LA CONQUISTA DEL OESTE: INDIOS, COLONOS Y SOLDADOS

 


El cruce del Mississippi sobre el hielo. C. C. A. Christensen, 1878. Brigham Young, University Museum of Art.


Durante el siglo XIX, mientras la frontera estadounidense avanzaba de forma imparable hacia el Oeste, la vida tradicional de los nativos americanos se extinguía bajo la marcha de los pioneros y del ejército.


¿Qué tratado ha respetado el hombre blanco que el hombre rojo haya roto? Ninguno. ¿Qué tratado ha hecho el hombre blanco con nosotros que después él haya respetado? Ninguno. Cuando yo era niño, los siux eran los dueños del mundo; el sol se levantaba y se ponía en sus tierras. Hasta diez mil hombres iban a la guerra. ¿Dónde están hoy los guerreros? ¿Quién los ha exterminado? ¿Dónde están nuestras tierras?".


Quien así se lamentaba era Tatanka Iyotake, el legendario caudillo siux que los blancos conocían como Sitting Bull, Toro Sentado. Él había sido uno de los artífices de la mayor victoria de los guerreros de las praderas en su lucha contra el ejército estadounidense: la que alcanzaron en Little Bighorn sobre las tropas del 7.º Regimiento de Caballería, comandado por el teniente coronel Custer. Pero, para entonces, en 1876, Estados Unidos (EE. UU.) había completado la conquista del Oeste, y la vida libre de los indios se había extinguido definitivamente.


LA TIERRA SIN DUEÑO


Cuando EE. UU. se independizó de Gran Bretaña en 1783, su territorio se extendía desde las costas del océano Atlántico hasta la cordillera de los Apalaches. Entre ésta y el océano Pacífico se extendía el Oeste, un vasto territorio en el que vivían de tres a cuatro millones de nativos. La nueva nación llevaría su frontera cada vez más allá en este inmenso espacio, donde los únicos blancos que vivían eran tramperos y comerciantes. En 1803 adquirió la Louisiana a Francia, en 1819 compró la Florida a España, y entre 1845 y 1848 arrebató a México un inmenso territorio que constituye un tercio de su extensión actual.


Tan prodigiosa expansión tuvo como víctimas a los pueblos indígenas del Oeste. Habitaban medios naturales muy diferentes, desde el mar de hierba de la pradera (siux, cheyenne, comanches) hasta las áridas tierras del suroeste (navajos, apaches), y sus estilos de vida eran muy distintos: los había sedentarios y nómadas; cazadores, recolectores o ganaderos... Pero todos compartían un rasgo común: entre ellos no existía la propiedad privada. Sin embargo, la ordenanza del Noroeste, aprobada en 1787, establecía que los territorios del Oeste eran propiedad federal, y los gobiernos vendieron lotes de tierra a precios cada vez más bajos para favorecer la colonización de aquella zona.


“La ordenanza del Noroeste, aprobada en 1787, establecía que los territorios del Oeste eran propiedad federal”.



Una familia de colonos posa junto a su carromato. 1866.


Esta política fue denunciada con vehemencia por Tecumseh, jefe de los shawnee, una nación india del noroeste: la tierra, proclamó, "jamás estuvo dividida, y pertenece a todos para el uso de cada uno. Nadie tiene el derecho de vender la menor parcela, ni siquiera a este o a aquel de nosotros, y menos todavía a esos extranjeros que lo quieren todo y no transigirán jamás. Los blancos no tienen ningún derecho sobre la tierra de los indios: ellos fueron los primeros en habitarla, es su tierra".


Tecumseh lanzó un formidable desafío a EE. UU. con su intento de edificar una alianza entre diferentes naciones indígenas que, de consolidarse, habría constituido una amenaza temible para toda la frontera estadounidense, desde Canadá hasta México. Pero su rebelión (1810-1813) terminó cuando él murió en combate, y ya no se produjo ningún otro intento de agrupar a las naciones indígenas en una amplia confederación que se opusiera al avance de los blancos. La derrota de Tecumseh parecía demostrar que los indios que se hallaban en contacto con los blancos no tenían otra opción para sobrevivir como pueblo que integrarse en el mundo de estos.


EL SENDERO DE LAS LÁGRIMAS


La integración fue el camino que siguieron las Cinco Tribus Civilizadas: cherokee, choctaw, chikasaw, creek y seminola. Se las llamaba así por haber adoptado los modelos sociales de los blancos: sus miembros se convirtieron al cristianismo, vestían como los blancos, abrazaron modelos políticos europeos (en 1827 los cherokee adoptaron una Constitución), practicaban la agricultura e incluso poseían esclavos.


Pero sus 60.000 miembros ocupaban diez millones de hectáreas en el suroeste del país, una situación que, a ojos de los estadounidenses, constituía un obstáculo para el desarrollo de la nación americana. El presidente Andrew Jackson, elegido en 1828, se preguntaba: "¿Qué hombre de bien preferiría un país cubierto de bosques y poblado por unos pocos miles de salvajes a nuestra extensa República, salpicada de ciudades, pueblos y prósperas explotaciones agrícolas?". El Gobierno presionó a las Cinco Tribus para que aceptasen instalarse en el llamado Territorio Indio (situado en los actuales estados de Kansas, Nebraska y Oklahoma), cuya propiedad se les concedía a perpetuidad, y en 1830 el Congreso aprobó la ley de Traslados, que permitió su deportación.


“¿Qué hombre de bien preferiría un país cubierto de bosques y poblado por unos pocos miles de salvajes a nuestra extensa República?', se preguntaba Andrew Jackson”.



Litografía en color de 1902 que recrea la imagen típica de los vaqueros norteamericanos.


Unos, como los choctaw y los chicasaw, la aceptaron. Otros, como los creek y los seminola, tomaron las armas, y fueron derrotados. Por su parte, los cherokee comenzaron una desesperada batalla legal que descansaba en su Constitución, donde se declaraban una nación independiente, con soberanía sobre los territorios de su tribu. Los cherokee recurrieron al Tribunal Supremo, y éste dictaminó que las tribus indias eran naciones soberanas, pero dependientes, en estado de "pupilaje" respecto de EE. UU.


El pueblo cherokee fue expoliado y comenzó un dramático viaje de 1.300 kilómetros por el llamado Sendero de las Lágrimas, durante el que las enfermedades y el hambre acabaron con 4.000 de los 18.000 trasladados. De forma similar, también fueron reubicados los iroqueses y oneidas del noroeste. Con la aplicación de esta política, entre 1820 y 1845 el número de indios que vivían al este del Mississippi pasó de 120.000 a menos de 30.000.


CAMINO DE SANTA FE


Como había quedado establecido, los indios no eran propietarios de sus tierras ni podían establecer enclaves o territorios independientes y soberanos dentro de EE. UU. De esta forma se aseguraba la expansión sin cortapisas por el Oeste, que daría cumplimiento al que era "destino manifiesto" de la nación, según un famoso artículo publicado en 1845 por la Democratic Review (la revista del Partido Demócrata): "Extendernos por el continente designado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones [de habitantes], que se multiplican cada año".


Semejante destino parecía cumplirse con la incorporación del territorio arrebatado a México, en el que figuraba California. Las noticias sobre la riqueza de estas tierras y las de Oregón, más al norte, dieron lugar a una poderosa corriente migratoria. Miles de familias arrostraron todo tipo de penalidades para atravesar el continente en caravanas de carros siguiendo las rutas de Oregón, Santa Fe y California, arterias clave para el poblamiento del Oeste, y se asentaron en tierras donde apenas había blancos; entre 1840 y 1870, solamente aquellos dos estados recibieron de 250.000 a 500.000 personas.


“Miles de familias arrostraron todo tipo de penalidades para atravesar el continente en caravanas de carros siguiendo las rutas de Oregón, Santa Fe y California”.



Mapa que muestra el camino de Santa Fe.


Se había abierto la espita de la emigración. La posibilidad de convertirse en propietario de tierras atrajo a miles de inmigrantes, que se derramaron sobre las grandes llanuras entre los ríos Mississippi y Colorado; también marcharon al Oeste quienes esperaban enriquecerse rápidamente con el hallazgo de oro (hubo diversas "fiebres" de metales preciosos, como la que estalló en California en 1848).


Las tensiones que surgieron a medida que los colonos (los "pioneros") y los buscadores de oro se adentraban en territorio indio condujeron al primer tratado de Fort Laramie, firmado en 1851 por los pueblos de las llanuras del norte (entre ellos, los siux, los cheyenne y los arapaho), que fijaba su territorio y delimitaba las rutas de los blancos por el mismo; en 1853 se llegó a un acuerdo similar en Fort Atkinson con las tribus del sur (como los kiowa y los comanches). Pero resultó imposible evitar los choques entre blancos e indios, y muchas veces el ejército estadounidense respondía a las agresiones indias con asaltos a comunidades que nada tenían que ver con los atacantes.


LA GRAN INVASIÓN


El estallido de la guerra civil entre el Norte unionista y el Sur confederado (1861-1865) agravó los enfrentamientos. Las tropas regulares fueron absorbidas por el conflicto y las sustituyeron milicias locales, que protagonizaron acciones tan brutales como la matanza de cheyenne y arapaho en Sand Creek, perpetrada por el coronel John Chivington al frente de la milicia de Colorado.


Terminada la guerra, el "problema indio" llegó a su apogeo. Los colonos presionaban sobre el territorio siux fijado en Fort Laramie, que fue progresivamente reducido, lo que llevó a la rebelión del jefe Nube Roja. Su éxito obligó a EE. UU. a firmar el segundo tratado de Fort Laramie (1868), por el que se delimitaba la Gran Reserva Siux, en la que se incluían las Black Hills, las montañas sagradas de este pueblo.


“Los colonos presionaban sobre el territorio siux, lo que llevó a la rebelión del jefe Nube Roja”.



Grupo de indios siux entre los que se encuentra el jefe Nube Roja.


Pero la victoria siux no torció el curso de la historia. El tendido del ferrocarril transcontinental (1863-1869) no solo multiplicó la llegada de colonos, sino que constituyó el principio del fin de la cultura india al propiciar el exterminio del bisonte, animal en el que descansaba la vida material y espiritual de los pueblos de las llanuras. Cazados primero para alimentar a los obreros del ferrocarril, y luego como fácil provisión de carne y de pieles, la matanza de bisontes se alentó como un medio para destruir la cultura india: solo en 1871 fueron abatidos cuatro millones de estos rumiantes. Si a mediados de siglo había unos 60 millones de bisontes, en 1883 no llegaban a mil ejemplares.



El ferrocarril. Chicago, St. Paul, Minneapolis y Omaha Railway. 1899.


Cercados por los blancos, presionados por el ejército y quebrada su forma de vida, la última gran rebelión de los indios prendió cuando los mineros invadieron las Black Hills tras el descubrimiento de oro en la zona. Entonces estalló la guerra en la que se produjo la derrota de Custer en Little Bighorn (Montana), lo que enfureció a los estadounidenses. Las tribus fueron obligadas a rendirse y se confiscaron ingentes cantidades de tierras. La resistencia india nunca volvió a adquirir semejante envergadura; su fin lo marcó la rendición del jefe apache Gerónimo en 1886, cuando, al frente de una treintena de guerreros, huía de miles de soldados. La conquista del Oeste había terminado.


Fuente: Antonio Barnadás, Historia National Geographic

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/conquista-oeste-indios-colonos-soldados_19086?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=trafico

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