¿Por qué seguimos creyendo a los medios de comunicación pese a que se les ha descubierto mintiendo?



Periodista es, junto con la de juez, las profesiones peor valoradas desde hace varios años. En estos últimos tiempos los norteamericanos han puntuado peor que nunca en su historia, el grado de credibilidad que les trasmiten los medios de comunicación. El periodismo no está pasando, al día de hoy, por su mejor momento. Y pese a todo, seguimos consumiendo noticias y valiéndonos de la información de las que nos proveen para comprender y analizar la realidad.

¿Alguna vez han leído una noticia sobre un ámbito específico que ustedes controlan o dominan para luego sentir indignación por las desinformaciones que en ella han recogido? El ámbito no importa, tal vez es el desconocimiento o mala intención que refleja el redactor al tratar una noticia sobre un último suceso político… O también puede ser: desacreditar y verter males de una industria alimenticia o lanzar mentiras sobre el efecto de algún antibiótico.

Es algo que ha sucedido en innumerables ocasiones, a colación de un programa específico o a raíz de datos desmentidos de forma errónea. En ocasiones, la falta de rigor tratándose de una información concreta provoca que la veracidad en las noticias o los programas previos pierdan credibilidad. ¿Nos ha mentido también nuestro presentador preferido cuando hablaba del sistema político, financiero o de inmigración? Un conflicto que suele durar unos instantes, lo justo para olvidarnos de ello cuando se emita el próximo programa o se publique el siguiente reportaje.


Michael Crichton, escritor de best sellers y conocido por ser el ideólogo detrás de los universos de Parque Jurásico y Urgencias, tuvo un día hace muchas décadas una interesante conversación con un Premio Nobel de Física. Así lo explicó en la ponencia del año 2002 "¿Por qué especulamos?":

Los medios ostentan una credibilidad totalmente inmerecida. Todos ustedes han experimentado eso que llamamos el efecto amnésico Murray Gell-Mann. Lo llamamos así, por cierto, porque si le damos al concepto el nombre de un famoso parecería más relevante e importante el descubrimiento.

En pocas palabras, el efecto amnésico Gell-Mann funciona de la siguiente manera. Abren el periódico y leen un artículo sobre algún tema que conocen bien y ven que el periodista no comprende absolutamente nada, ni de los hechos ni de los problemas de los que escribe o quiere darle un giro interesado. A menudo, el artículo está tan equivocado que presenta la historia invirtiendo causa y efecto en el conflicto del que escribe.


En cualquier caso, tras leer con exasperación o incluso diversión los múltiples errores de la nota, luego pasamos la página a asuntos nacionales o internacionales y leemos con renovado interés, como creyendo que el resto del periódico va a ser más preciso a la hora de hablar del conflicto palestino que sobre esa cosa que acababan de leer. Pasan la página y se olvidan de este hecho.

Ese es el efecto amnésico Gell-Mann y señalaríamos que no funciona para otras áreas de la vida. En el día a día, si alguien exagera o miente constantemente empezarán a desacreditar cualquier cosa nueva que les digan. En los juicios existe la doctrina legal de falsus en uno, falsus en ómnibus, que viene a decir mentiroso en una parte, mentiroso en todas.

Pero algo ocurre que, cuando se trata de los medios de comunicación, y en contra de toda la evidencia, creemos que probablemente valga la pena informarse del resto de ámbitos cuando, de hecho, es casi seguro que no será así. La única explicación posible que encuentro para nuestro comportamiento en estos casos es la amnesia.


La dificultad de pasar de página en la era Twitter

Hay algo interesante que señalar, en el contexto actual, sobre esta propuesta. En el año 2002, cuando se propuso esta idea, todavía no habíamos empezado a usar Internet como una fuente de noticias. El periódico y la televisión seguían siendo las grandes fuentes de autoridad. Ni intuíamos que iban a crearse redes sociales ni que estas iban a causar que, a menos de dos clicks y unos cuantos RTs de distancia, estuviésemos en una perpetua evaluación y crítica de medios donde siempre hay un experto (o alguien que se denomina como tal) refutando decenas, cientos de datos publicados cada día.

Es decir que, aunque aquella era la época en la que se publicaron escándalos como los de las armas de destrucción masiva que nunca existieron, era más fácil creer en el periodismo y dejarse llevar por el efecto Gell-Mann.


Todo esto, más que una crisis de los medios, parece más bien una cuestión de crisis de las instituciones informativas. Científicos, académicos, expertos o periodistas. Toda fuente de autoridad puede ser hoy cuestionable, como lo era antes, pero nunca teníamos tantas herramientas ni tanta facilidad para encontrar datos más precisos, para poner el acento constantemente en los errores publicados y mostrar la carencia de las personas que nos informan de interpretar correctamente la realidad.

Tal vez de ahí la mala reputación de la prensa actualmente.

Referencias: Esther Miguel Trula, Magnet
Revisión y Diseño: elcofresito

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