LA HISTORIA DE DIETER DENGLER

 

La historia de Dieter Dengler, tiene muchas cosas en común con la de Robertson (Publicada anteriormente). El también combatió en la Guerra de Vietnam y fue derribado en una misión secreta. La única diferencia entre ambas historias es que el avión de Dengler, se precipitó mientras realizaba su primera misión. Todos asumieron que el soldado había muerto en combate, pero lo cierto es que fue capturado y detenido. Así que, sin más preámbulos, adentrémonos juntos en esta historia extraordinaria.



Como se puede intuir, Dengler nació y se crio en Alemania. Durante su infancia, el país todavía era una zona de guerra y esto tendría una gran influencia sobre su carrera. Cuando era solo un niño, desde la ventana de su hogar pudo ver a un caza aliado volando a muy baja altura, y desde ese preciso instante supo que quería ser piloto. Al llegar a la adolescencia, emigró a los Estados Unidos por una razón muy simple: quería alistarse en la marina estadounidense. Y lo cierto es que este muchacho logró superar todas las pruebas que la marina le encomendó hacer, convirtiéndose finalmente en un piloto de la Marina de los Estados Unidos. Pero lamentablemente, esto también significó que sería asignado a la guerra de Vietnam. Y bajo este designio, Dengler despegó desde el U.S.S. Ranger, el 1° de febrero de 1966, para cumplir su primera misión, de la que jamás regresó.




Perdido en la selva


Dengler, voló en una misión sobre el territorio enemigo junto con otros tres aviones. Pero luego de dos horas y media, aproximadamente, su caza fue dañado en combate por un avión enemigo. Y finalmente, a pesar de hacer todo lo posible para intentar mantener el control, el piloto se estrelló. Durante el accidente, Dengler fue despedido a unos 30 metros del avión, y la única razón por la que no sufrió heridas de gravedad fue porque probablemente estuvo inconsciente durante el accidente.



Se despertó en medio de la selva solo, en estas circunstancias se dio cuenta que de alguna manera debía sobrevivir e intentar regresar a casa. En el accidente se lastimó una de sus piernas y debió utilizar unas cañas de bambú para crear un soporte e inmovilizarla. No transcurrió mucho tiempo antes de que fuera descubierto por el Pathet Lao, que es básicamente el equivalente del Viet Cong.


Un Error que lo llevó a la tortura


Al igual que otros prisioneros de guerra, el piloto cayó en manos muy severas. Cuando fue capturado, debió caminar a la par de los soldados enemigos a través de la densa selva, a pesar de tener una pierna malherida. Ellos no se preocuparon por su situación en lo más mínimo. Por la noche, Dengler era sujetado al suelo de modo que no pudiera escapar. Sufrió el constante ataque de los mosquitos y su cara se hinchó de tal forma que apenas era capaz de ver a través de sus ojos. En un determinado momento intentó escapar, pero rápidamente lo hallaron junto a un pozo de agua. Se cree que a partir de allí decidieron torturarlo seriamente.



El objetivo era enseñarle una buena lección para que no intentara escaparse de nuevo. Para hacer esto, le ataron las manos y lo colgaron boca abajo. Luego le pusieron un bolso lleno de hormigas rojas sobre la cabeza, y estas hormigas lo mordieron con tanta fuerza que pronto se desmayó del dolor. Pero esto no era todo, porque al caer la noche también lo ataron y lo metieron en un pozo de agua. Y el problema era que, además de tener que permanecer de pie en el agua helada durante la noche, tampoco se podía quedar dormido aunque quisiera, porque el nivel del agua era tan alto que, si se hubiera dormido, se habría ahogado.


De pie por su país


Sin embargo, torturarlo no era lo más importante, porque lo que buscaban en realidad era quebrantar su espíritu. En una ocasión también lo ataron a un búfalo de agua que lo arrastró por el suelo mientras corría. Hicieron que el animal desfilara por algunas de las aldeas cercanas, donde la gente lo escupía e intentaba hacer que el búfalo corriera aún más rápido. Finalmente, cuando la diversión terminó, lo llevaron delante de los funcionarios. Y en esa reunión le ofrecieron firmar un papel en el que, básicamente, condenaba el accionar de los Estados Unidos.



Sin embargo, él decidió levantar orgullosamente la cabeza, recordando lo que su abuelo ya había hecho en el pasado, cuando se negó a votar por Hitler en la Alemania de aquellos años y sufrió severas consecuencias a causa de su decisión. En ese momento, Dengler pensó que no decepcionaría a su abuelo y se negó a firmar el documento. Y como bien podrían imaginar, esta medida no cayó nada bien a sus enemigos, quienes decidieron intensificar las torturas a partir ese momento. Llegaron a ponerle cuñas de bambú debajo de las uñas, para que las heridas se infectaran rápidamente.


Los nuevos métodos de tortura


Al ver que no podían quebrar su espíritu, Dengler contó que los enemigos de alguna forma se las ingeniaron para ser cada vez más creativos con sus métodos de tortura. Y realmente empujaron los límites para ver cuánto era capaz de soportar. El piloto recuerda un método en particular en el que le ataron una cuerda a su brazo, con una varilla de madera en el medio. Luego tensaron tanto la cuerda que lograron dañar el nervio de su brazo, de tal manera que no pudo utilizarlo durante unos seis meses.



Pero cómo a pesar de todo esto no consiguieron doblegarlo, decidieron cederlo a manos del Vietcong, que era conocido por ser aún más brutal con sus métodos. En medio de todo el horror narrado, Dengler recordó aquella situación en donde los enemigos le demostraron su verdadero honor. Sucedió que uno de estos soldados se sustrajo el anillo de bodas. Pero al darse cuenta de lo que pasó, los jefes llevaron al soldado frente a él y le amputaron un dedo. El soldado no había solicitado permiso para robar el anillo y por ello fue severamente castigado. Desde ese momento supo que no debía meterse con ellos.


Muy lejos del cielo


Estuvo varias semanas con los Laosianos, y luego también pasó algo de tiempo en manos vietnamitas antes de llegar al campamento de prisioneros de guerra. Dengler, estaba ansioso por llegar al campamento, porque sabía que allí encontraría a otros soldados y posiblemente a otros pilotos conocidos.



Supuso que el campamento sería distinto a la jungla y que allí se aplicarían reglas diferentes. Es decir, esperaba ver algo más de respeto por la humanidad. Pero toda la esperanza se esfumó ni bien puso un pie en ese lugar. Cuando llegó, lo primero que vio fue a uno de los soldados que apenas podía caminar, porque cargaba con sus propios intestinos en sus manos. En ese momento supo que había alcanzado un nuevo nivel del infierno.


Los Compañeros de Prisión


El campamento no era muy grande en absoluto. Allí había seis soldados cautivos en total, cuatro de los cuales eran tailandeses y los dos restantes, afortunadamente para Dengler, eran estadounidenses: Duane Martin y Eugene DeBruin. Uno de ellos ya no tenía dientes y padecía una infección bucal severa.



A causa de una infección previa, este soldado debió rogarle a los demás prisioneros que le arrancaran los dientes utilizando un clavo y una piedra, de modo que se pudiera liberar la enorme presión que la pus ejercía dentro de sus encías, una historia verdaderamente cruenta. Los seis prisioneros llevaban ya dos años y medio en cautiverio, y Dengler supo de inmediato que correría la misma suerte si no intentaba escapar.


Condiciones Extremas


La presión se incrementó dentro del campamento, pero no a causa de los captores sino por la situación de los prisioneros. Los nervios crecían a medida que las cosas se ponían peores. La comida era muy escasa y cada vez había mayor tensión. Los seis prisioneros sólo recibían un puñado de arroz diario en total. Pero esto no significaba que fuera un puñado para cada uno, sino que debían racionar un puñado en seis partes. Y así lo hicieron, asegurándose de que todos recibieran exactamente la misma cantidad. Era muy importante que permanecieran unidos y que no hubiera enfrentamientos internos.



Aunque el arroz no era la única comida que recibían. Porque de vez en cuando, cada uno recibía un poco de hierba sacada directamente del estómago de un ciervo. Por otro lado, los guardias del campamento solían comer carne enfrente de ellos a modo de burla. Sin embargo, como estaban en medio de la selva, los prisioneros también idearon sus propias técnicas para esconderse de los guardias, y de vez en cuando lograron matar y comerse a alguna rata o serpiente que se aventuraba en el campamento.


Las Noches eran Más Difíciles


Aunque se las arreglaron para sobrevivir durante el día, la noche era el momento que realmente lograba demoler cualquier resto de moral y humanidad que aún siguiera en pie. Los obligaban a acostarse a todos juntos y sus pies eran inmovilizados con una mordazas de madera, similares a las que pueden verse hoy en los museos de tortura.



En ese punto, ya todos los prisioneros padecían disentería crónica, pero aún así no les permitían moverse, ni tampoco ir al baño. Es decir que por las noches debían dormir sobre sus propias heces, lo que causaba que sus infecciones se agravaran cada vez más con el paso del tiempo. Así es como trataban a los prisioneros, y podemos aseverar que este trato distaba mucho de ser justo y humano.


Una Ejecución en Progreso


Como pueden imaginar, los prisioneros estaban realmente hartos de este infierno, ¿y quién podría culparlos?. Entonces, decidieron diseñar una forma de escape que fue planificada hasta el más mínimo detalle. Para ello memorizaron los cambios de guardia y el tiempo que le tomaba a cada patrulla completar su ruta, también sabían en donde se guardaban las armas y algunos otros detalles adicionales. Cada uno de los reclusos debió memorizar todos los elementos del plan de la mejor manera que pudo.



Una noche, uno de los prisioneros oyó a los guardias mientras se quejaban de que se les había terminado la comida y que empezaban a sufrir de hambre. Pero para reponer los alimentos debían llegar hasta el pueblo, y no podían hacerlo teniendo prisioneros en el campamento. Entonces planearon llevarlos a la jungla y ejecutarlos bajo el argumento de que habían intentado huir. En ese preciso momento, los presos supieron que había llegado la hora de poner en marcha el plan, o quizás no sobrevivirían lo suficiente como para ver otro amanecer.


El Plan Maestro


El grupo de prisioneros sabía que la mejor oportunidad para escapar se presentaba a las 4 de la mañana, porque en ese horario los guardias del campamento se sentaban a cenar y era el momento en el que bajaban sus armas. Sin embargo, no saboreaban demasiado los alimentos, porque para comer y volver a la acción, sólo tardaban dos minutos y medio con exactitud. Esa era la ventana de tiempo que tenían para la odisea. Es decir, en ese plazo debían salir de sus cabañas, robar las armas y tomar el campamento.



Tampoco podían arriesgarse a dispararle a ningún guardia, porque eso hubiera alertado a todas las personas que estaban afuera del campamento. Cada uno de los miembros del grupo recibió una tarea específica y cada quien debía cumplirla sin inmutarse, porque si alguno fallaba todo el plan fracasaría. Afortunadamente, hacía algunas semanas atrás ya habían conseguido aflojar el poste que sostenía el refugio, de modo que todo estaba en su lugar. La hora del escape por fin había llegado.


Algo Pasó


El 29 de junio de 1966 fue el día en que decidieron ejecutar finalmente el plan. Y para hacerlo tuvieron que esperar hasta el segundo exacto. Dieter, se las ingenió para soltar completamente el poste de soporte y logró salir del refugio. Luego llegó hasta el sitio en donde se guardaban las armas y se apoderó de tres ametralladoras y algunos cargadores.



Pero a pesar de que todo iba según lo planeado, los guardias de alguna forma advirtieron que algo pasaba y que estaban intentando escapar. Entonces abrieron fuego sobre Dieter y este se vio obligado a responder en los mismos términos. Logró matar a cinco guardias y el restante huyó del lugar. A partir de ese momento, la huida en silencio se volvió imposible y debieron recurrir entonces al plan B. Y para ello, antes de salir corriendo hacia la jungla, se hicieron con todos los suministros que encontraron.


No te Fíes de Tus Amigos


Pero los tailandeses rápidamente traicionaron al grupo y se llevaron todo el equipo que habían acordado compartir, incluyendo las botas de Dengler y de Duane. Ni siquiera les dejaron los mosquiteros. Y además, Gene, el tercer norteamericano, se rehusó a escapar junto con Dengler y Duane. En lugar de huir, él decidió quedarse con Y.C., su amigo tailandés, quien estaba muy enfermo.



Ambos habían forjado una fuerte amistad en cautiverio y él no quería dejarlo atrás. Dengler y Duane comprendieron perfectamente lo que este soldado les estaba diciendo, y por eso no intentaron convencerlo de hacer lo contrario. Entonces, tomaron un subfusil y el trío se saludó por última vez. Los dos sobrevivientes intentaron dar lo mejor de sí para llegar a la frontera de Tailandia, pero pronto se dieron cuenta de que se habían perdido en la selva.


En la Selva sin Equipos


Para la travesía en medio de la selva ni siquiera contaban con un par de botas para sus pies, además de estar enfermos y realmente exhaustos. Lograron hallar una suela de zapatilla y acordaron compartirla mientras caminaban por la selva, al menos para aliviar un poco el tremendo dolor que ambos padecían en sus pies.



Llegaron hasta un arroyo que sabían que eventualmente desembocaba en el Río Mekong. Esta última ruta acuática los conduciría hasta la frontera de Tailandia, en donde finalmente podrían estar a salvo. Con mucho esfuerzo lograron armar una balsa precaria y se subieron a ella para intentar poner la mayor distancia posible entre ellos y sus perseguidores. A la mañana siguiente ambos estaban débiles y magullados. Y además, por si esto fuera poco, también tenían el cuerpo cubierto de sanguijuelas.


Tampoco Confíes en los Aldeanos


Pasaron toda la noche en el río y por la mañana se acercaron hasta una orilla. Estaban tan extenuados que apenas si podían arrastrarse. Entonces se toparon con un asentamiento. Pero, a pesar de la enorme alegría que les produjo el encuentro con otras personas, los aldeanos no respondieron a sus pedidos de ayuda de la forma en que ellos hubieran querido.



Los habitantes de la aldea los rodearon, y uno de ellos desenfundó un machete y le asestó un tremendo golpe a Duane en una de sus piernas, dejándolo gravemente herido. Pero luego le aplicó otro machetazo en el cuello y directamente lo decapitó. Por desgracia, Duane fue asesinado por las mismas personas que pensó que lo ayudarían.


Un Sonido Familiar


Dengler, no podía creer lo que estaba pasando. Sin embargo, de algún modo pudo salir de ese caos. Logró agacharse y recoger la suela que intercambiaban, se la calzó en el pie y salió huyendo despavorido del lugar. Ya no le importaba si sobrevivía o no, solo quería escapar de ahí lo antes posible. Además, como estaba tan exhausto, alucinó con un oso que lo perseguía mientras corría por el medio de la selva.



Mas tarde dijo que, de no haber sido por esa alucinación, probablemente no habría logrado correr tan rápido ni tan lejos. El hecho de que estuviera tan exhausto en realidad le ayudó a sobrevivir, aunque al mismo tiempo también lo puso en la frontera con la muerte. Finalmente, logró ponerse a salvo en la selva y permaneció allí durante varios días. El 20 de julio de 1966, cinco días después de que Duane fuera asesinado (según sus cálculos), Dengler oyó a un helicóptero norteamericano que volaba sobre él.


El Dulce Sabor del Rescate


Ya casi no le quedaban fuerzas cuando levantó una bengala que encontró, y la agitó con la esperanza de ser visto. Y así fue, porque el Coronel Deatrick logró verlo, aunque estuvo a punto de seguir de largo y no recogerlo. Sabía de algunos casos de emboscadas similares en el pasado.



En realidad, la Fuerza Aérea les había ordenado no detenerse en estos casos. Pero de todas maneras, el Coronel decidió desobedecer la orden y aterrizar. Le hizo caso a su instinto y vaya que obtuvo buenos resultados. Dengler al fin estaba a salvo. Y según se supo más tarde, él fue el único sobreviviente de todo el grupo que logró escapar del campamento.


A Salvo Pero no Libre


Aunque se supone que un lugar seguro debería significar paz y libertad, la situación real estuvo lejos de eso. Tan pronto como fue rescatado, Dengler fue llevado al Hospital Da Nang y la CIA acudió de inmediato a ese lugar para interrogarlo. Pero luego sucedió algo muy particular, porque sus compañeros, hartos de la CIA, lograron esconderlo y sacarlo de aquel sitio. Pero no solo eso, también se las arreglaron para llevarlo nuevamente en avión hasta el portaviones del que había despegado. Como se pueden imaginar, su vida en ese momento no era demasiado feliz.



Estaba realmente muy afectado y solo era capaz de dormir en la cabina de un avión rodeado de almohadas, esa era la única forma en que se sentía seguro. Sus lesiones físicas no eran nada en comparación con los daños emocionales que sufrió durante el encierro. Debió pasar un año más en la marina, hasta que finalmente recibió la luz verde para el retiro. Tomó este ofrecimiento con las manos abiertas y se retiró para ser piloto de pruebas de la aviación civil.


El Regreso al Campamento


Trabajó para Aerolíneas Trans World, y en el año 1977 decidió retornar a Laos. En esa oportunidad lo llevaron hasta el campamento en donde estuvo cautivo. Y fue entonces cuando descubrió que en su travesía, Duane y él solamente lograron alejarse a unos 2.500 metros del campamento.


Ambos fugitivos estaban tan extenuados que en realidad creyeron haber recorrido al menos cinco veces esa distancia. Dengler, nunca dejó de amar los aviones y siguió siendo piloto hasta su muerte. En el año 2.000 fue incluido en el programa Eagles, y se le dio la posibilidad de compartir su historia con los militares jóvenes de la nueva era.


Un Final Trágico


Dengler, vivió en San Francisco y se casó en tres oportunidades. En efecto, su vida amorosa tampoco fue muy afortunada. Finalmente, todo lo vivido le pasó factura cuando fue diagnosticado con ELA (esclerosis lateral amiotrófica), un desorden neurológico irreversible. Por desgracia, Dengler decidió quitarse la vida el 7 de febrero del 2001.


A pesar de haberse suicidado, Dengler fue enterrado con todos los honores militares. Su historia logró calar muy hondo en la conciencia de todos los pilotos militares de los Estados Unidos. Cuando sus restos fueron llevados al Cementerio Nacional de Arlington, para su descanso final, un escuadrón de cazas F14 voló sobre el sitio para darle el último adiós a este gran hombre que logró volver a casa después de haber estado en el mismísimo infierno.


Fuente: Fansided

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Revisión y Diseño: elcofresito


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