La fiebre amarilla en Guayaquil: la historia de una epidemia que hace 178 años causó 2.454 muertos
Todos los historiadores concuerdan que los mayores
azotes que sufrió la ciudad de Guayaquil en el transcurso de su historia fueron
los incendios, los ataques piratas y las pestes. De esta última, la ciudad se
convirtió en blanco de muchas enfermedades que diezmaron inclementemente su
población. Una de ellas fue la epidemia de la fiebre amarilla de 1842, que
estuvo a punto de destruir la ciudad y que solo por su fuerza y perseverancia
resurgió de su calamidad.
En esa época Guayaquil era descrita por viajeros
extranjeros como una ciudad pintoresca y provista de todos los productos
tropicales como el café, azúcar, tabaco, algodón y cacao. Además, contaba con
unos excelentes astilleros y una rica producción maderera. El diplomático
sueco, Carl Gosselman, escribía en sus notas de viaje sobre la prosperidad
económica de la ciudad: "El tipo de interés está entre el 2% y el 6%
mensual, el precio del cacao oscila entre 2 pesos hasta 4 pesos por carga de 81
libras. Después del cacao, el sombrero de paja es el artículo más importante de
exportación. El valor depende de la calidad que va entre 1 hasta 17 pesos por
sombrero".
La ciudad crecía y sus casas señoriales eran de
maderas finas, las calles tenían un empedrado de mala calidad, y se contaba con
un excelente alumbrado público que para 1842 contaba con 600 faroles de aceite.
Para el censo de 1840, Guayaquil tenía 13.000 habitantes.
En septiembre de 1842 arribó al puerto la goleta Reina
Victoria procedente de Panamá. Uno de sus marineros había contraído la
enfermedad y contagió a la mayoría de la tripulación. La embarcación fue
declarada en cuarentena, pero el mal se propagó rápidamente.
Al principio las autoridades sanitarias dudaron que se
tratara de la temida fiebre amarilla y no supieron cómo combatirla. Mientras,
el mal se extendió por el barrio del Astillero y se transmitió a la ciudad
vieja que es en la actualidad la parroquia Carbo-Concepción. A fines de
noviembre, la fiebre había llegado a Samborondón, Bodegas, Daule, El Morro y la
provincia de Manabí.
Síntomas y realidad
Los síntomas del mal eran dolor de cabeza,
escalofríos, fiebre alta, color amarillo en el cuello y pecho, náuseas,
somnolencia, hemorragias y vómito negro, por ese motivo se conocía a la
enfermedad como "el vómito prieto". El periodo de desarrollo de la
enfermedad estaba entre los siete y once días.
Las víctimas se contaban por decenas y era común que
en cada casa al menos uno de los miembros de la familia estuviera contagiado.
Las escenas en las calles eran terribles, los enfermos en mal estado eran
abandonados. El Hospital de la Caridad estaba atiborrado de pacientes y
colapsó, incluso muchos de los médicos que atendían a los enfermos también
murieron por el contagio, como el caso del doctor Bernal, director de ese
centro de salud.
En las noches, los enseres y ropa de los pacientes
muertos eran quemados en grandes piras para evitar la propagación del mal, en
escenas verdaderamente dantescas.
Vicente Rocafuerte, el líder
Las autoridades de la provincia del Guayas, encabezada
por el gobernador, Vicente Rocafuerte, afrontaron con firmeza la epidemia para
evitar su propagación. Rocafuerte ordenó la construcción de un hospital especial
para atender a los afectados por la fiebre, dictó un reglamento de higiene que
contenía los siguientes puntos:
Secar los pantanos, que forman el Estero Salado
Poner lavaderos públicos en el río, para que no se
lave la ropa en casa y se conserven
los patios limpios y secos
Limpiar los esteros
Prohibir el establecimiento de alambiques en la ciudad
Arreglar el sistema de letrinas
Asear las calles de la ciudad
Crear un nuevo panteón
Crear una policía militar disciplinada para poner
orden y hacer cumplir las disposiciones sanitarias
Poner fuente en la ciudad para dar agua pura y buena a
los pobres y no exponerlos a beber agua salada
Rocafuerte también se encargaría de evitar que la
ciudad no quedara desabastecida de alimentos y medicinas básicas, además
castigó con el fusilamiento a los especuladores.
A pesar de perder a varios de sus familiares por la
enfermedad, entre ellos su hermana y su sobrino, Rocafuerte salía montado a
caballo a recorrer las calles de la ciudad, ayudando a los enfermos y
reuniéndose con los médicos para estar al tanto de lo que ocurría con los
pacientes.
Parecía que su energía no tenía límites. Producto de
la enfermedad decenas de personas no iban a trabajar, los negocios estaban
cerrados y la aduana vio desplomarse sus ingresos a casi cero, por lo que la
caja fiscal de la ciudad quedo casi vacía.
El expresidente también enfrentó la crisis económica
de la provincia, para eso emitió sin respaldo miles de billetes para atender la
emergencia sanitaria y económica. Creó una junta de beneficencia especial y
recaudó 4.000 pesos que fueron distribuidos entre la población más pobre.
El mismo Rocafuerte describiría la distribución:
‘’Todos los días se socorren 100 pobres, a razón de dos reales y las familias
de poca fortuna que en el día con nada cuentan, reciben socorro de 2,3,4 reales
según el número de enfermos que tienen en sus casas. Establecido este régimen,
y contando con los fondos necesarios para el pago de tropas, mantenimiento de
hospitales y sueldos de los civiles, cualquiera puede seguir la senda trazada;
y en caso de enfermedad o morirme, a lo que estoy resuelto antes de abandonar
mi puesto…’’.
La fortaleza y valentía de Vicente Rocafuerte durante
la emergencia de la epidemia de la fiebre amarilla fue alabada por Francisco
Mariano de Miranda en su libro Memoria sobre la epidemia de fiebre amarilla en
Guayaquil de la siguiente manera: "El dolor que oprimía su corazón no le
hizo desmayar de modo alguno en su constante esmero hacia el alivio general:
fue un genio consolador en medio de la tempestad".
Los médicos comenzaron a tratar el mal con lancetas,
el uso de sanguijuelas, bebidas emolientes y temperantes, lavativas, baños de
pies con agua caliente, mostaza, sal y ceniza, y estímulos de pies. Además de
bebida con aceite, limón y consumo de cítricos como piñas y naranjas.
Para 1843 el mal fue decreciendo hasta su total
erradicación. El saldo de la terrible epidemia fue de 2454 muertos y más de
8000 infectados, se debe contar la emigración o huida de la ciudad de 1500
personas. Fue una de las epidemias más devastadores de la historia de
Guayaquil.
Bibliografía:
Guía Histórica de Guayaquil, de Julio Estrada
Vicente Rocafuerte, de Kent Mecum
Memoria sobre la epidemia de fiebre amarilla en
Guayaquil, de Francisco Mariano de Miranda.
Fuente: Freddy Avilés Zambrano, El Universo
Revisión y Diseño: elcofresito
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