La mitológica, pero real, historia de los cíclopes fosilizados
Uno de los pasajes más
conocidos de La Odisea es el del encuentro de Ulises con Polifemo, el cíclope
que vivía en una isla y guardaba sus ovejas en el fondo de una cueva.
Actualmente, nadie cree en la existencia de gigantes de tres metros que tienen
un solo ojo, y se considera un relato mitológico y fantástico. No obstante,
aunque cueste el creerlo, el mito griego de los cíclopes está basado en la
realidad.
Mil años antes de Cristo,
la religión de los antiguos griegos intentaba dar una explicación lógica y
coherente a todo el entramado de la naturaleza, y a pesar de los avances en
matemática y física de la época, la fantasía mitológica daba las explicaciones
necesarias para sobrellevar la vida diaria. Cuando, en alguna cueva de las
islas del mar Egeo, alguien encontró un cráneo descomunal con un único agujero
en medio de la frente, no es descabellado que pensase que un ser, posiblemente
un gigante -debido al tamaño del cráneo- con un solo ojo hubiese habitado
aquella cueva. Cuando muchos encuentran muchos cráneos gigantes con tan solo un
orificio en el fondo de cuevas, la existencia de gigantes cíclopes que viven en
grutas se convierte en una realidad incuestionable que trasciende los siglos.
Los seres humanos de esa
parte del Mediterráneo convivieron con estas creencias culturales transmitidas
a través del tiempo ignorando la realidad que la originó, pero cuando a partir
de mediados del siglo XIX se encontraron restos fósiles extraños en diversas
islas mediterráneas, se empezaron a ligar cabos.
Los naturalistas,
sobretodo ingleses (ver El Escroto humano, el primer dinosaurio de la
historia), que se dedicaron a estudiar la fauna fósil de las islas griegas y
mediterráneas descubrieron que existían fósiles de molares que correspondían a
algún tipo de elefante desconocido, destacando por el pequeño tamaño de los
mismos. Los descubrimientos de fósiles completos de varios individuos tanto en
Sicilia como Malta, Chipre o Creta, llevaron a la conclusión de que cada isla
había albergado pequeños elefantes, muy próximos genéticamente entre ellos,
pero de especies totalmente diferentes.
En general se trataba de
elefantes emparentados con los actuales elefantes indios y más pequeños que
ellos. En algunos de los casos, los ejemplares adultos no llegaban a hacer más
de un metro de altura y unos doscientos kilos de peso, siendo claramente
especies endémicas de las islas en las que se habían descubierto. Pero... ¿cómo llegaron estos elefantes a
islas mediterráneas que se encuentran en algunos casos a centenares de
kilómetros de distancia del continente? Las últimas glaciaciones tienen algo
que decir al respecto.
Efectivamente, durante la
última glaciación el nivel del Mediterráneo bajó más de 120 metros, provocando
que muchas de las islas estuvieran unidas al continente, o bien las distancias
entre las orillas fuesen netamente inferiores a las actuales (ver Atlantropa,
el insensato proyecto para desecar el Mediterráneo). Este perfil costero
permitió que los elefantes que habitaban por toda Europa se extendieran por
rincones que, al finalizar el periodo glacial y subir progresivamente el nivel
del mar, quedaron aislados de tierra firme. Este aislamiento de ciertas
poblaciones de paquidermos, produjo que se desarrollaran de forma diferente que
el resto de sus parientes en el continente, generando especies nuevas adaptadas
al nuevo entorno.
La disposición limitada de
recursos en las islas produjo que, los antaño grandes elefantes, fueran
reduciendo progresivamente el tamaño de sus cuerpos en un proceso que se ha
dado a llamar enanismo insular, y generando elefantes enanos que apenas
sobrepasaban el metro de altura. Tal es el caso del Elephas (o Palaeloxodon)
falconeri de Sicilia o el Elephas cypriotes de la isla de Chipre.
Estos elefantes pigmeos
que utilizaban habitualmente las cuevas como refugio desaparecieron hace 4.000
y 10.000 años, por lo que se cree que, en algunos casos, los hombres pudieron
convivir en el lugar y época con ellos (ver Wrangel, el dominio del último
mamut), si bien no se ha llegado a probar este nexo de unión.
El descubrimiento por
parte de los antiguos griegos de los esqueletos y cráneos de estos auténticos
elefantes-bonsai en el fondo de las grutas dispararon las elucubraciones sobre
su origen, generando el mito de los cíclopes al confundir el agujero de la
nariz (trompa) de los cráneos de los pequeños elefantes extintos con lo que
sería una cuenca de un ojo.
La fantasía desbordante de
la humanidad, junto a la necesidad de hacer lógico lo que a sus ojos era
incomprensible ha generado mitos tan conocidos como las de las sirenas o, como
en el caso que nos atañe, los de los cíclopes. Todo ello demuestra que la
relación del ser humano con la naturaleza es profunda e íntima llegando incluso
hasta nuestros días, aunque desde el punto de vista actual creamos que la
naturaleza simplemente es un bonito fondo de pantalla para nuestras vidas.
Fuente: Ireneu Castillo, http://ireneu.blogspot.com/2011/03/la-historia-de-los-ciclopes-fosilizados.html
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