La historia y el sentido del populismo
Mitin de Podemos en Madrid, España, el 20 de mayo del 2017. Juan Medina, Reuters.
El concepto del populismo surgió hace algunos años
como definición de un espectro casi no describible de los movimientos, a veces,
diametralmente opuestos. Así, se ha calificado de populistas, entre otros, a
seguidores de Donald Trump y Bernie Sanders en EE.UU.; Podemos y Vox en España;
Francia Insumisa y Agrupación Nacional en Francia; Syriza y Amanecer Dorado en
Grecia.
Entonces, ¿qué significa ese
término?
El surgimiento del concepto
La palabra 'populismo' fue creada en la década de 1890
por el Partido del Pueblo de EE.UU., que aspiraba entonces a desafiar al
bipartidismo estadounidense. Sus miembros, que se autodenominaron 'populistas',
expresaban los intereses de granjeros pobres cuestionando el poder del capital
financiero e industrial.
Durante la corta historia del partido articularon su
concepción del conflicto entre el 'pueblo' y la 'élite', por lo que fueron
acusados por sus oponentes de ser "demócratas falsos".
Cartel de campaña del Partido del Pueblo, 1892. Library of Congress Prints and Photographs Division Washington.
A pesar de haber sido olvidado durante décadas, el
término fue resucitado en EE.UU. en la década de 1950, cuando una gran parte de
los intelectuales liberales quedó conmovida por el ascenso del macartismo y la
"caza de brujas" anticomunista apoyada por millones de
estadounidenses.
El historiador Richard Hofstadter revisó la historia
del Partido del Pueblo para encontrar en ello lo que observaba alrededor de sí
mismo: una visión anti intelectualista y maniquea, que oponía, con retórica
paranoica, a las masas populares a una pequeña minoría gobernante y
conspirativa. La noción fue extendida por el sociólogo Edward Shils, quien
definió el populismo como "una ideología de resentimiento popular contra
el orden impuesto a la sociedad por una clase dominante diferenciada y
establecida desde hace mucho tiempo, que se cree que tiene el monopolio del
poder, la propiedad, la crianza y la cultura".
Definición liberal
En las décadas siguientes, las tesis de Hofstadter
fueron derribadas, sin embargo, influyeron notablemente —especialmente en
Europa— en el discurso público, habiendo concedido una connotación peyorativa
del concepto.
Como resultado, los medios pueden caracterizar de
'populistas' a los políticos esencialmente centristas y liberales por atreverse
a proponer algunas medidas moderadas beneficiosas a amplias capas de la
sociedad o empezar, bajo la presión popular, la discusión abierta de sus
decisiones.
Dejando de lado las acusaciones mediáticas, se puede
apuntar a algunos atributos casi siempre presentes en las características
liberales convencionales del populismo.
Según el reciente informe de Timbro, grupo de expertos
defensores del libre mercado, que enumera 267 partidos populistas en 33 países
desde 1980, los rasgos más importantes del populismo son el rechazo del
'establishment', simpatías a la democracia directa en vez de procedimientos del
sistema representativo y llamadas al fortalecimiento del Estado.
Desde este punto de vista, admiten los autores, se
puede calificar como 'populistas' a casi todos los movimientos que se oponen al
liberalismo y buscan el apoyo de las masas.
Los atributos precisos pueden variar. Por ejemplo,
para el profesor de la Universidad de Princeton, Jan-Werner Müller, populismo
es una política identitaria exclusivista, es decir, la que se basa en la idea
de la lucha de varias identidades de algún tipo (género, nacionalidad, religión
etc.). Combina anti-elitismo y anti-pluralismo representándose como la voz de
todo el pueblo, indica el politólogo: "En pocas palabras, los populistas
no dicen: 'Nosotros somos el 99%'. Lo que implican en cambio es que 'nosotros
somos el 100%'".
A su vez, Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser, los
investigadores probablemente más influyentes del fenómeno, definen el populismo
como una "ideología centrada sobre mínimos ('thin-centered') que considera
a la sociedad separada básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el
'pueblo puro' frente a la 'élite corrupta', y que sostiene que la política debe
ser la voluntad general del pueblo".
Los mismos autores confirman que el concepto tiene
sentido principalmente en las condiciones de la democracia liberal, es decir,
bajo la forma de gobierno que combina procedimientos electorales con la
existencia de instituciones estabilizadoras independientes.
Seguidores de Donald Trump en Panama City, EE.UU., 8 de mayo del 2019. Kevin Lamarque Reuters.
¿Etiqueta tendenciosa?
En este contexto, no faltan críticos que indican que
el intento de presentar todo el panorama de movimientos e ideologías
contrapuestos al sistema dominante como una sola entidad es inherentemente
tendencioso e imparcial.
Como explica el historiador argentino Ezequiel
Adamovsky, el término sirve solo para "desacreditar ciertas ideas o
decisiones de política económica heterodoxas, asociando a las personas o
gobiernos que las llevan adelante con cosas desagradables, como el nazismo o la
xenofobia".
"'Populismo' se ha convertido en un término de
combate profundamente ideologizado. Su valor como concepto para entender la
realidad, si alguna vez lo tuvo, se ha extinguido", sintetiza el
investigador.
“Los privilegiados suelen llamar 'desorden' a todo
cuestionamiento de sus privilegios”,
Iñigo Errejón, politólogo y político español.
Boris Kagarlitski, sociólogo ruso y director del
Instituto de Globalización y Movimientos Sociales, corrobora la idea de
Adamovsky, apuntando que "desde el punto de vista de los comentaristas
liberales, 'populismo' es todo lo que no les gusta, pero cae bien a la
población".
Sin embargo, hay un número de movimientos que aceptan
voluntariamente denominarse 'populistas'. Sus militantes y los intelectuales
que simpatizan con ellos prefieren conservar el concepto, definiéndolo no como
'una ideología' sino como 'una táctica política'.
Populismo como táctica
El fundamento para el entendimiento del populismo como
un método político, independiente del contenido ideológico, fue creado por
Ernesto Laclau, filósofo argentino de orientación pos-estructuralista.
Ernesto Laclau interviene en Quito, Ecuador, el 16 de mayo del 2012. Wikipedia.
La lógica populista, elaborada por él junto con su
esposa, Chantal Mouffe, supone la existencia en la sociedad de diferentes
antagonismos no siempre relacionados unos con otros. Generan varias demandas
sociales que pueden, teóricamente, ser realizadas por separado, pero nunca en
su conjunto debido a que de este modo amenazarían la posición de la clase
dominante.
Forjando una cadena de demandas equivalentes, se puede
construir el 'pueblo', —grupo de partidarios del movimiento populista—,
delimitando la frontera política con el poder. Para obtener coherencia y
completar la creación de una identidad colectiva, el movimiento populista debe
crear algunos objetivos específicos que serán adaptados por varios sectores de
sus seguidores.
"Una señora argentina trata de interrumpir su
embarazo, llega a una clínica, no le dejan, se quita el zapato, lo tira contra
el cristal y dice: '¡Viva Perón, hijos de puta!'", explica el
funcionamiento de la cadena de demandas Pablo Iglesias, líder del partido
español Podemos, inspirado por la teoría de Laclau.
Pablo Iglesias, líder de Podemos, pronuncia un discurso en un mitin, en Madrid, España, el 24 de junio del 2016. Andrea Comas Reuters.
Al mismo tiempo, indica Laclau, se trata de un
mecanismo de construcción de la hegemonía política y cultural, que puede ser
utilizado por todas las fuerzas políticas.
“La cuestión crucial es cómo se construye al pueblo, a
partir de qué cadena de equivalencias. ¿Va ser un pueblo de derecha o un pueblo
de izquierda?” Iñigo Errejón, politólogo y político español.
Así, como escribe John B. Judis, autor del libro 'La
explosión populista', en el 2016, cuando Bernie Sanders construía su coalición
populista alrededor de la demanda de la "revolución política", su
adversario, Donald Trump, utilizó con el mismo fin la idea del muro en la
frontera con México. La teoría puede aplicarse efectivamente a los partidos de
Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon en Francia o a Podemos y su rival
ultraderechista, Vox, en España.
Lo que no clarifica el esquema de Laclau es por qué
surgieron los movimientos populistas en los últimos años.
Sus causas
A pesar de que algunos autores insisten en la
importancia de los factores culturales, —como, por ejemplo, los sociólogos
estadounidenses Pippa Norris y Ronald Inglehart que explican la victoria de
Trump por el miedo de los hombres blancos heterosexuales a los cambios
culturales— la mayoría de los investigadores prefieren buscar causas más
sustanciales.
Así, según el politólogo catalán Vincenç Navarro, el
populismo no es un fantasma ideológico oportuno para el centro gobernante, sino
un fenómeno real creado por el avance del neo-liberalismo.
Los partidos de izquierda tradicionales, socialistas y
socialdemócratas, se integraron en este sistema político y socio-económico,
hegemónico desde la década de 1980, promoviendo (o no rechazando efectivamente)
las políticas de globalización, inseguridad laboral y austeridad, explica el
científico. Por eso, el enfado de la clase trabajadora está cada vez más
canalizándose a partidos de ultraderecha —y también de la emergente nueva
izquierda— que responden, de maneras diferentes, a sus demandas.
Protesta de los chalecos amarrillos en Paris, Francia, el 23 de febrero del 2019. Philippe Wojazer Reuters.
Esta visión, compartida por el comentarista principal
de economía del Financial Times, Martin Wolf, es esencialmente verdadera, pero
debe ser completada por el análisis de la estructura de clases de la sociedad
contemporánea, indica Boris Kagarlitski.
“El populismo surge cuando las rígidas fronteras entre
clases se desdibujan, las instituciones se debilitan, la sociedad se atomiza y
la solidaridad social no está garantizada por la práctica cotidiana […] cuando
la organización y la conciencia de clase de los trabajadores están todavía en
proceso de formación o ya están en crisis”, Boris Kagarlitski, sociólogo
El neo-liberalismo no solo ha frustrado y empobrecido a
los trabajadores, sino también ha destruido los viejos lazos sociales,
sustituyendo la idea de voluntad de la mayoría por una nueva matriz identitaria
compuesta por minorías numerosas pero impotentes, constata el sociólogo. En
esas circunstancias, las exigencias objetivas de la clase obrera se presentan,
inevitablemente, en formas alteradas y contradictorias, aunque no
necesariamente irrealizables.
Fuente: Vladislav Fedyushin, Actualidad, Política RT
Revisión y Diseño: elcofresito.
Comentarios
Publicar un comentario
Todos los comentarios deberán guardar el respeto y la consideración hacia los demás, así como el uso de términos adecuados para explicar una situación. De no cumplirse con estos requisitos los comentarios serán borrados.