La faceta más importante y menos conocida de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador
Manuela Sáenz, luchadora, librepensadora y feminista.
"Fue una luchadora
por la constitución de nuestra primera república, una librepensadora que
detestaba el fanatismo religioso", dice la historiadora Jenny Londoño.
Manuela Sáenz y Aizpuru es
posiblemente la quiteña más conocida de la época de la independencia de Ecuador
y varios países de Latinoamérica.
Es conocida como la amante
del héroe independentista latinoamericano Simón Bolívar, a quien conoció en
Quito y con quien se fue a otras tierras.
También se ha difundido
ampliamente su papel como la Libertadora del Libertador, calificativo que le
otorgó el mismo Bolívar, luego que la ecuatoriana descubriera un complot en su
contra y lo salvara de un intento de asesinato, el 25 de septiembre de 1828, en
Bogotá, Colombia.
Retrato de Manuela Sáenz, hecho por Pedro José Figueroa. (Fotografías y pertenencias exhibidas en el Museo Manuela Sáenz de Quito).
"Fue excluida de la
historia del siglo XIX y a lo largo del XX la mayoría de los historiadores
resaltaron, fundamentalmente, su belleza, su inteligencia y su generosidad en
el amor, así como su perfil de amante [de Bolívar]", dice la historiadora
y socióloga ecuatoriana Jenny Londoño, quien se ha dedicado a estudiar la
participación de las mujeres en la Colonia, Independencia y Revolución Liberal
en la Audiencia de Quito.
Con esa exclusión
—menciona Londoño— "silenciaban y ocultaban su pensamiento político, su
actividad revolucionaria y su participación activa en la lucha por la
independencia de los países bolivarianos".
"Hipocresía de la
sociedad colonial"
A Manuela Sáenz, enfatiza
la historiadora, se la puede calificar "como la combatiente que rompió con
las estrictas normas vigentes en ese entonces, vistió uniforme militar,
aprendió a usar armas, desarrolló tácticas de espionaje para ayudar a los
planes independentistas". También fue "una feminista temprana que
desobedeció los esquemas sociales de su época, impuestos por la moral
tradicional y el patriarcalismo milenario, al abandonar a su esposo para seguir
al hombre que amaba, en un tiempo en la que la Iglesia no aceptaba que se
rompiera el sagrado vínculo del matrimonio".
Manuela Sáenz nació el 27
de diciembre de 1795 en Quito, entonces parte del Virreinato de Perú, una
entidad que había establecido la Corona Española. Fue hija
"ilegítima", pues nació de una relación extramatrimonial de su padre,
el español Simón Sáenz. Su madre, María Joaquina Aizpuru, murió al poco tiempo
de su nacimiento.
Pertenencias de Manuela Sáenz.
Londoño explica que fue
internada en dos conventos, primero en el de las Madres Conceptas y luego en el
de las Catalinas. "No debió sentirse con todos los derechos y con la
seguridad afectiva que necesitaba", señala la especialista, y dice que eso
la llevó a "desarrollar una personalidad explosiva y justiciera y esa
especial tendencia suya a despreciar la 'mojigatería' e hipocresía de la
sociedad colonial".
En un video que proyectan
en el pequeño Museo Manuela Sáenz, ubicado en el Centro Histórico de Quito,
explican que a los 14 años, Sáenz vivió el impacto de la primera revolución
independentista quiteña. Cerca de su casa, el 10 de agosto de 1809, un grupo de
patriotas criollos se revela, desconoce al presidente de la Real Audiencia de
Quito de entonces, Manuel Ruiz Urriés de Castilla, y lo obliga a abandonar el
palacio de gobierno y proclama la libertad de la ciudad.
"En este movimiento
estuvieron involucradas muchas mujeres", dice Londoño, que sirvieron de
ejemplo a la aún adolescente Sáenz. Explica que se trataba de esposas,
compañeras, madres, hermanas o hijas de los patriotas, entre ellas Manuela
Cañizares, Manuela Espejo, Josefa Tinajero, Mariana Matéu, Rosa Zárate, María
Larraín, Antonia Salinas, Rosa Larrea,
Manuela Quiroga, Josefa Escarcha, entre otras, incluyendo monjas.
"Odiar a los
españoles"
Pero la independencia duró
poco. Un año después, los realistas, quienes defendían a la Corona Española,
volvieron al poder.
Baúl perteneciente a Manuela Sáenz.
El 2 de agosto de 1810
ocurre una barbarie. Según el relato del museo, un grupo de quiteños irrumpió
en la cárcel donde se encontraban los independentistas que habían sido
detenidos. Ante esa sublevación, un grupo de soldados derrumbó de un cañonazo
la pared del calabozo y asesinó a los patriotas; la matanza se extendió a las
calles y otras 300 personas también murieron.
"Es esta revuelta
bárbara, la matanza y los crímenes que siguieron después hace a Manuela odiar a
los españoles por siempre", incluso en contra de su padre, quien fue preso
durante el poco tiempo que estuvieron los patriotas en el mando, continua el
relato.
La causa libertaria en
Perú
A los 22 años, Manuela se
casa, luego de que su padre la comprometiera con el comerciante inglés James
Thorne, quien le doblaba la edad. El matrimonio fue en la iglesia de San
Sebastián de Lima, Perú, lugar de residencia de su pareja.
Se estableció en esa
ciudad y ahí inició formalmente sus acciones en favor de los independentistas.
"Fue así como descubrimos que no era cierto que la actividad militante de
Manuela en la causa libertaria de los pueblos grancolombianos hubiese empezado
a partir de su relación con el Libertador", dice Londoño.
Retrato de Manuela Sáenz a los 19 años, hecho por Antonio Salas.
En Lima, junto a otra
ecuatoriana, la guayaquileña Rosita Campuzano, Manuela cumplió "múltiples
tareas en favor de la revolución", menciona la historiadora. Cuando se
oían noticias del avance del independentista argentino José de San Martín por el
sur hacia Perú y de Bolívar desde el norte, estas dos mujeres "arriesgaron
su vida, filtrando información desde los castillos de los virreyes" al
movimiento libertario, que fueron significativas para alcanzar la independencia
de esta nación en 1821.
Por sus acciones, Sáenz y
Campuzano recibieron de San Martín la 'Orden del Sol del Perú' y se les dio el
grado de 'Caballeresas del Sol', que también le fue entregada a otras mujeres.
La batalla en Quito
Sáenz decidió abandonar a
su esposo "cuando descubrió que éste la engañaba con una amante de vieja
data con la que tenía dos hijos", cuenta Londoño, y se regresó a Quito.
Al llegar a su ciudad
natal, establece una relación amistosa con el general Antonio José de Sucre,
también venezolano, y se une a él en los preparativos de la batalla de
Pichincha, que se libró el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán
Pichincha de Quito. Esa lucha fue ganada por los revolucionarios y selló la
definitiva independencia del territorio que hoy es Ecuador.
Baúl perteneciente a Manuela Sáenz.
Sáenz donó "mulas y dinero
para pertrechos militares y cumplió tareas de apoyo logístico y humanitario en
la batalla", incluso ayudó en la retaguardia a la curación de los heridos,
cuenta Londoño.
"Manuela se fue
convirtiendo en mujer excepcional, que despreció los roles impuestos por la
moral tradicional y el patriarcalismo milenario", añade la especialista.
La corona en el pecho de
Bolívar
El 16 de junio de 1822,
pocos días después de la batalla de Pichincha, llegó a Quito Bolívar, entonces
presidente de la Gran Colombia, territorio que formaban las actuales Colombia y
Venezuela y a la que se unió posteriormente Ecuador.
Cuando Bolívar entraba al
que hoy es el Centro Histórico de Quito, Sáenz, desde un balcón, le lanza una
corona de flores, "que le golpeó el pecho al Libertador y lo obligó a
levantar la cabeza para conocer quién le hacía tal demostración y le sonrió
saludándola con un movimiento de cabeza", dice Londoño.
Pintura de Manuela Sáenz.
Cuenta que Sáenz asistió a
la fiesta que le hicieron a Bolívar, bailaron y ahí comenzó "una relación
que fue muy criticada debido al estado civil de Manuela"; pero, "ella
asume el reto y desafía la doble moral colonial, que conoce de sobra y
desprecia".
"Su relación amorosa
con Bolívar está llena de dificultades y, sobre todo, de ausencias. La mayor
parte del tiempo permanecen separados a causa de los múltiples viajes del
Libertador", narra Londoño. Ella continúa en Quito su labor para
consolidar la independencia de Ecuador.
Heroína en batalla y
Libertadora del Libertador
Sáenz volvió a Lima, tras
la muerte de su padre en Quito, y allá fue nombrada, por orden de Bolívar,
miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador y otros títulos militares. En
Perú, participó en la batalla de Ayacucho, junto a Sucre, quien, en una carta
enviada a Bolívar, en la que da el parte de la lucha, destaca la labor de la
quiteña.
Manuela "se ha
destacado particularmente por su valentía; incorporándose desde el primer
momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y
proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados
heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los
heridos", dice Sucre en su misiva.
Pintura ecuestre de Manuela Sáenz, hecha por Rebeca Pazmiño.
Tras esta batalla,
Bolívar, decide darle un ascenso militar a la heroína ecuatoriana, hecho que le
causó "terribles problemas con el vicepresidente de Colombia, general
Francisco de Paula Santander, quien protesta indignado contra dicha exaltación
y le exige que degrade a Manuela Sáenz, pues considera que es denigrante para
los militares que se le conceda este tipo de reconocimientos a una mujer",
cuenta Londoño.
Sáenz se va a Colombia y
se establece en Bogotá, pero se hace evidente la disputa con Santander, a quien
comienza a vigilar y descubre los planes de este para conspirar contra el
Libertador. En 1828, en los jardines de la Quinta de Bolívar, Sáenz, en una
fiesta, fusila simbólicamente al entonces vicepresidente, hecho que enojó
incluso a su compañero sentimental.
El tiempo demostró que
Manuela no estaba equivocada respecto a Santander. En el palacio de San Carlos,
lugar de residencia del Libertador, en septiembre de 1828, a la medianoche
"12 conjurados intentaron asesinar a Bolívar mientras dormía [...]
Manuela, quien ya sabía de la conjura, sin intimidarse, despistó y luego atajó
a los asesinos que gritaban muerte al tirano, hasta que su amante se puso a
salvo, saltando por una ventana que ella le indicó", cuentan en el video
del museo dedicado a la heroína.
Esta es la hazaña por la
que Bolívar, más tarde, la califica como la Libertadora del Libertador.
Desterrada
"Ciertamente Bolívar
no murió, pero la vivencia de este brutal atentado marcó su decaimiento
espiritual. Su salud se afecta sensiblemente y se ve obligado a entregar el
mando", relata Londoño.
Pintura de Manuela Sáenz, del pintor Antonio Salas.
Comienza entonces la desintegración
de la Gran Colombia, aunque Manuela apoyó a una insurrección para salvar el
proyecto de Bolívar.
Pero el 17 de diciembre de
1830, Bolívar fallece. "La muerte del héroe sorprendió a Manuela y su
primera reacción fue la de suicidarse haciéndose morder de una víbora,
mordedura de la cual se salvó", cuenta la socióloga.
Muerto el Libertador, se
completó definitivamente la separación de la Gran Colombia. Manuela siguió
defendiendo el proceso, pero en 1834, "le ordenan salir de Bogotá en un
plazo de 13 días, a lo cual se niega. Es detenida con sus esclavas y encerrada
en la prisión de mujeres", explica Londoño. La heroína fue luego expulsada
de Colombia y se va a Jamaica.
Al año siguiente, decide
regresar a Ecuador, pero el entonces presidente Vicente Rocafuerte, también la
expulsa "y se expresa de ella en los peores términos", de acuerdo al
relato de la socióloga.
Instrumento que tocaba Manuela Sáenz.
"Algunos de sus
amigos se movieron ante el gobierno peruano y Perú aceptó recibirla, pero la
confinó en Paita", un pequeño puerto al norte de ese país.
Durante sus últimos años,
para sobrevivir, "trabajó haciendo dulces, vendiendo tabaco a los viajeros
en una pequeña tienda, sirviendo de intérprete a viajeros ingleses o franceses
que llegaban de lejanas tierras", dice Londoño.
Manuela murió el 23 de
noviembre de 1856, a causa de una epidemia de difteria que afectó al puerto de
Paita. Fue incinerada y arrojada a una fosa común.
"Manuela Sáenz fue
una patriota franca y cabal, una luchadora por la constitución de nuestra
primera república, una librepensadora que detestaba el fanatismo
religioso", subraya Londoño, quien agrega que fue una "mujer
autónoma, profundamente dueña de sus actos, leal a sus principios, a sus
compromisos, a sus sueños".
Fuente: Actualidad,
Historia RT, Edgar Romero G.:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
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