con tropas de refuerzo. Muchos soldados
querían ir al norte, una vuelta gloriosa a Cíbola, pero Coronado se negó. Todos
regresaron a México, aunque muchos desertaron e intentaron buscar Cíbola por su
cuenta, en vez de volver a México con las manos vacías. Coronado había
llegado a lo que hoy son Santa Fe y
Alburquerque pasando por Arizona, Texas, Oklahoma, Kansas… pero a pesar de tan
extraordinaria caminata no encontró Cíbola, al parecer un lugar solo existente
en la febril imaginación de un fraile y en los deseos de un puñado de valerosos
españoles.
El legado de Vázquez
Coronado en Estados Unidos
Los estadounidenses han
mantenido vivo el recuerdo y la gesta de Coronado de múltiples formas; el
nombre de Coronado lo llevan bosques y parques nacionales, una ciudad, un
puente, una playa, algún Colegio e incluso un equipo de fútbol y un vehículo de
la marca Chrysler.
Bibliografía:
Crónica de la Expedición de Francisco Vázquez de Coronado a las Grandes Praderas de Norteamérica, incluye la Relación de la jornada de Cíbola, de Pedro Castañeda de Nájera, y el Descubrimiento de las Siete Ciudades, de fray Marcos de Niza. Edición de Ángel Luis Encinas Moral, Madrid 2016, Miraguano Ediciones.
A journey with Francisco Álvarez Coronado, de Stuart A. Kallen; Lerner Publications, Minneapolis, 2017.
Fuente: Ignacio del Pozo
Gutiérrez para revistadehistoria:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
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