LOS ANCIANOS EN LA ANTIGUA ROMA, EL PELIGRO DE ENVEJECER
Hoy
vamos hacia la vida de los ancianos en la Antigua Roma, una historia en
profundo declive. Como en la actualidad, existían diferentes formas de afrontar
esta etapa de la vida que, sin duda, venía dada por un aspecto principal, su
status social. Pese a ello como veremos tenían en común el título de “pater
familias”, que para bien o para mal les unía e incluso les igualaba en el
contexto de la familia.
La
esperanza de vida en la Antigua Roma
La
primera pregunta que nos debemos hacer es: ¿a qué edad se consideraban
ancianos? Para intentar encontrar una respuesta y extrapolarla a hoy día, es
interesante conocer la esperanza de vida en la Antigua Roma y compararla con la
actualidad. Para dicha comparación podemos partir, por ejemplo, de los datos de
España en el año 2018, unos datos que tristemente se tendrán que revisar tras el
2021 o más, debido a la cruel pandemia del Covid-19 que estamos viviendo.
Esperanza
de vida actual: mujeres 86,3 años, hombres 80,7 años
Entre
hombres y mujeres había en el año 2018, casi 9 millones de personas mayores de
65 años, lo que suponía el 18,15% de la población total.
Dicho
esto, hay que aclarar que los datos de la Antigua Roma evidentemente no son tan
fiables, ni tampoco contamos con tablas de población como las actuales. Así y
todo, la lectura de los escritores clásicos y los estudios epigráficos de las
estelas funerarias han servido para hacer algunos estudios al respecto.
Ejemplo de estela funeraria romana del siglo I d. C.
Según
las estelas funerarias romanas de la zona de Tarquinia, al norte de Roma, entre
los años 200 al 50 a. C., es decir en la fase final de la República Romana, la
esperanza de vida era de 41 años para los hombres y 40 para las mujeres.
Mucho
más interesantes, aunque no nos den para calcular la esperanza de vida, son los
datos publicados por la Academia de Berlín en el siglo XIX. Tras el estudio de
cerca de 25.000 estelas funerarias repartidas por todos los rincones del
Imperio Romano.
En
la capital de Roma, se estudiaron algo más de 8.000 estelas. El resultado es
que, de 4.575 hombres, 344 llegaron a los 60 años (7,5%) y 111 (2,4%) a los 80
años. En cuanto a las mujeres se analizaron 3.490, 138 llegaron a los 60 años
(3,5%) y 34 (0,9%) a los 80 años.
Nos
vamos a Hispania: De 1.111 hombres, 269 (24%) llegaron a los 60 años y 70
(6,3%) llegó a los 80 años. Por lo que respecta a mujeres de 885, 120 (13%)
llegó a los 60 y 23 (2,6%) murió con más de 80 años.
Pero
la que rompe los moldes son las provincias romanas del norte de África: Aunque
los datos son conjuntos para hombres y mujeres. De total de estelas estudiadas,
6.238, tenían más de 60 años 2.389 (38%), y más de 80 años 1.030 (16,5%). Hay
que destacar que incluso 98 personas tenían más de 105 años.
Hay
que añadir que con estos datos no conocemos con exactitud la esperanza de vida,
ya que nos faltan cifras sobre el total de habitantes. Pero si nos podemos
hacer una idea aproximada. Es evidente que los datos del norte de África pueden
parecer exagerados, según el estudio pueden haber sido redondeados, aun así, se
puede pensar que la esperanza de vida de esas provincias era más similar a la
nuestra de hoy día, que la de Roma.
En
dicha capital y sin ser del todo fiables los datos, podemos pensar que serían aproximadamente
los mismos que hemos relatado anteriormente, es decir en torno a los 40 años.
Destacar
que en una posición intermedia encontramos a la Hispania Romana, según los
autores del estudio el motivo puede ser una mayor longevidad en las áreas rurales.
No
podemos concluir sin significar que en el periodo que abarcó la cultura romana,
al contrario que hoy día, los hombres vivían más que las mujeres, la respuesta
parece evidente, la alta mortalidad que sufrían las mujeres durante el parto.
“Pater
familias”, el poder de los ancianos en la Antigua Roma
Dentro
de la cultura romana, desde los propios inicios de la misma, la figura del
“Pater familias” concedía especiales poderes a los ancianos en el ámbito
privado de la familia. El derecho romano les concedía el “sui juris”, es decir
“de propio derecho”, mientras el resto de la unidad familiar quedaba como
“alieni juris”, es decir persona sometida al poder familiar.
Por
lo tanto, la figura masculina ganaba poder con la edad, y al llegar a anciano
bajo él quedaba su esposa, hijos y nietos. Un “Pater familias” podía echar de la
casa a sus hijos y nietos, podía venderlos como esclavos, e incluso
abandonarlos al nacer sin caer en delito. Además, aportando ciertas pruebas,
que parecían escuetas, podía condenar a muerte a cualquier miembro de su
familia. No es de extrañar que algunos miembros de estas, estuvieran deseando
la muerte de los ancianos, este aspecto estaba muy presente en las comedias y
tragedias que se representaban en los teatros romanos.
Escultura de Patricio Barberini, mostrando el recuerdo de sus antecesores, (representación del poder de la familia romana)
Es
evidente que las mujeres ancianas de Roma carecían de este poder. Pero no es
difícil comprender que poseían otro, que emanaba de la igualdad jurídica con el
resto de los componentes de la familia. Es decir, nietos, e hijos veían en las
ancianas como un personaje clave en el equilibrio familiar, al tener sus mismos
problemas ante el “Pater familias”, pero con una dosis de experiencia a la que
el resto de miembros acudía en caso de problemas familiares. El principal
problema para las ancianas era al quedar viudas, ya que quedaban solas sin el
paraguas protector del hombre.
Pero
como otras tradiciones romanas, la figura del “Pater familias” pierde poder
progresivamente durante el periodo imperial. A través de los años se va
reglamentado esta figura, de tal forma que en el siglo II d. C., ya podían ser
denunciados de abusos de autoridad. Por otro lado, las leyes romanas comenzaron
a legislar la institución familiar, la vida, la muerte, o la venta de los hijos
estaban ahora sujetas a la legalidad. La figura pierde todo su carácter
público, aunque se conserve dentro de la institución familiar. En definitiva,
la autoridad de los ancianos pasa a ser moral, pero la ley, ya no le ampara
para poderla aplicar.
Los
ancianos y la política de Roma
A
groso modo, como veremos a continuación, en la política romana la autoridad de
los ancianos fue cayendo al mismo tiempo que en el interior de la institución
familiar.
Si
nos remontamos al principio de la historia de Roma nos encontramos la
institución del Senado. Este estaba compuesto en sus albores por 30 senadores,
todos ellos “Pater familias”, de donde desciende el vocablo “patricii”, como es
conocido al principio todos los senadores eran patricios.
Durante
la República Romana los ancianos tuvieron enorme poder, ya que la institución
del Senado, aunque no dejara de ser una institución consultiva, estaba
compuesta por hombres con probada experiencia en los principales cargos
políticos, ya que, para ser senador había que haber pasado por una magistratura
curul. Los senadores eran los más reputados ancianos de Roma, y ejercían su
poder e influencia en las decisiones de los magistrados, desde cónsules a
tribunos se dejaban guiar por las propuestas de los senadores.
Siguiendo
con la República, son muchos los casos de destacados ancianos que ejercieron su
poder. Como por ejemplo Catón el viejo, tras pasar por todas las magistraturas,
habidas y por haber, se mantuvo hasta su muerte con 85 años dirigiendo con mano
firme los designios del Senado Romano. Por otro lado, cuando peor era la
situación de Roma, se solía dejar el poder en manos de ancianos. Un recuerdo
para Fabio Máximo, que con más de 60 años y con Aníbal amenazando entrar en la
ciudad de Roma, fue proclamado dictador de Roma, es decir se le concedieron
todos los poderes temporalmente. Con sabiduría, templanza y serenidad supo
evadir el contacto directo con los ejércitos cartagineses, acusado por algunos
de cobarde, tal acción pudo servirle a Roma para librase de su enemigo más
importante durante toda la historia de la República.
Catón «el viejo»
Con
la llegada del periodo imperial el poder de los ancianos comienza a disminuir,
al menos como grupo social. Ciertamente el Senado, que en tiempos de César
había llegado a contar con 900 senadores, pasa con el Imperio a un segundo
plano. Ahora el principal grupo de poder se ve reducido en número, ya que el
“consilium principis”, institución que aconseja al emperador, son menos de 50
miembros, además de ellos solo unos 20 eran senadores, el resto provenía de la
clase social de los équites, en la que se ascendía más rápidamente.
El
poder de los ancianos en el periodo Imperial se puede considerar que fue
mayoritariamente a título individual. Podemos fijarnos en el principal, el
emperador. Los emperadores del siglo I, los podemos considerar que ejercieron
el poder hasta bien llegada su ancianidad. Augusto hasta los 76 años, su
sucesor Tiberio hasta los 77 años, o Galba que tenía 73 años el día de su
investidura son solo algunos ejemplos. En el siglo II empieza el declive, se
pueden decir que recién “jubilados” ya morían, tanto Trajano, como Adriano o
Marco Aurelio tenían poco más de 60 años el día de su muerte. A partir del
siglo III, como es sabido, ser emperador de Roma, era una profesión de riesgo,
ser anciano ya no era sinónimo de poder, ni siquiera dentro de la política.
Galba, el efímero sexto emperador de Roma
Los
otros ancianos
No
hace falta decir, que la mayoría de los ancianos no llegaban a ser ni
senadores, ni emperadores, ni cónsules, ni siquiera ediles. Sobre esta mayoría
de ancianos la única fuente que nos pueden servir para saber cómo eran y cómo
vivían es la literatura romana. Hay que destacar que no salen muy bien parados
por esta.
Comenzamos
con la descripción de la vejez que hace Décimo Junio Juvenal, poeta romano de
finales del siglo I. Es cierto que nos
encontramos ante una sátira muy personal de este personaje, y desconocemos el
calado que estas tenían en la sociedad romana. Pero de la misma forma, no
podemos olvidar la gran importancia que tuvo su obra, y de la cual nos dejó
memorables frases como “pan y circo” o “mente sana, cuerpo sano”, que no dejan
de ser una crítica de la sociedad romana.
“Tienen
la cara deformada, horrible, y las mejillas colgadas. Les tiembla la voz y
todos sus miembros. Están sin pelo, sin dientes, sordos y no son dueños de su
cabeza. El que no ha perdido un ojo, ha perdido una mano y ambos hay que darles
de comer. No sirven para nada.”
Décimo Junio Juvenal
Algo
más benevolente con los ancianos fue Plinio “el joven”. Al menos su mirada a la
vejez nos acerca a la visión a la dura realidad de cómo se envejecía en la
Antigua Roma, mostrándonos su tristeza por ello, no exenta de una cierta
melancolía. En sus célebres cartas nos relata en diversas ocasiones los
suicidios de sus amigos ancianos, algunas veces con la crueldad de ir
acompañados de sus mujeres, que les servían como ejemplo, al suicidarse junto a
sus maridos. Es sin duda, la muestra inequívoca de una sociedad con poco
miramiento hacía sus mayores.
Pero
Plinio, afortunadamente nos reportó otra visión de cómo envejecer con elegancia
y saber estar. Posiblemente fueron los menos, y los afortunados debían
pertenecer a las capas sociales más alta de Roma. Pero es significativo como
nos narró el envejecimiento de su amigo Espurina; el ideal de anciano romano,
rico, culto y con excelente salud.
“marcha
unas tres millas cada mañana, luego recibe a sus amigos a los que obsequia con
largas y ricas conversaciones. También, le gusta pasear junto a su esposa, con
su carruaje por Roma. A la vuelta, si el tiempo se lo permite se baña desnudo,
tras el baño reposada cena acompañada habitualmente por una representación de
comedia. Tiene 77 años y todos sus sentidos intactos”
Resulta
sencillo en la literatura romana encontrar más individuos como el amigo de
Plinio, en definitiva, nos narran las desventuras de los ricos patricios
romanos. Pero no se refleja igual la vida cotidiana de los ancianos de la
Plebe. Solo se refleja en algunas líneas, jugando a los dados en la plaza u
ocupando las altas filas de los teatros o anfiteatros romanos.
La
salud de los ancianos
Los
médicos de la Antigua Roma, no destinaban muchos esfuerzos a mejorar la vejez
de los ancianos.
Para
Aulo Cornelio Celso, un supuesto médico coetáneo del emperador Augusto, los
ancianos tenían todas las enfermedades crónicas; reuma, problemas con la orina,
dolores de riñones, dificultades respiratorias, dolores de espalda y mala
circulación. La única medicina que les mandaba realmente curiosa; bañarse en
agua caliente y beber vino no rebajado, para la vista cansada frotarse los ojos
con miel.
El
único médico romano, de que se tiene constancia que se preocupara por explicar
lo que era la vejez fue Galeno de Pérgamo. Que, por cierto, todavía resulta más
curiosa que la de su colega Celso:
“El
cuerpo es una mezcla de sangre y semen, a medida que se envejece pierde la
vigorosidad y se deshidrata. Cuando los huesos se quedan secos, ya no crecen
más, en ese momento los vasos sanguíneos se expanden y el cuerpo se fortalece.
Como el desecado no cesa, la persona se empieza a adelgazar y arrugar, sus
miembros se tornan cada vez más débiles. Nadie se puede librar de este proceso
natural, y como tal los achaques de este proceso no hacen falta que sean
tratados”
Galeno de Pérgamo
En
definitiva, poco hacían los médicos para tratar la vejez
Para
concluir podemos añadir lo que los romanos pensaban de la muerte, dichos
pensamientos nos pueden hacer entender que los ancianos romanos no debían tener
especial miedo por esta, y posiblemente la consideraran un alivio a los últimos
años de vida.
Cicerón
escribió esto con 62 años, es decir dos antes de que fuera asesinado.
La
vejez significa la cercanía de la muerte. ¿Morir? ¡Bonito asunto! Una de dos: o
no hay nada después de la muerte, y en este caso no hay que temerla, o ella es
la puerta para la vida eterna, y en este caso hay que desearla.
La
siguiente frase es de Catón, que recordemos murió con 85 años y al parecer en
plenas facultades.
“la
muerte afecta más a los jóvenes que a los viejos; la prueba es que ¡muy pocos
alcanzan la vejez!”
Para
concluir, una pequeña apreciación personal:
“Es
cierto que somos romanos, pero menos mal que en algo hemos evolucionado”
Mas
información:
Historia
de la Vejez, de la Antigüedad al Renacimiento, Georges Minois, traducción Celia
María Sánchez, 1987
Sobre la Vejez, Marco Tulio Cicerón.
Fuente:
José Mari, Caminando por la historia
https://caminandoporlahistoria.com/ancianos-en-la-antigua-roma/
Revisión
y Diseño: elcofresito
Comentarios
Publicar un comentario
Todos los comentarios deberán guardar el respeto y la consideración hacia los demás, así como el uso de términos adecuados para explicar una situación. De no cumplirse con estos requisitos los comentarios serán borrados.