HOMBRE BUENO, HOMBRE MALO: LA HISTORIA DE HERMANN Y ALBERT GÖRING
Los
Göring pertenecían a la nobleza alemana. Su padre, Heinrich, era un alto
funcionario del estado alemán y había sido enviado como gobernador a Namibia
debido a que hablaba holandés. Su trabajo hacía que pasara mucho tiempo fuera
mientras que su esposa, Fanny, permanecía en Alemania, ya que las condiciones
sanitarias de aquellos países tercermundistas no eran apropiadas para los
niños. Fanny tenía además veinte años menos que su esposo y también prefería
quedarse en Alemania.
En
un viaje a África debido a su trabajo, Hermann von Epenstein coincidió con
Heinrich y Fanny y desde entonces fueron amigos. Epenstein era un rico hombre de negocios de
origen judío convertido al cristianismo que les ofreció su casa de Berlín para que
la familia viviera durante las largas ausencias de Heinrich. Fue el padrino de
sus cinco hijos y el padrino y también el padre de Albert que nació dos años
después de Hermann.
Hermann
era divertido, amable y muy rico, poseía dos castillos en Austria: Valdenstein
y Mauntendorf. Los Göring pasaban los veranos en los castillos austríacos, en
un ambiente medieval que Epenstein recreaba con criados vestidos de época y
utilizando un cuerno de caza para llamar a la mesa a sus comensales, entre
otras genialidades.
El
emperador Francisco José le concedió el título de Caballero de Mauntendorf por
sus aportaciones monetarias a la corona austriaca ya que Epenstein había dejado
su nacionalidad alemana para hacerse austríaco. Epenstein se había gastado más
de un millón de marcos en rehabilitar aquel castillo que Hermann adoraba y al
que llamaba “el castillo de mi juventud”. Hermann lo recibió en herencia tras
la muerte de su padrino y su mujer. Allí guardó muchos de los cuadros de su
colección de arte, a menudo expoliados a los judíos.
Heinrich,
el padre de Hermann y Albert, pronto volvió a Alemania, en parte debido a su
mala salud y en parte a su equivocada política en Namibia, donde intentó atraer
el dinero de los inversionistas asegurando que había oro en abundancia, cosa
que no era verdad. Sus enfrentamientos brutales con las tribus locales tampoco
le ayudaron mucho en su carrera, así que tras una corta estancia en Haití
volvió para vivir de una pequeña
pensión del gobierno. Epenstein no dudó entonces en hacerse cargo de sus cinco
hijos, alojarles en su casa y ayudarles monetariamente. Fanny, lógicamente,
entraba en el trato y Heinrich se hacía el desentendido, aunque era un secreto
a voces el idilio entre ambos.
Hermann
y Albert, los dos hermanos mayores, eran muy diferentes. Hermann era bajo y con
tendencia a engordar, de cutis blanco y ojos azules, con una personalidad
arrolladora y extrovertida. Albert era alto y elegante, de ojos oscuros y tez
olivácea y de carácter retraído y tímido. Albert solía decir, cuando le
preguntaban por el color de su piel, que su madre era gitana. Pero la verdad
era que era el color de la piel de su padre.
Hermann
no era muy dado al estudio y fue expulsado de varias escuelas. Su padre como
castigo le hizo ingresar en el ejército y allí, en la dura disciplina prusiana,
Hermann encontró su lugar. Cuando tenía 18 años, Heinrich Göring murió, y un año
después comenzó la Primera Guerra Mundial.
Hermann
pronto llegó a ser un as de la aviación en la famosa escuadrilla del Barón Rojo
y obtuvo la preciada condecoración “Pour le Merite”. Sin embargo, a pesar de su valentía, sus compañeros no le
apreciaban: se quejaban de que era antipático y arrogante y nunca le invitaron
a sus cenas.
Pero
la guerra se perdió y el injusto tratado de Versalles dejó a Alemania humillada
y arruinada. Los patriotas empezaron a organizarse y las cervecerías de Múnich
hervían de hombres dispuestos a enfrentarse a sus vencedores. Allí conoció a
otro héroe de la guerra y artista fracasado llamado Adolf Hitler y enseguida
congenió con sus ideas: Alemania había sido traicionada por los comunistas y
los banqueros judíos (uno de los profesores que le suspendió en el examen de
entrada a la Academia era judío) pero el partido Nacionalsindicalista le
devolvería la libertad.
El segundo por la izquierda, Hermann Göring, en el centro Heinrich Himmler junto a Adolf Hitler.
Albert
había hecho la guerra en el barro de las trincheras sirviendo en
telecomunicaciones y ahora estudiaba ingeniería mecánica protegido por el
dinero de Epenstein y disfrutando de la vida elegante y disipada de los
cabarets. Después se trasladó a Viena para seguir viviendo de forma igualmente
ostentosa. Para entonces ya llevaba dos matrimonios en su haber. Era un
elegante cabeza hueca que sólo pensaba en divertirse y desde luego lo
conseguía: el dinero de su padre le ayudaba mucho.
El
partido nazi seguía organizándose y cada vez tenía más adeptos. En 1923, cuando
Göring tenía treinta años, Hitler intentó dar un golpe de estado en Múnich como
Mussolini lo hizo en Italia. Pero no tuvo suerte: la policía y los partidarios
de Hitler se enfrentaron, hubo muertos y heridos y Hitler fue capturado y
encarcelado. Hermann, herido de un balazo en una pierna y en la cadera, logró
huir al castillo de Mauntendorf donde
su padrino le acogió, pero las heridas se infectaron y el dolor llegó a ser tan
insoportable que en el hospital le recetaron morfina para aliviarle: desde
entonces fue un adicto a los opiáceos.
Después
de unos años de estrecheces económicas trabajando como piloto comercial en Suecia
volvió a Alemania y tras el triunfo de Hitler en 1933, Hermann fue nombrado
ministro sin cartera. Fue su ministerio el que supervisó la creación de la
Gestapo cuyo jefe fue Heinrich Himler, mucho más antijudío que Göering. Fue
entonces cuando la persecución contra los judíos se desató.
Cuando
se produjo la anexión de Austria, muchos judíos austriacos fueron encarcelados,
entre ellos los cineastas judíos Kurt y Oskar Pilzer, que ya estaban en la
lista negra. Pero Albert les proporcionó pasaportes falsos y los acompañó hasta
la frontera, también ayudó a huir a su médico que era judío y a otros muchos
artistas que había conocido en sus noches de Viena, como la esposa del músico
Franz Lehar, y no sólo les ayudó a escapar: también les procuró dinero para
poder sobrevivir fuera de Alemania.
Públicamente
se mostró abiertamente anti nazi: una vez que la Gestapo obligó a unas mujeres
judías a fregar la calle de rodillas, él se quitó la chaqueta, se arrodillo y
se puso también a fregar el suelo. Cuando la Gestapo se acercó para detenerle y
vieron su apellido en la documentación que les enseñó, no se atrevieron a
hacerlo (todos conocían el genio arrogante de su hermano) y la limpieza de
aquella calle se acabó dejando a las mujeres que volvieran a sus casas, pero la
Gestapo comenzó un largo y peligroso informe de sus actividades.
Albert Goering y Mila-Klazarova
Hermann
estaba feliz con la anexión de Austria; la expansión de Alemania había
comenzado con buena fortuna. Tan feliz era que reunió a sus hermanos en una
fiesta familiar y les aseguró que les concedería un deseo a cada uno. Aquella
fiesta hubiera podido acabar en tragedia porque Albert y una hermana le
pidieron que liberara al ex canciller de Austria, Kurt Schuschnigg, y al
archiduque José Fernando de Habsburgo. Hermann gritó que aquello era imposible,
pero a pesar de su enfado inicial fueron liberados al día siguiente.
Ahora
la Gestapo también vigilaba a Hermann Göring, aunque muy discretamente, porque
cuando la famosa aviadora Melitta Gräfin Schenk fue condenada a un campo de
concentración, él se enfrentó a Himmler que se negaba a liberarla porque era
judía y le gritó enfadado.
“¡En Alemania yo decido quien es judío y
quien no!”
Por
supuesto que salió libre; ni tan siquiera Himmler era capaz de hacerle frente.
Eso
no quería decir que no tuviera una posición claramente antijudía: firmó un
decreto que multaba a los judíos con un millón de marcos e impidió que las
compañías alemanas aseguradoras pagaran los desperfectos de la tristemente
famosa “noche de los cristales rotos”.
Albert
seguía en Viena ayudando a los judíos, falsificando incluso la firma de su
hermano para liberarlos; la Gestapo le encarceló varias veces, una de esas
veces estuvo a punto de ser fusilado, su hermano siempre le protegió. Hermann le liberó cuando estaba
a punto de ser mandado al campo de concentración de Mauthausen, pero cada vez
era más difícil protegerle, su posición en el Reich ya no era tan firme como
antes y muchos compañeros del partido querían su puesto.
Así
que como era ingeniero, le mandó a Checoslovaquia, a la fábrica Skoda, como director
de exportaciones, quería alejarle lo más posible de Himmler. Pero su
comportamiento se radicalizó aún más, los sabotajes en su sección eran
frecuentes y los camiones del Reich no funcionaban cuando llegaban a su
destino.
Enviaba
camiones al campo de concentración de Theresienstadt pidiendo hombres para
trabajar en Skoda, pero aquellos camiones no llegaban a la fábrica: acababan
liberando a los prisioneros en bosques cerca de la frontera para que pudieran
escapar.
Falsificó
la firma de su hermano para liberar a prisioneros judíos o conmutar su pena de
muerte y ayudó a la resistencia checa liberando a algunos prisioneros checos de
los calabozos de la Gestapo.
En
1943 la estrella de Hermann comenzó a declinar. La Luftwaffe no había podido
evitar el bombardeo de las ciudades alemanas y tampoco había logrado abastecer al
sexto ejército alemán sitiado en Stalingrado, por lo que Hitler le retiró su
confianza.
Albert Goering, el bueno, que salvó judíos de los Nazis
Pero
el 22 de abril de 1945, cuando fue informado del deseo de Hitler de suicidarse,
Herman le mandó un telegrama pidiéndole tomar él mismo el control del Reich,
Hitler se enfureció, le consideró un traidor, le retiró todos sus cargos, le
expulsó del partido y mandó encarcelarle, pero Hermann estaba en su castillo
austríaco, rodeado de obras de arte y antes de ser detenido se entregó a los
americanos. Hermann no se entregó como un pobre alemán: se llevó con él
numerosas maletas con joyas, trajes y obras de arte.
Los
aliados se enorgullecían de haber capturado a Hermann Göring aunque en realidad
se hubiera entregado él mismo a los americanos temeroso de la venganza de los
rusos. Era el jerarca más importante ya que Hitler, Goebbels, Himmler y Bormann
se habían suicidado.
Cuando
se vieron en la prisión esperando el juicio de Núremberg, Hermann le dijo a
Albert:
“Lo
siento, sólo estás aquí por tu apellido”
Cuando
los americanos interrogaron a Albert lo consideraron un mentiroso, sobre todo
cuando les presentó una lista de 34 judíos a los que había salvado de la muerte
¡aquello era una mentira tan gorda como su hermano, le dijeron! ¡el hermano de
Göring no podía ser bueno!
Juicio de Núremberg
Pero
lo era: sus amigos testificaron por él y muy a su pesar no pudieron condenarle.
Para colmo su hermano Hermann se suicidó con una capsula de cianuro pocas horas
antes de ser ejecutado y eso hizo perder millones a la prensa mundial, que ya
había escrito de antemano su muerte con todo lujo de detalles.
Así
que toda la rabia se volvió contra Albert al que no dejaron libre: le enviaron
a Checoslovaquia para ser juzgado.
Pero
nuevamente sus trabajadores y la Resistencia le defendieron y no pudieron
condenarle a penas mayores, aunque le dejaron encarcelado dos años en Berlín
por haber usado mano de obra esclavizada.
Cuando
Albert salió de la cárcel se encontró sin dinero, ya que todas las posesiones
de la familia habían sido embargadas por el gobierno de Alemania Federal, y sin
trabajo: nadie nada trabajo a un Göring.
Estaba
en la miseria, comía de lo que los amigos le enviaban a veces, trabajaba
esporádicamente como escritor o traductor, siempre mal pagado, dormía en la
calle y su familia le abandonó: Albert se dio a la bebida. Ahora el elegante
ingeniero era un deshecho de la sociedad, pero aún y así no quiso cambiar su
apellido como le aconsejaban sus amigos: estaba orgulloso de lo que había hecho
en su vida y no quería ocultarlo.
Al
final de su vida el gobierno le concedió una pensión de 82 marcos, eso le
permitió vivir en el humilde departamento de la que había sido su ama de
llaves. Antes de morir se casó con ella para que cobrara su pensión: fue su
última obra buena. Murió el 20 de diciembre de 1966, de un cáncer de páncreas,
y la muerte le sepultó en el olvido: el mundo entero quería olvidar aquella
cruel guerra.
William
Hasting Burke era un estudiante de Económicas, australiano que se sintió
sobrecogido por un reportaje que historiadores británicos rodaron en 1998 sobre
Albert Göring y decidió dedicar su tiempo a investigarlo.
Se
trasladó a Europa y durante dos años habló con testigos, rebuscó documentos y
encontró pruebas suficientes para rehabilitar el nombre de Albert Göring.
¿Y
qué mejor manera de hacerlo que pedir para él el título de Justo Entre las
Naciones que el estado judío concedía a los que habían ayudado a los judíos en
la segunda guerra mundial, como Oscar Schindler? Sus casos eran muy similares.
Escribió
un libro sobre Albert que tituló “Treinta y cuatro”, es decir, su lista de
judíos salvados de la muerte, y entregó toda su documentación al Museo Yad
Vashen de Jerusalén.
Pero
el tiempo pasaba y nadie contestaba a su requerimiento. Cuando volvió a
preguntar le dieron esta evasiva respuesta:
“Hay
indicios de que Albert Göring tenía una actitud positiva hacia los judíos y que
ayudó a algunas personas, pero no tenemos pruebas suficientes, es decir,
carecemos de fuentes primarias que muestren que haya arriesgado su vida para
salvar a los judíos del peligro de la deportación y la muerte”
¡Claro!
¡En el año 2016, cuando se hicieron estas declaraciones, las “fuentes
primarias” estaban todas muertas! ¿Por qué esa resistencia a reconocer los
indudables méritos de Albert Göring? La explicación es fácil. El mismo Albert
confesó en el juicio de Nuremberg que su hermano Hermann le había ayudado en su
trabajo y lo mismo declaró su hija: sin la ayuda y el encubrimiento de Hermann
no podría haber hecho lo que hizo.
Reconocer
los méritos de Albert era reconocer, al menos en parte, algún mérito en Hermann
y eso era totalmente imposible. Así que se le negó aquel honor. El Göring malo
obtuvo 46 condecoraciones en su vida, el Göring bueno no consiguió ninguna. La
historia siempre la escriben los vencedores.
Fuente:
Nissim de Alonso, Revista de Historia
Revisión
y Diseño: elcofresito
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