El misterio de Amelia Earhart al fin resuelto: lo que sus huesos cuentan de su muerte
Pocas figuras
femeninas han tenido un impacto tan gigantesco en la historia de la aviación
como Amelia Earhart. Fue la primera mujer en cruzar el Océano Atlántico en
solitario (varias veces) y sumó diversos récords históricos apenas un puñado de
años después de que los pioneros varones de la aviación, figuras tan
legendarias como Charles Lindbergh, lo hicieran. Su contribución fue mayúscula
y luchó activamente por la incorporación y normalización de la mujer en el
aire.
Tal fue su magnetismo
que, gracias a una cuidada campaña de imagen, se convirtió en un icono. Un
símbolo durante en vida que se proyectó décadas después tras su muerte, en
extrañas circunstancias. En 1937, Earhart y un compañero partieron desde
Florida para circunnavegar el planeta por los aires, una empresa mastodóntica
por la ruta escogida (el Ecuador) y las condiciones de la época. El avión se
perdió para siempre en los confines del Pacífico.
¿Pero dónde? La
pregunta ha sido objeto de intensas teorías de toda clase y ha hecho de la
muerte de Earhart una suerte de enigma indescifrable. Hasta ahora, no había
demasiadas pistas científicas que corroboraran su accidente y muerte final. Por
fin tenemos la que, quizá, sea la definitiva.
Se trata de sus
huesos. En 1940, tres años después de que se perdiera la pista radiofónica de
su avión, una expedición británica aterrizó en las islas Nukumanu, un diminuto
atolón perteneciente hoy a Papúa-Nueva Guinea. Allí encontraron huesos
recientes de diverso calado, una figura extraña en un archipiélago
prácticamente deshabitado. La expedición se quedó los huesos e, intrigados por
el paradero de Earhart, los envió a un especialista en la materia, el doctor Hoodless.
Hoodless estaba al
frente del Central Medical School de Fiji, y su análisis deparó un resultado
decepcionante para quienes anhelaban encontrar los rastros de Earhart: eran
huesos de hombre. Durante décadas, la única prueba de su último paradero fue
objeto de intenso debate, pero casi siempre se subrayó el estudio original de
Hoodless para reafirmar lo inaccesible del misterio.
¿Y si Hoodless se
había equivocado? Es lo que plantea un estudio recientemente publicado por
Richard L. Jantz, de la Universidad de Tennessee, en Forensic Anthropology (sí,
hay nichos para toda clase de revistas). Jantz enmienda la plana a Hoodless
ochenta años después y niega la mayor: los huesos encontrados en Nukamanu sí
son de mujer y, por características, encajan en Amelia Earhart mejor que en el
99% restante de personas en una muestra mayor.
¿Los huesos de
Nukumanu? Eran de mujer, en realidad, pero las precarias técnicas forenses de
la época provocaron que Hoodless errara en su análisis e informe
¿Cómo ha llegado a la
conclusión Jantz? Primero, recalcando el pobre desarrollo de la ciencia forense
a la altura de 1941, cuando los restos llegaron al laboratorio de Hoodless: por
aquel entonces era muy complicado determinar con exactitud si unos huesos
humanos pertenecían a un hombre o a una mujer, y era más que probable emitir
juicios equivocados. Por otro, comparando fotografías en vida de Earhart y
utilizando un complejo programa informático que analiza la longitud y forma de
los huesos para determinar elementos como el sexo o la edad.
Resultado, según
Jantz: Earhart murió en Nukumanu. Así que las demás teorías no valen.
Una larguísima muerte
en medio del Pacífico
El punto y final a la
larguísima muerte de la aviadora es, en cierto modo, un tanto aburrido. Hasta
ahora los aficionados a la aviación y los fascinados por la figura de Earhart
habían encontrado un pequeño patio de recreo en numerosas teorías, a menudo
conspiranoicas, que podían explicar su repentina desaparición un verano de
1937. Como sucede aún hoy, encontrar un avión que se ha estrellado en medio de
la nada era muy complejo entonces. Y de ahí el misterio.
La muerte puso punto
y final a una larga carrera de aventuras e hitos de la aviación consumados por
Amelia Earhart, una mujer de carácter liberal que tuvo el arrojo para llegar
allí donde ninguna otra lo había hecho, y para pasar por encima de un clima
social y laboral extremadamente masculino. Earhart legó una aviación más
femenina y logró ilustrar a las sociedades occidentales que volar podía convertirse
en una actividad universal, comercial y disfrutable para todos. Y también legó
larguísimos viajes.
Mapa que ilustra la ruta escogida por Earhart
antes de llegar a Honolulu. Su último destino, antes de su muerte, era la isla
Howland, en la que jamás aterrizó. La isla "Gardner" de más abajo son
las actuales islas Nukumanu, donde se han encontrado sus huesos.
El último lo
emprendió desde Miami en 1937, con el objeto de dar la vuelta al mundo. No era
la primera en conseguirlo, pero sí una de las primeras en hacerlo siguiendo la
ruta más larga (por el Ecuador). En su trayecto le acompañó Fred Noonan como
segundo, ambos sobre un Lockheed Electra 10E diseñado para la ocasión. Tras
varias escalas en Sudamérica, África, la India y una última en Lae (Papúa),
Earhart emprendería su último trayecto, el más complejo: cruzar el Pacífico.
Al despegar de Lae,
Earhart esperaba llegar a la isla Howland, diminuta, antes de llegar a
Honolulu: jamás sucedió. El avión se perdió y el último contacto con radio se registró
en las islas Nukumanu. ¿Qué fue de él? Una de las ideas más extendidas es que
el avión, incapaz de encontrar Howland, se estrelló en medio del océano.
La más psicodélica,
apoyada por libros como Amelia Earhart: The Truth at Last, publicado por el
periodista Mike Campbell, dice que Amelia Earhart logró aterrizar en las Islas
Marshall (por aquel entonces controladas por el Imperio Japonés). Tanto ella
como su compañero serían apresados por las fuerzas niponas y, al ser juzgados
como espías norteamericanos, torturados y ejecutados. Una de las pruebas más
consistentes que respaldan esta idea es una fotografía que, supuestamente,
muestra a ambos en las Marsahll después de aterrizar.
La otra, sustentada
por los huesos encontrados, dice lo siguiente: en su camino a Howland, Earhart
y Noonan se quedaron sin combustible. Sin encontrar el remoto islote que les
habría de servir de aterrizaje, dieron la vuelta y se dirigieron hacia las
islas Phoenix (hoy Kiribati) o hacia la isla Baker. Las últimas transmisiones
de radio del avión lo sugieren. Sin gasolina, Earhart intentaría aterrizar el
avión en el pequeño atolón de Nukumanu, pereciendo y muriendo allí.
El problema era que
los huesos encontrados en la isla, al ser de hombre, no cuadraban con este
relato, y que apenas se han encontrado restos que indiquen claramente dónde
está el avión. El hallazgo de Jatz, o al menos su teoría, daría carpetazo a una
increíble historia de fascinación colectiva por un personaje igualmente
fascinante.
Fuente: Mohorte,
Magnet:
Revisión y Diseño:
elcofresito
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