CALFUCURÁ, EL SEÑOR DE LAS PAMPAS
El lonko (cacique) mapuche Calfucurá (Piedra
Azul en mapuzungún) nació alrededor de 1790 en las laderas del volcán Llaima,
cerca de Temuco (Chile), aunque también es posible que naciera en la actual
provincia argentina de Neuquén. Hijo del lonko Huentecurá –que fue aliado del
general San Martín- y la lonko Amuizeu, combatió contra los realistas en la
“Guerra a Muerte”.
Hacia 1830 la zona de las Salinas Grandes
(actual La Pampa, Argentina) estaba ocupada por un pueblo mapuche llamado
Vorogas (por provenir de Vorohue, Chile), que también ocupaba el partido
(distrito) de Carhue (Buenos Aires). Tras haber fracasado en sus intentos de
conquista, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas cambió su
estrategia hacia el “negocio pacífico con los indios”, tratando de cooptar a
los jefes voroganos Rondeau y Melín. Sin embargo, este plan fracasó cuando 500
lanzas de Calfucurá atacaron el campamento vorogano en lo que se denominó “la
Masacre de Masallé”. Rondeau fue ejecutado con sus hermanos Melín y Alún, y los
jefes Calfuquirqué y Coñuepán, acusados de haber instigado la muerte de un jefe
pewenche, o acaso su alianza con los gobiernos huincas (despectivo para
europeos y criollos). Solo el lonko Coliqueo logró escapar.
En 1836 Calfucurá, como nuevo lonko de las
Salinas, realizó un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires: a cambio de una
asignación anual de 1500 yeguas, 500 vacas, bebidas, ropa, azúcar, yerba mate y
tabaco, se comprometían a proteger la campaña bonaerense de los ataques de
otras parcialidades mapuches. Pero él mismo concertó una alianza con diferentes
pueblos originarios (pampas, tehuelches, vorogas, pewenches), lo que dio lugar
a la poderosa Confederación de las Salinas Grandes, que lo tuvo como líder
supremo durante 40 años. Sin embargo, nunca pudo incorporar a la misma a la
poderosa Nación Ranquel, liderada por Yanquetruz, aunque concertó alianzas con
la misma. Se llegaron a realizar emblemas, medallas y sellos con la inscripción
en español: “General Juan Calfucurá, Confederación de las Salinas Grandes”.
Sin embargo, hay que aclarar que esta
Confederación, independiente de lo poderosa que llegó a ser, no puede
considerarse un Estado y menos un Imperio –como se ha escrito-. Por más
influencia que el lonko tuvo sobre sus seguidores, estos no eran más que eso:
seguidores, cuya confianza en el cacique reposaba en una serie de obligaciones
y condiciones que este debía cumplir. De ningún modo alteraba el carácter
relativamente igualitario de la sociedad mapuche.
Desde su cuartel en Chilihué, Calfucurá
atendía los asuntos de la Confederación, concertaba tratados o guerras, y
contestaba su correspondencia. Tenía un lenguaraz que traducía sus palabras de
mapuzungún a español, y un amanuense que redactaba en este último idioma. Se
tejieron muchas historias sobre su persona, al punto de atribuirle poderes
sobrenaturales. Pero lo cierto es que Calfucurá fue un líder que trató de
mantener la independencia de su pueblo y evitar la ocupación de sus tierras
mediante negociaciones con los diferentes gobiernos criollos.
En 1852 se produjo la caída del gobierno de
Rosas y a fines de ese año el país se dividió en dos Estados rivales: la
Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Calfucurá apoyó al
primero, enviando a su hijo a jurar la nueva Constitución en 1853.
Por ese entonces la tribu de los Catriel,
antiguos aliados de Rosas, sufrieron un ataque por parte del gobierno de Buenos
Aires, lo que los llevó a que se aliaran con Calfucurá. Entre 1855 y 1857
mapuches y catrieleros lanzaron malones contra los partidos bonaerenses de
Azul, Tapalqué, Bahía Blanca y 25 de mayo, robando ganado y tomando cautivos.
En estos ataques también participaron otras parcialidades indígenas de la
llanura pampeana y la Patagonia. El Ejército de Operaciones del Sur de Buenos
Aires fue incapaz de contenerlos.
En 1859 los mapuches de Calfucurá participaron
del lado de las fuerzas de Urquiza en la “Batalla de Cepeda”, en las que
derrotaron a Buenos Aires. Pero el poderío de la Confederación Argentina venía
decayendo. Por ello se abstuvieron de participar en la “Batalla de Pavón”
(1861) en la que Buenos Aires resultó vencedor. En 1862 el país se reunificó
bajo dominio de Buenos Aires y el líder porteño Bartolomé Mitre asumió la
presidencia. En represalia Calfucurá y otros pueblos lanzaron ataques contra
Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Cuyo. Sin embargo, el gobierno de Mitre fue
conciliador con los pueblos originarios, ya que tenía otros frentes internos y
externos que atender. La política de Calfucurá también fluctuó entre la
negociación y las armas.
En 1866 o 1867 murió el lonko Juan Catriel.
Debía sucederle su hijo Juan José, pero este se sintió incapaz de cumplir los
acuerdos que su padre concretó con los huincas, por ello asumió su hermano
Cipriano, mucho más occidentalizado que los otros “jefes amigos” (tenía un
chalet y una cuenta en el Banco Provincia). El gobierno de Buenos Aires lo
nombró “Cacique General de todos los Indios Amigos” y, en cumplimiento de esta
función, lanzó un ataque contra los demás pueblos que no aceptaban someterse.
En venganza a esta traición, Calfucurá y otros
jefes formaron una poderosa coalición de 6.000 hombres de lanza para
enfrentarlo. En ella participaron Marcelino y Juan José Catriel, hermanos del
“traidor”. El 5 de marzo de 1872 el “mayor Ejército indio jamás visto” lanzó un
malón contra varios partidos del oeste bonaerense, capturando 150.000 cabezas
de ganado y tomando 500 prisioneros. Pero de regreso, 2.500 combatientes se
separaron del resto para arrear el ganado con mayor comodidad, mientras que
Calfucurá conducía el resto hacia las Salinas Grandes. En el camino los estaban
esperando 1.000 soldados al mando del general Ignacio Rivas y 500 guerreros de
Cipriano Catriel. También estaba presente Coliqueo, sobreviviente de Masallé.
El 8 de marzo los derrotaron en la “Batalla de San Carlos”.
Esta derrota marcó el comienzo de la caída de Calfucurá. Recordemos que por entonces tenía más de 80 años. El 3 de junio de 1873 falleció en su cuartel de las Salinas Grandes. Cuentan que sus últimas palabras fueron para su hijo y sucesor Namuncurá: “Nunca entregar Carhue al hunica”. Años después, este se lamentaría de no haber podido cumplir ese pedido. El 24 de abril de 1876 el coronel Levalle tomaría Carhue y dos años más tarde el Estado argentino desataría un brutal genocidio contra los últimos pueblos originarios de las pampas y la Patagonia que aún conservaban su autonomía.
Fuente: Lic. Luciano Andrés Valencia, Revista
de Historia
https://revistadehistoria.es/calfucura-el-senor-de-las-pampas/
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