LA CIRCASIANA, LA PRIMERA MANSIÓN NEOCLÁSICA DE QUITO

 


La circasiana, todavía no existían ni el parque ni la avenida Colón.


Durante las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Quito comprendía solamente lo que hoy se conoce como casco colonial o centro histórico, donde se concentraban las principales actividades: gubernamentales, políticas y comerciales.

Todo lo que se apartaba de este lugar era considerado como zona rural, espacio que se utilizaba para la construcción de quintas o fincas, como llamaríamos ahora, en donde sus dueños pasaban vacaciones. En ese tiempo, la zona de la Mariscal era el lugar predilecto de los constructores para levantar edificaciones en esas propiedades, es por esto que en la actualidad se encuentra una gran variedad de modelos de casas, como si se tratase de un concurso.

Hasta pasado el año 1930, el tranvía hacía su recorrido desde Chimbacalle o sea de la Estación del Ferrocarril hasta la avenida Colón y 6 de diciembre, pasando por la calle Maldonado, la Recoleta, la plaza de Santo Domingo, la calle Guayaquil, la avenida 10 de Agosto y la avenida Colón, continuando hasta la avenida 6 de Diciembre, lugar que se consideraba alejado de la ciudad. En esa confluencia de avenidas, se encontraba el hospital de niños Baca Ortiz, que poseía una singular fachada, por cuyo motivo, la población se opuso a su derrocamiento para la construcción del nuevo hospital. Bajo el gobierno del Ingeniero León Febres Cordero, la ciudadanía que reclamaba su mantenimiento fue engañada, pues una noche quienes pasaron por allí certificaban haber visto sus paredes como de costumbre, pero a la mañana siguiente, ya no había sino un montón de escombros. ¿Qué había sucedido? Se había contratado a ingenieros extranjeros, expertos en demoliciones, quienes después de haber preparado los puntos neurálgicos del edificio, prendieron una mecha y las paredes cayeron una sobre otra. La población presenció con asombro y coraje tal embuste. Pero ya estaba hecho y no había forma de repararlo.




Entre las actuales avenidas Colón y 10 de agosto se levantó una hermosa mansión perteneciente a la familia Jijón y Caamaño.

Se sabe, según algunos entendidos en la materia, que su terreno se extendía hasta lo que es hoy la Avenida 9 de octubre, más o menos, donde funciona el Colegio Borja.

La familia Jijón, adquirió el terreno a la comunidad indígena de Santa Clara de San Millán, en la década de 1890 y por el año 1893 comenzó la construcción de la edificación.

Los planos iniciales de la construcción dicen que fueron elaborados en Italia, y que posteriormente, el Arquitecto teutón Francisco Schmit, que también dirigió la construcción del Teatro Sucre, en el Centro Histórico, fue el encargado de realizar la ampliación y remodelación de la casa original.

Una vez culminados los trabajos, la quinta de estilo francés fue bautizada como "La Circasiana" por sugerencia de la madre de Jacinto Jijón, quien sugirió dicho nombre para hacer alusión a la región de Circasia, en la Rusia trans-caucásica, de donde se decía que venían las mujeres más bellas del mundo, tan bellas como era su mansión.




Francisco Schmidt, el arquitecto a cargo de la obra. 

El señor Schmit, realizo su trabajo empleando los mejores materiales del país, durando su trabajo dos años y en el cual se invirtieron 106.000 sucres. (Recuérdese que en ese entonces el Sucre estaba casi a la par del dólar).

El Interior estaba adornado con todo lujo; los pavimentos eran de mármol de Carrara y las paredes de estuco y madera tallada; le adornaban obras de famosos pintores como Pinto, Manosalvas y otros artistas. El costo de la ornamentación, según datos consultados, fue casi igual a lo gastado en la construcción.

De entre los edificios particulares, éste era rico en colecciones de arte expuestas en el museo Jijón y Caamaño. Dicen que en esta familia había una tradición de mecenazgo y protección a la cultura desde la época colonial, por eso en ella se encontraban los retratos de los antepasados hecho por el artista Samaniego.




La fachada de la Circasiana en 1910. 

El piso bajo estaba destinado a la servidumbre. En el primero se hallaban los salones, escritorios, comedor y dormitorios; en el segundo, la librería y cuartos de estudio y en el tercero un gabinete de recreo.

La casa estaba provista de todo el confort apetecible; tenía baños de toda clase. La casa se hallaba rodeada de artísticos jardines, formados por el hábil discípulo de Van Haute, el alemán Enrique Dalbonkun. Había en ellos plantas raras importadas de Europa, Australia, Asia y distintos lugares de América.

En el hermoso lago y en las bulliciosas fuentes se veían cisnes blancos y otras aves acuáticas desconocidas en este país.




La fachada en 1920


En el año de 1898, terminada la construcción de la quinta, fue traído desde el valle de los Chillos, donde los Jijón tenían una gran propiedad, un jardinero extranjero para que hiciera el mantenimiento de los jardines, y en el año 1899 los dueños ya se hallaban viviendo en dicho lugar.

A la muerte de Don Manuel, se hizo cargo de las propiedades de la familia, Jacinto Jijón y Caamaño, quien realiza en el lugar adecuaciones y modificaciones para los nuevos servicios que se requerían.

A pesar de que Don Jacinto, a menudo se encontraba fuera de la ciudad o del país, fue fecundo en dirigir las construcciones y dar mantenimiento. Se construyó el museo y la biblioteca en 1915 en los terrenos aledaños a la quinta, los que fueron adquiridos a un precio aproximado de diez sucres el metro cuadrado.

Hasta los años 1940 esta mansión se levantaba imponente, a su entrada se hallaba un portón de hierro sujeto a un hermoso arco, sostenido por columnas de piedra. Su puerta estaba siempre guardada por un empleado con uniforme verde. A poca distancia del portón se hallaban dos grandes leones de piedra, uno a cada lado, fieles guardianes de la mansión.





En sus dependencias se efectuaban reuniones sociales y políticas, sobre todo relacionadas con el partido conservador, agrupación de la cual Jijón y Caamaño era su líder, llegando, inclusive, a ser candidato a la Presidencia de la República.

La etapa más decisiva de la construcción es la que data del período comprendido entre los años de 1935 y 1942, época en la cual se levantaron las alas norte y sur, se construye el bloque Occidental y se realiza alguna que otra construcción de menor importancia.

Más tarde, el edificio sufre grandes reducciones cuando se efectúan los agrandamientos de las calles, lesionando el tramo norte de la quinta para ensanchar la avenida Colón. Después se necesitó ensanchar también la avenida 10 de agosto y se tropezó con la dificultad, que no solo se lesionaba gran parte del terreno de la quinta, sino que, tendría que desaparecer el hermoso portón. Ante lo inevitable, el dueño cedió al I. Municipio de Quito, para que lo colocara en alguna parte de la ciudad, donde pudiera lucir hermosamente y el sitio elegido fue en el Parque El Ejido.



El portón de la Circasiana en el parque El Ejido.

Para desarmar el mencionado portón se enumeraron las piedras talladas y así se las trasladó, en el lugar escogido comenzó a levantarse nuevamente, lo que las nuevas generaciones creen que se trata de una réplica del Arco del Triunfo de París.

En la actualidad la Circasiana se encuentra en poder del Municipio de Quito, después de una etapa de remodelación y re-adecuación en sus diferentes áreas donde funciona el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.




El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, funciona hoy en La Circasiana


Fuente: Hugo Garcés Paz, Leyendas y Tradiciones del Ecuador, Tomo II, Editorial Abya-Yala, 2007. 

http://www.elmundodelareflexion.com/index.php/tradiciones/pich/509-la-circaciana

Revisión y Diseño: elcofresito

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