UN HEROE DE GUERRA MUY ESPECIAL
La historia de Desmond Doss es poco conocida. Durante mucho tiempo solo la sabían algunos militares, historiadores especializados en la II Guerra Mundial y poca gente más. Él mismo no tenía ningún interés en darla a conocer. Pero en el año 2006 un gran director de cine, Mel Gibson, decidió llevar la heroicidad de Doss a la gran pantalla. A partir de entonces el protagonista del film, titulado Hacksaw Ridge en inglés y Hasta el último hombre en castellano, dejó de ser un desconocido para muchas personas.
Desmond Doss, no era el tipo de héroe que el
espectador espera ver en la gran pantalla. En el imaginario colectivo un héroe
de guerra es una persona que arriesga su vida, y muchas veces incluso la
sacrifica, para llevar a cabo una acción peligrosa o salvar a compañeros. Doss
salvó la vida de muchos compañeros, pero lo hizo sin disparar un solo tiro, sin
usar ningún tipo de armas, y allí está el gran mérito de su actuación.
Desmond Doss nació en una población de Virginia,
Estados Unidos, el año 1919. Su padre, carpintero, era un pastor de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, que influyó mucho en las ideas de su hijo. Para el
pequeño Desmond el primer mandamiento era “no matarás”. Cuando estalló la
guerra contra el Japón, Desmond tenía veintidós años. El joven enseguida mostró
su voluntad de servir a su país. Aunque pacifista, contrario a la violencia, no
quería eludir sus obligaciones como ciudadano. Su país había sido agredido y
había que defenderlo. Pero él quería salvar vidas, no segarlas. Por tanto, la
única manera de hacerlo era como médico o sanitario.
Los altos cargos políticos y militares no sabían qué
hacer con Desmond Doss. Se negaban a enviarlo al frente desarmado. En
condiciones normales, su negativa a luchar para su país le hubiera costado un
consejo de guerra. Pero el hecho de haberse presentado como voluntario y de
pertenecer a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, fueron dos factores
determinantes. Finalmente, después de recibir una formación como sanitario, fue
destinado al Pacífico. Allí, la relación de Desmond con sus compañeros no era
buena, lo acusaban de cobarde, incluso lo humillaban. Su carácter tímido y su
aspecto desgarbado tampoco le ayudaban para hacer amigos.
Desmond Doss estuvo en las Filipinas y en la isla de
Guam. En la primavera de 1945 participó en la larga y encarnizada batalla de
Okinawa. Okinawa es una isla del sur del Japón, la puerta de entrada al
archipiélago. Los japoneses estaban dispuestos a defenderla palmo a palmo.
Conquistar la isla costó miles de víctimas a ambos bandos, muchas de ellas
civiles. Aparte de Iwo Jivo, Okinawa fue el único lugar del territorio nipón
donde lucharon americanos y japoneses.
El cabo Maeda, actualmente un lugar idílico de la
isla, muy visitado por los turistas, es un baluarte natural que penetra en el
mar del Japón. Era inaccesible para los tanques y los soldados americanos
pronto lo denominaron Hacksaew Ridge por su repentina elevación. Arriba,
cientos de súbditos del emperador esperaban al enemigo escondidos en cuevas, zanjas
y agujeros. Dominar aquella altura era condición sine qua non para dominar toda la isla. Para conquistar aquella estratégica posición
hubo que luchar durante casi un mes, desde el 29 de abril hasta el 21 de mayo
de 1945.
Cada vez que los soldados norteamericanos logaban
alcanzar la cima con la ayuda de cuerdas eran rechazados por los defensores. El
soldado Desmond Doss naturalmente no disparó ni un solo tiro: iba contra sus
principios. Los médicos y sanitarios eren objetivos preferentes de los
japoneses a fin de desmoralizar a los atacantes. ¿Quién les atendería si caían?
Morirían desangrados y sufriendo porque ningún miembro del cuerpo médico les
podría administrar morfina.
Escondido entre las rocas o en los agujeros abiertos
por la artillería que disparaba desde los barcos americanos, Desmond reptaba en
el altiplano buscando soldados heridos. Cuando encontraba uno, le prestaba los
primeros auxilios con el material médico de urgencia que llevaba encima y luego
lo arrastraba hasta el borde del precipicio, donde, con grandes esfuerzos, lo
bajaba hasta la playa con la ayuda de cuerdas. Doss fue herido en dos
ocasiones. Al regresar a Estados Unidos recibió la medalla de Honor de manos
del presidente Truman. Las heridas recibidas en Okinawa y la tuberculosis le
dejaron incapacitado para un trabajo normal. Pasó el resto de su vida en una
granja de Georgia. Cuando algún periodista se acercaba al lugar para hacerle
una entrevista, Desmond hablaba de su actuación en Okinawa con humildad, sin
dar importancia a su comportamiento heroico.
El único soldado norteamericano que participó en la II
Guerra Mundial sin armas, murió en el año 2006 y fue enterrado con la
admiración y la aclamación de muchas personas, en medio del fervor y el
entusiasmo de mucha gente. Desmond Doss oficialmente salvó la vida a setenta
soldados. Él, muy modesto, decía que solamente habían sido unos cincuenta.
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