Buda, Thor y un soldado con cabeza de perro también son santos: Las "fake news" del santoral cristiano
Hace
unos días analizamos la figura de San Valentín, el más popular de los santos
cristianos a quienes la Iglesia de Roma suprimió en 1969 del calendario
litúrgico por albergar, a estas alturas, numerosas dudas acerca de su biografía
(e incluso de su mera existencia).
Entonces
ya explicamos que los primeros siglos del cristianismo (con las persecuciones
primero, y la caída de Roma más tarde) fueron una época proclive para que, en
ausencia de documentación fiable, las historias reales se volvieran brumosas y
se entremezclaran con el folclore, se terminaran alterando nombres y fechas, y
fusionando (o dividiendo) personajes.
También
fue habitual otro fenómeno: el de las divinidades no-cristianas que terminaban
reconvertidas en (o fusionadas con) santos cristianos, a veces como medida
propagandística de la Iglesia para facilitar la cristianización, en otros casos
como forma de sortearla y seguir adorando a las mismas figuras del pasado bajo
otros nombres. Por eso, hoy hemos querido seleccionar algunos ejemplos de
santos cristianos cuyas historias y trasfondos pueden llegar a resultar
ciertamente pintorescos.
La santa que Barcelona plagió a Extremadura
Quizá
hayan leído en algún lugar que Santa Teresa de Ávila era, en realidad,
catalana. Catalana como Cervantes, Colón y el Lazarillo de Tormes, de hecho. Es
una teoría que, dejémoslo ahí, nunca ha triunfado de ningún apoyo relevante.
Pero apropiarse de santos ajenos no era tan complicado cuando no había
periódicos ni, por culpa de las invasiones bárbaras, apenas registros históricos.
Retrocedamos
hasta el siglo III, cuando el emperador Diocleciano aprueba una ley prohibiendo
el culto cristiano. Tras eso, en la ciudad hispana de Emérita Augusta (hoy en
día conocida como Mérida), una niña cristiana llamada Eulalia decide presentarse
ante el gobernador cristiano para protestar por la decisión.
Vamos
a ahorrarnos también los detalles en esta ocasión, porque lo que sigue es un
catálogo de torturas que hicieron que Eulalia entrara por la puerta grande de
los mártires. Basta decir que se convirtió en una santa muy popular en los
siguientes siglos, y que su enterramiento en Mérida fue uno de los principales
puntos de peregrinaje de la Península Ibérica hasta el descubrimiento de la
tumba del apóstol Santiago en Compostela.
Eulalia, retratada no en su mejor momento por J. W. Waterhouse.
Pero
he aquí que, en torno al año 660, el obispo Quirico de Barcelona decide nombrar
patrona de su ciudad a su paisana Eulalia de Barcelona, cuya historia y
cronología (por otra parte) son idénticas a la de la Eulalia extremeña, y cuya
primera referencia escrita a su existencia es... Un himno escrito por el propio
Quirico, dos siglos después de las primeras referencias a la santa emeritense.
Como
todo indicaba que la barcelonesa era sólo un plagio de Eulalia de Mérida, la
Iglesia Católica retiró a la primera del martirologio en 2004, si bien autoriza
su culto en el ámbito local de Barcelona por su "tradicional
arraigo".
Cuando Buda fue santo (cristiano)
Pareciera
que el cristianismo y el budismo no se hubiesen cruzado hasta que la moda
orientalista del Occidente del s. XIX descubrió la doctrina de Shiddarta
Gautama, Buda, como alternativa espiritual exótica. Y sin embargo, esto no es
así. El cristianismo llegó a la India, como muy tarde, en el s. II, y los
misioneros de la disidente iglesia nestoriana lo difundieron por toda la Ruta
de la Seda. Por otra parte, en aquel entonces el ámbito de influencia del
budismo llegaba mucho más al oeste que hoy en día.
En resumen, el intercambio cultural fue escaso, pero existió. Llegó a surgir, incluso, una religión sincrética, el maniqueísmo, que veneraba tanto a Cristo como a Buda. Y es muy probable que, en ese contexto de influencia maniquea surgiera la primera versión de la leyenda de "Barlaam y Josafat".
Cuenta
la historia de un joven príncipe hindú, Josafat, al que su padre el rey
encierra desde niño en su palacio, sumergido entre lujos, para evitar que el
conocimiento de la vejez y la enfermedad le conduzcan, como había pronosticado
un oráculo, por la senda de la conversión al cristianismo y la vida religiosa.
Cuando, por fin, es capaz de evadirse del palacio y conocer el mundo exterior,
la experiencia le afecta profundamente y, tras conocer al sabio ermitaño
cristiano Barlaam, se convierte al cristianismo.
Barlaam y Josaphat, retratados por un anónimo artista alemán en 1476. (Harvard Museum)
Una
bella historia y, sin duda, con trasfondo histórico. Tanto que, al margen de
los nombres de los personajes, la vida de Josafat reproduce casi punto por
punto la de Shiddarta Gautama. No cuadra, claro, la referencia al cristianismo:
Shiddarta vivió unos 600 años antes de que los misioneros llegaran a su tierra.
Esta
historia, cristianizada, llegó a Occidente previo paso por traductores árabes y
bizantinos, que añadieron y alteraron aspectos de la historia original. Cuando
llegó a manos de San Eutimio, en torno al año 1000, éste dio por bueno a
Josafat como santo cristiano, y Santiago de la Vorágine terminó incluyéndolo en
su recopilatorio de santos. La Iglesia Católica introdujo a Barlaam y Josafat
en su calendario litúrgico el 27 de noviembre.
Curiosidad:
en el Siglo de Oro, el mismísimo Lope de Vega adaptó la historia al teatro.
La santa que era un plagio de Hipatia de Alejandría
Según
la leyenda, Santa Catalina de Alejandría vivió en Egipto cuando éste era una
provincia romana.
De
buena familia, sus extensos estudios la permitieron codearse con los grandes
poetas y filósofos de la época. Convertida en su adolescencia al cristianismo,
se negó a participar en un sacrificio público con ocasión de la visita a la
ciudad del emperador Majencio. Tras algunos avatares, que omitiremos aquí, el
asunto terminó como suelen terminar estas cosas: con la santa torturada,
decapitada y convertida en mártir.
Aunque
la versión completa de la historia está bastante más decorada, no hay, a
priori, nada especialmente inverosímil en el núcleo de la misma. Aunque los
lectores que hayan visto Ágora, la película de Alejandro Amenábar sobre la
historia de la filósofa pagana Hipatia de Alejandría, habrán notado que, de
nuevo, es fácil percibir ciertos paralelismos con una historia ya conocida.
Hipatía inspiró a muchos, no sólo a Amenábar.
Ciertamente,
la historia es lo bastante genérica, y aquellos tiempos fueron la bastante
convulsos, como para que historias similares se dieran entre ambos bandos,
paganos y cristianos. El problema es que, al contrario de lo que ocurre con la
filósofa neoplatónica, la primera referencia escrita a la existencia de
Catalina data del siglo IX, cinco siglos después de su supuesta muerte.
Sosteniendo
que la historia de la santa se elaboró en su momento con el objetivo de ser una
mera leyenda edificante, un sector de la Iglesia Católica sostuvo en su momento
que la falta de pruebas sobre su historicidad justificaba tomar con ella las
mismas medidas que se tomaron con San Valentín. Aunque, en aquella ocasión,
Catalina sí fue renovada en la plantilla del martirologio.
Thor y Loki (o sus versiones eslavas) también son santos
Gracias
al éxito de las películas de Los Vengadores, ahora el gran público conoce a
Thor y Loki, los dos dioses hermanos de la mitología escandinava. El primero,
dios de la fuerza y la tormenta; el segundo, del engaño y la magia. Aunque con
particularidades y matices, ambos están presentes también en la mitología
eslava bajo los nombres de Perún y Veles.
Y,
como en muchas zonas del mundo en las que el proceso de cristianización fue
lento e incompleto, el culto a estas antiguas divinidades sobrevivió bajo la
forma de veneración a los santos. Esto, a veces, era algo intencionado por
parte de la Iglesia para hacer más digerible la nueva fe; en otros casos era
una estratagema de los supuestos conversos para seguir rezando a los dioses de
siempre con nuevo nombre.
Thor dándolo todo. (Mårten Eskil Winge, 1872)
Así,
Veles (Loki) se convirtió (por mera cuestión fonética) en San Blas, quien, si
bien suele ser el patrón de los dolores de garganta, en Europa oriental es
protector de los ganaderos, como también lo era Veles. Y Perún (Thor) es
venerado como San Ilya Gromovik, Elías el Tronador, una advocación ciertamente
extraña del profeta del Antiguo Testamento, dado que éste carecía de relación
con los rayos. En este caso, al contrario que en los anteriores, nada indica que
Elías y Blas no existieran.
El
problema es que unos personajes de Marv... De las leyendas eslavas han
suplantado su identidad.
San Cristóbal, el santo con cabeza de perro
San
Cristóbal es uno de los santos más conocidos y venerados de la Cristiandad. Como
patrón de conductores y viajeros en general, es relativamente fácil cruzarse
con una de sus medallas, donde se le representa como un hombre barbudo llevando
al niño Jesús a cuestas. Y sin embargo es, como San Valentín, otro de los
santos "dados de baja" en 1969 por su oscura historicidad.
En
primer lugar, el núcleo de la historia de San Cristóbal (que era soldado en la
Cohorte Tercera Valeria, acuartelada en África, y que murió en Antioquía)
coincide punto por punto con otro santo, el egipcio San Menas de Alejandría.
Dado que Cristóbal (Christophorus, en latín) significa Portador de Cristo,
fácilmente pudo ser un mero sobrenombre de Menas.
Pero
lo curioso es que la leyenda de Cristóbal terminó desarrollando un elemento muy
particular que no aparece en la de Menas, un elemento que motivó el añadido de
otro sobrenombre: Cinocéfalo. Esto es, "Cabeza de perro".
Efectivamente, en la tradición del cristianismo ortodoxo existen varios iconos
que representan a este santo con la cabeza de un can.
A
partir de ahí, las historias se fragmentan: según algunos autores, esa extraña
característica no era individual sino propia de todo su pueblo, los
cinocéfalos. Los historiadores griegos y romanos se habían hecho eco de su
existencia en numerosas ocasiones, si bien cambiando su lugar de origen: Libia,
Ucrania, el lejano Oriente (donde les sitúa también Marco Polo), etc.
En
alguna ocasión, se les atribuían también talla de gigantes (de jugador de
baloncesto, vaya, como Goliath) y/o hábitos caníbales. Unos hábitos a los que
Cristóbal habría renunciado con su conversión al cristianismo, lo que con el
tiempo le habría hecho merecedor de que el mismo Niño Jesús se le apareciese y
le curase de su peculiaridad facial.
Curiosamente,
en la Legenda Aúrea de Santiago de la Vorágine no se menciona ningún rasgo
animal, pero sí se le identifica, al contrario que fuentes más antiguas, como
"cananeo". Dado que, según la Biblia, los cananeos fueron
exterminados cuando Josué entró en la Tierra Prometida (aunque recientemente la
ciencia ha demostrado lo contrario), es fácil deducir que alguien, incrédulo,
cambió canineus (canino) por cananeus.
Por
último, algunos autores señalan que San Cristóbal podría tener origen egipcio
(como el San Menas en que se basa), y que la cabeza de perro sería una
representación de Anubis, el dios egipcio que acompañaba a los humanos durante
su (último) viaje.
La monja que antes fue diosa celta y después divinidad
vudú
Santa
Brígida de Kildare fue una monja irlandesa que vivió entre los siglos V y VI,
una pagana celta convertida por San Patricio y fundadora de varios monasterios.
En teoría, existen referencias escritas a Brígida, no demasiado alejadas en el
tiempo de la época en que vivió, lo que indicaría que fue un personaje
histórico.
Sin
embargo, dichas referencias son escasas si las comparamos con las de su
contemporáneo y compatriota San Patricio, y todo lo que rodea su historia y el
culto medieval en torno a ella guarda paralelismos notables con otra figura
fundamental de la historia religiosa de Irlanda: Brigid, la diosa celta del
arte, la curación y la primavera, conocida como Brigantia por los celtas del
continente.
No
es ya sólo la coincidencia de nombres, ni que su día en el santoral (el 1 de
febrero) coincida con la festividad pagana de Imbolc, dedicada a Brigid...
Entre otras similitudes, las crónicas medievales (como la elaborada por el
archidiácono Giraldus Cambrensis) recogen que, durante varios siglos, en el
primer monasterio fundado por la santa (Kildare), ardió una llama sagrada que nunca
se apagaba, un elemento históricamente vinculado al culto a Brigid.
Así,
la mayoría de los expertos se dividen entre quienes ven a Santa Brígida como una
mera cristianización de Brigid, y los que se inclinan por la explicación de
que, tras la muerte de la monja, la religiosidad popular tendió a fusionar
ambas figuras, un hecho quizá incentivado por la misma condición de sacerdotisa
pagana de Brígida antes de su conversión.
Sin
embargo, la incluimos aquí porque sirve de ejemplo de cómo estos procesos de
re conversión de figuras santas/legendarias no son algo circunscrito al
cristianismo ni al pasado lejano, sino que se dieron también en la Era Moderna:
los esclavos irlandeses llevados al Caribe por los británicos (algunos autores
hablan cientos de miles, aunque hay una larga disputa académica sobre su
condición de "esclavos") ayudaron a incorporar a una divinidad
femenina, blanca y pelirroja, al panteón (mayoritariamente africano) de
divinidades del Vudú: Maman Brigitte.
Fuente: Marcos Merino, Magnet. Historia, cristianismo,
religión:
Revisión y Diseño: elcofresito.
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