Remendadoras de virgos: Devolver la virginidad a las doncellas (Segunda parte, final)
Entre otras, para aquellas
que necesitaban restituir su virtud, perdida en algún momento de pasión
juvenil. Aunque en esta España de la picaresca no faltó quién vendía y
remendaba varias veces la virginidad de la misma moza o prostituta, como una
fuente de ganar dinero.
"Hacía con esto
maravillas: que cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió
por virgen una criada que tenía" - La Celestina.
Eran tan hábiles en este
oficio, que no sólo eran capaces de engañar a ingenuos suegros y maridos, sino
incluso a los más expertos en artes amatorias, ya que aplicaban técnicas de
todo tipo, incluso utilizando elementos que simulaban la pérdida de sangre.
Técnicas para remendar virgos
Todo esto hizo que se
tirase de inventiva y picaresca para desarrollar toda clase de argucias para
simular virginidades o asegurarse unos resultados que no dejasen ninguna sombra
de duda sobre la honradez de la doncella. Existiendo métodos tanto para
asegurar el sangrado de la mujer como para restituir el himen de la doncella.
La mejor referencia al uso
de ambas técnicas nos la proporciona Pármeno cuando habla de los utensilios de
trabajo de la Celestina:
"Esto de
los virgos, unos
hacía de vejiga
y otros curaba
a punto. Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas
delgadas de pellejeros, e hilos de seda encerados y colgadas allí raíces de
hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo" - La
Celestina.
De aquí se deduce con
claridad que la Celestina empleaba dos técnicas distintas: una era la
introducción en la vagina de una pequeña vejiga con sangre que se rompía en el
coito, simulando la desfloración; y otra el recosido del virgo con agujas de
pellejero e hilos propios de cirujanos. Además tenía reserva de plantas
medicinales para restañar la sangre en caso de hemorragia.
Aunque quizá uno de los
mejores métodos para convencer al incauto marido o amantes de la virginidad de
una mujer fuesen sus dotes de interpretación, cerrar mucho los muslos, hacer
fuerza con los músculos del suelo pélvico, y fingir cierto dolor y
desconocimiento sobre las artes amatorias.
a.- Técnicas para simular
sangrados
En aquellas uniones de
mayor importancia, donde se realizaba in situ la famosa prueba del pañuelo, lo
más sencillo era contar con la complicidad de la comadrona. El truco más
sencillo, que ella misma, al explorar la vagina, rasgase con sus uñas la pared
vaginal de la doncella hasta hacerla sangrar.
Pero había toda clase de
métodos para simular sangrados, desde aquellos más peligrosos, como introducir
una pequeña sanguijuela en el interior de la vagina de la mujer, o algunos más
sencillos como colocar en el fondo de la vagina, vísceras de animales mezcladas
con sangre, como vejigas de pescados rellenas de sangre.
b.- Técnicas para simular
virginidad
Trotula de Salerno.
Pero las habilidades de
estas alcahuetas iban mucho más allá, ya que eran inclusos capaces de restaurar
hímenes desaparecidos. La técnica más empleada era zurcir, con pequeñísimas
agujas, finos pellejos de vejiga a los restos de la membrana desgarrada, si el
himen ya había desaparecido por completo, éste se sustituía por pequeñas y
finas hojas, colocadas y sujetas hábilmente.
Otros métodos se basaban
en la aplicación de ciertos cataplasmas que introducidos en el interior de la
vagina simulaban una especie de membrana. Uno de los más famosos fue el
elaborado por una de las primeras mujeres ginecólogas de la historia, Trotula
de Salerno, que vivió allá por el siglo XII, y que en su compendio sobre
medicina de la mujer, el famoso "Passionibus Mulierum", ofrecía una
fórmula para estrechar la vulva y simular la virginidad:
"Toma sangre de
serpiente, tierra de Armenia, corteza de granada, clara de huevo, masilla y
agallas - una onza de cada cosa o tanto como se quiera. Redúcelo a polvo y
hiérvelo todo junto en agua calentada. Introduce en la vagina una parte de esta
combinación. O bien toma agallas, zumaque, llantén, brionia, alumbre y
aceitunas enanas; cuécelo en agua de lluvia y con este cocimiento aplica
fomentos a las partes privadas".
La crema de la condesa
Uno de los remedios más
famosos fue el llamado "crema de la condesa", un remedio recogido en
la "Farmacopea Matritense" (1823), que se elaboraba con base de
agallas de encina o roble y otras plantas astringentes que se usaban "para
constringir los orificios muy dilatados". El famoso médico Andrés Laguna
decía de esta crema: “aprieta y cierra las partes bajas que, sentándose sobre
el preparado, se pueden vender mil veces por vírgenes las que desean más
parecer que ser doncellas”.
Sobre el curioso nombre de
esta leyenda se cuenta que una joven criada vivía con una condesa ya entrada en
años. La criada preocupada porque ya había perdido su virginidad y quería
casarse fue a visitar a la curandera del pueblo. La anciana celestina le recetó
que se preparase un baño con esta receta y que esperase hasta que el remedio
hiciese efecto. La joven criada preparó el baño y cuando ya tenía todo listo
entró la condesa en la habitación, quién creyendo que la criada le había
preparado el baño para ella, se sumergió en la bañera. Cuenta la leyenda que el
marido de la condesa fue el máximo beneficiario de esta confusión, ya que esa
noche comprobó lo milagroso, y placentero, de esta receta.
Existieron infinidad de
remedios de este tipo, hecho que nos hablaría de la preocupación real de las
mujeres por este tipo de problemas: baños de consuelda, espolvorear la vulva
con una serie de preparados que incluían productos de toda clase, desde talco o
almidón hasta llegar al uso de la cal viva.
Y aunque hoy en día esto
nos puede parecer muy anacrónico, la himenorrafia, es decir, la técnica de sutura
del himen, se siguen practicando en numerosas culturas del mundo, conociéndose en
España bajo el nombre de zurcido japonés, ya que en el mudo gitano y musulmán
se sigue practicando.
Fuentes escritas:
Todas estas técnicas y
remedios no eran algo nuevo, empleándose desde la antigüedad como bien
atestigua Galeno, quién ya recomendaba el uso de plantas astringentes para que
la vagina de la mujer se estrechase y pareciese virgen.
Todos estos conocimientos
se fueron transmitiendo por tradición oral entre comadronas y curanderas, hasta
acabar recogidos durante la Edad Media en libros de carácter médico, donde se
compilaron todos estos saberes ginecológicos, como el conocido libro del siglo
XII, de Trotula de Salerno, donde se recogían varias recetas constringentes de
la vulva usando elementos como el alumbre, las gallae o el nitrum; o el popular
uso de sanguijuelas en el interior de la vagina, para que creasen costras y que
éstas se rompiesen durante la penetración para asegurar el sangrado de la
mujer.
La literatura del Siglo de
Oro:
Pero no sólo en tratados
médicos se recogieron todos estos saberes, la literatura popular también nos ha
hablado de todo esto, especialmente los escritores del Siglo de Oro.
Una de las novelas que
mejor retrata el mundo donde vivían estas remendadoras de virgos es la obra de
Francisco Delicado, "La lozana andaluza", texto que describe la vida
de los bajos fondos, durante el siglo XVI, de una ciudad tan populosa como
pecaminosa como la ciudad eterna de Roma, y es que esta novela recoge muy bien
la vida de prostitutas y celestinas. Durante una conversación entre la Lozana y
un despensero, este último dice:
"Espera un poco y tal
seréis como ella. Mas sobre mí que no compréis vos casa, como ella, de
solamente quitar cejas y componer novias. Fue muy querida de romanas. Esta fue
la que hacía la esponja llena de sangre de pichón para los virgos".
En esta misma novela, la
Lozana experta en esta clase de remedios, le ofrece a una mujer conocida como
la Napolitana, sus servicios como remendadora de virgos, y nos habla de
"sellar" la vagina:
"Yo, señora, vengo de
Levante y traigo secretos maravillosos que, máxime en Grecia, se usan mucho las
mujeres, que no son hermosas, procurar de sello y, porque lo veáis, póngase
aquesto vuestra hija, la más morena".
Para finalizar nuestro
artículo que mejor que acabar con uno de los satíricos poemas de Francisco de
Quevedo donde nos describe con mucha mala leche a una de estas celestinas:
Bibliografía:
Montero Cartelle, E. y
Herrero Ingelmo, M.C., La ‘renovación de novias’ en La Celestina y otros
autores, Celestinesca, 36 (2012):
179-208., Universidad de Valladolid.
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