Castillos medievales de frontera, viviendo en tierra de nadie
Los castillos de frontera
se convertirían a partir del siglo X, en una nueva forma de vida para muchos
territorios al norte del rio Ebro. Las antiguas ciudades romanas ya habían sido
abandonadas en la recta final del Imperio Romano. De ahí que la ruralización se
convirtió con la llegada de los visigodos en un hecho constatado. Estos últimos
buscaron el cobijo de las villas romanas que habían proliferado en las
postrimerías del Imperio, para comenzar la vida rural en pequeñas aldeas
alrededor de las primeras iglesias paleocristianas. A partir de ese punto, una
serie de acontecimientos propiciarían esta nueva forma de vida en los castillos
medievales.
Patio de armas del Castillo de Loarre.
La
conquista musulmana de la Península Ibérica.
Los visigodos, a pesar de
asentarse en toda la Península Ibérica, no consiguieron llevar a cabo un poder
fuerte, ya que sin ir más lejos a principios del siglo VIII se hallaban sumidos
en continuas luchas dinásticas. Este hecho les llevó a quedar a expensas de
otros imperios mejor coordinados tanto políticamente como socialmente.
En concreto el Califato
Omeya tomará las riendas de la conquista ibérica por parte del Islam. Un poder
religioso y militar surgido escasamente
un siglo antes, que ya había conquistado prácticamente todo Oriente Próximo, el
Norte de África y se disponía a entrar en Europa. La puerta elegida el sur de
la península Ibérica, donde la mítica derrota en la Batalla de Guadalete en el
año 711, ponía el pistoletazo de salida a la conquista de la Hispania visigoda.
Dicha conquista duro
aproximadamente 15 años, tras los cuales los últimos reductos visigodos se
refugiaron al norte de la Cordillera Cantábrica.
La
Batalla de Poitiers
Aunque los musulmanes no
se detendrían tras la conquista, ya que su propósito era llevar el islam a todos los rincones de
Europa. Pero fueron frenados por las
tropas del franco Carlos Martel, esta mítica
batalla de Poitiers está escasamente documentada por lo tanto no se sabe
a ciencia cierta cuando tuvo lugar. No obstante supuso el fin de la expansión
por Europa de los musulmanes. De esta manera Carlos Martel se convertiría en el
defensor del cristianismo en occidente, y además los francos se consagrarían
como el reino cristiano más importante de Europa.
Óleo del siglo XIX de la mítica Batalla de Poitiers.
Carlomagno
y la Marca Hispánica.
Carlomagno se convirtió en
rey franco en el año 768 y en emperador carolingio en el año 800. Sería el
impulsor de la denominada Marca Hispánica. Esta se convertiría en el territorio
fronterizo referido en el título. Ni más ni menos que un colchón entre los
musulmanes de la península y su recién estrenado Imperio Carolingio.
La marca Hispánica fue un
amplio territorio en tierra de nadie. Desde un principio Carlomagno
compaginaría dirigentes francos y autóctonos, en definitiva no busco una
vinculación directa, sino una zona en la que no fuera fácil el control, por
nadie. Además, podemos decir que sus fronteras fueron muy imprecisas, ya que
existían poblaciones con mayoría musulmana junto a otras de dominio cristiano.
En conclusión este sería el germen de una nueva forma de vida, y más tras la
pérdida de poder del Imperio Carolingio, que dejó en manos de los nobles el
control del territorio. De ahí que los castillos brotaran en toda Europa, pero
con especial hincapié a ambos lados del Pirineo.
La Marca Hispánica en el año 806.
A pesar de los
espectaculares castillos que jalonan este territorio, como el magnífico
Castillo de Loarre, pongo como ejemplo uno especialmente significativo. Ya que tras
una magnifica reconstrucción se ha
convertido en uno de los mejores espacios museísticos en torno a los Castillos
de Frontera.
Castillo
de La Pobla de Claramunt.
Para encontrar el origen
de este castillo debemos acudir al relato previo. En primer lugar hay que
atender a la creación del Condado de Barcelona. Esto sucedió en el año 801 tras
la conquista franca de la ciudad de Barcelona por parte de uno de los hijos de
Carlomagno. En concreto Ludovico Pio, en dicha época rey de Aquitania y futuro
emperador Carolingio
Tras dicha conquista se
pondrá en marcha el verdadero germen de los castillos medievales.
Indiscutiblemente el nacimiento del feudalismo como nuevo sistema político y
social generaría esta nueva forma de vida. Dicho brevemente, nacieron señores y
vasallos, los primeros ofrecen protección, y los segundos obediencia y servicio
militar a cambio de una porción de terreno para ganarse el sustento.
Típica escena en un castillo medieval del siglo XIV.
De esta manera, los
vasallos que se irían convirtiendo en pequeños señores feudales, empezando la
construcción por doquier de castillos. Los lugares elegidos no son fruto de la
casualidad, en cada pequeña colina o montaña aparecía uno de ellos,
evidentemente junto a las murallas, el mejor sistema defensivo contra los
ataques musulmanes en esta tierra de nadie. Así sería como quede documentada la
primera ocupación del Castillo de Claramunt, en el año 978, por el
correspondiente señor de Claramunt, en este caso vasallo del Conde de
Barcelona.
Vivir
en un castillo de frontera.
Estos castillos se
convirtieron en el centro de la vida medieval. Dentro de sus murallas no solo
vivía el señor feudal. Sino que también vivía parte del clero, los sirvientes,
o las principales personalidades de pueblo. Además se realizaban algunas de las
principales actividades como el mercado e incluso la agricultura. Evidentemente
todas ellas buscando la protección.
Para ello los castillos se
construyeron con una serie de elementos comunes. En concreto nuestro
protagonista se construyó en la parte más alta de una montaña de 461 metros que
domina la parte sur de la Conca de Ódena. Desde dicha posición se controlaba un
vasto territorio, que aparte de la nombrada Conca de Ódena, hacia lo mismo con
los accesos a la circundante del Penedés. Todo el que se dirigiera desde el
norte o desde el centro del Condado de Barcelona, hacia el sur o centro de la
Península Ibérica quedaba dentro del
radio de acción de los señores de Claramunt.
Para tal menester se
construyó una muralla perimetral que rodeaba todas las dependencias del
castillo. Dicha muralla contaba con siete torres defensivas, cinco de ellas
semicirculares en la que se apostaban los vigilantes y controlaban los accesos
al castillo. Mientras las otras dos de forma cuadrangular se ocupaban de
controlar la visión del vasto territorio. Una de ellas pudo servir de
improvisada cárcel. En cambio la más alta, debía superar los 20 metros, servía
como recinto para el tradicional homenaje feudal, y estaba destinada a ser el
último lugar por conquistar del castillo y refugio del señor y sus principales
colaboradores.
La
religión en los Castillos medievales.
Era sin duda uno de los
aspectos más destacados. En definitiva todo se circunscribía a la lucha contra
el infiel. Fue la época en la cual el clero empezó a tomar riendas del control
de la nobleza, o según se mire a colocarse a su lado, evidentemente ambas se
retroalimentaban.
Por lo cual todo castillo
medieval tenía que tener su iglesia. En el caso del Castillo de Claramunt, se
construyó la Iglesia de Santa María, que a finales del siglo X se convirtió en
la primera del municipio. En concreto en forma de planta basilical y en estilo
románico, además constaba de tres naves separadas por pilares. Hoy día todavía
se conserva el ábside.
Unos siglos después
concretamente a principios del siglo XIV, se construyó un pequeña capilla al
lado en honor a Santa Margarita. Con gran probabilidad, debía ser de uso
privativo de los nuevos señores feudales, que se hicieron con los derechos del
castillo en el año 1306. Me estoy refiriendo a los señores de Cardona, que se
convertirán en una de las familias más importantes de la Corona de Aragón a
partir de dicho siglo XIV.
Otras
dependencias del castillo.
A parte de las nombradas anteriormente,
otra serie de estancias completaban el castillo. Sin ir más lejos, en la parte
más alta una gran terraza, alrededor de la cual
se distribuían las estancias donde residían los nobles, así como las
cocinas y salas particulares.
En la planta inferior
destacaban varios elementos, como una plaza de armas, donde los nobles reunían
a sus soldados y caballeros, antes de acudir a los combates. Así mismo en el
Castillo de Claramunt una sala de 126 m2 era utilizada como cuadra,
carpintería, herrería e incluso como recinto para guardar el vino. También
contaban con cisternas de agua para el
abastecimiento en caso de asedio de la plaza. Hoy día, ambos recintos se
han convertido en salas de exposiciones.
La
visita al Castillo de Claramunt.
Como ya hemos comentado se
ha convertido en un museo que nos acerca a la vida en los castillos de
frontera. Su acceso solo se realiza a pie, por un camino de unos 800 metros.
Aunque es una dura subida, es completamente accesible a cualquier persona,
incluso discapacitadas, gracias al magnífico acondicionamiento que se efectuó
en su camino de acceso.
Fuente: José Mari,
Caminando por la Historia:
Revisión y Diseño:
elcofresito.
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