ATILA Y LA BATALLA DE LOS CAMPOS CATALÁUNICOS.

 


Entre los años 440 y 445, Atila y su hermano Bleda, habían dominado un amplio territorio en el Este de Europa, hasta el punto en que el emperador romano oriental Teodosio II, se vio obligado a pagarles exorbitantes cantidades a modo de tributos, en oro y en especie.

En el mismo año 445, Atila mató a su hermano quedando él como único comandante de un ejército estimado en medio millón de hombres.

Teodosio II, pidió ayuda a Aecio para expulsar a los hunos o al menos rebajar sus pretensiones, pero éste creyó equivocadamente que negando su ayuda al emperador evitaría que Atila se interesase por Occidente. Poco después, el líder huno se inmiscuiría en la problemática sucesión de los francos ripuarios, hecho que le enfrentó a Aecio. Fue una jugada fallida que Atila no olvidaría.



Atila. Todas las fuentes coinciden en remarcar que el líder huno no se destacaba principalmente por su belleza, pero su liderazgo político era incuestionable.


Fue una mujer de abolengo, Iusta Grata Honoria, hermana del emperador de Occidente Valentiniano III, la que pidió ayuda a Atila para que le ayudara a abandonar la vida religiosa y a rebelarse contra los designios de su familia. No sólo le pidió auxilio, sino que le ofreció ella misma su mano y le envió un anillo de compromiso. Todo esto refleja la gran autonomía que las princesas imperiales poseían en estos años finales del Imperio. Encantado con ello, Atila exigió al emperador la entrega de su hermana y de la diócesis de las Galias como dote, algo a lo que, evidentemente, el emperador se negó. Ante la negativa, el huno avanzó por las orillas del Rin y atacó a los francos ripuarios en represalia por la jugada política fallida que habíamos comentado antes. Siendo consciente de que podía obtener la ayuda de la bagauda –movimiento campesino de rebelión contra la autoridad imperial, radicado sobre todo en el noroeste de Francia durante parte del siglo IV y el siglo V, Atila saqueó las ciudades de Columbia, Tréveris, Maguncia, Worms y Estrasburgo. En abril marchó, tomó Metz y Reims y fue hacia Orleáns, cuya defensa estaba al cargo de los alanos desde el año 442 por orden de Aecio. Como pueden ver, Atila avanzaba inexorable sobre Europa como si de un día nublado se tratara; y hasta tal punto esto conmocionó las mentes de los contemporáneos y no tan contemporáneos. Hidacio, cronista del que ya hemos hablado en otras entradas y contemporáneo de los hechos, mencionaba que la Luna se oscureció y aparecieron cometas en el cielo. Por su parte San Isidoro, dos siglos después, escribió que Dios anunciaba con signos celestes la gran matanza que se avecinaba, pues en el mes de abril el cielo se volvió rojo y se observaron rayos que parecían lanzas.

La clave que dio paso al enfrentamiento inevitable fue la petición de ayuda de un obispo a Aecio cuando los alanos de Orleáns se rindieron ante Atila sin presentar resistencia. Éste hizo un llamamiento al rey godo Teoderico, que hasta ahora se había mantenido neutral porque no quería enfrentarse a los ostrogodos que integraban el ejército huno para evitar disputas entre familiares. Evidentemente, Valentiniano obvió ese detalle y le mandó a un embajador para llamarles a la lucha. El embajador animó a los godos a luchar y recordó a Teoderico que “también él formaba parte del Imperio”; lo que ha hecho pensar a los historiadores que posiblemente el godo fuera ciudadano romano.

El rey mandó a su primogénito Turismundo con un ejército que obligó a los hunos a batirse en retirada hacia la ciudad francesa de Chalôns y a abandonar el asedio de Orleáns. Allí acudió el propio rey acompañado de Turismundo y Teodorico, su segundo hijo. La batalla se conoce coloquialmente como “la batalla de los Campos Cataláunicos”, pero lo cierto es que no se ha logrado precisar con exactitud el lugar del acontecimiento. Debía ser un lugar en la orilla izquierda del río Marne, en una llanura espaciosa que se llamó Maurica. Por esto también se conoce el acontecimiento como “la batalla de los campos mauriacos” y de hecho Hidacio nombra el lugar con esta segunda denominación.




Aecio recibió allí la ayuda de auxiliares romanos, visigodos, sármatas, liticianos, armoricanos, bretones, burgundios, sajones y los alanos de Orleáns. Además, en la noche anterior a la batalla se unieron a él los francos salios tras haber atravesado las filas de Atila causando miles de bajas a las órdenes de Meroveo. Por su parte, a Atila lo acompañaban los ostrogodos, los gépidos y “una muchedumbre de reyes y jefes de razas diferentes”. Por ello también se conoció a este episodio como “la batalla de las naciones”. Personalmente pienso que ésta fue la primera guerra mundial al enfrentarse gentes de toda Europa y más allá de ella.

Hemos de agradecer a Jordanes la descripción de la batalla, ya que no es común en la Antigüedad Tardía que esto se produzca. Así sabemos que Atila colocó a los hunos en el centro, a los ostrogodos a la izquierda y al resto de tropas a la derecha. Aecio por su parte colocó a los visigodos enfrente de los ostrogodos, a los alanos en el centro y a la izquierda a los romanos y demás aliados. La batalla tuvo lugar por la tarde, y Atila hubo de arengar a sus hombres. Ente su retórica propagandística dio el interesante detalle de que los romanos luchaban en filas y se organizaban en la tradicional formación de tortuga. Ello nos revelan una cierta homogeneidad en la lucha del bando de Aecio, si bien cada grupo estaba dirigido por su jefe particular. Los hunos, por el contrario, combatirían a caballo y ataviados con arcos, flechas y escudos, bien en formación o de forma dispersa para confundir al enemigo.





Lugar estimado de la batalla.



Hidacio apuntó que en la batalla murieron 300.000 hombres, y Jordanes engrandeció el conflicto diciendo que el arroyo que atravesaba la llanura se tiñó de rojo y que incluso aumentó su caudal.

El rey visigodo Teoderico cayó del caballo y murió al ser pisoteado. Sus hijos rescataron su cadáver al final de la batalla y lo expusieron glorioso ante los hunos. Seguramente entonarían cantos honoríficos, los carmina maiora tan famosos de los visigodos para honrar a los ancestros ilustres y recordarlos. Además, la derrota de los ostrogodos del bando de Atila sirvió para afianzar el predominio de los visigodos sobre sus parientes orientales. Durante el funeral de Teoderico, los guerreros proclamaron a Turismundo como rey golpeando las armas con los escudos como era costumbre en este pueblo y Aecio le recomendó no perseguir a Atila para vengarse sino regresar a Tolosa con el pretexto de que sus restantes hermanos menores Frederico y Eurico, podían arrebatarle el trono. No sabemos si los godos poseían ya un regnum de pleno derecho en Aquitania o por el contrario Aecio había reafirmado el foedus con Turismundo y le recomendaba regresar a Tolosa para salvaguardarlo; pero lo que sí podemos afirmar es que en Aquitania romanos y godos estaban dando lugar a una clase social nueva, mestiza tras dos generaciones de cohabitación, y que los godos tenían ya una memoria histórica, identitaria, pues ya tenían varios hechos memorables que recordar y transmitir a sus descendientes.





Atila se retiró derrotado y atravesó los Alpes, conquistando con gran esfuerzo Aquileya, Milán, Pavía y Padua. Se dirigió después a Roma con intención de tomarla, pero el Papa León y las penurias que atravesaba el ejército tras el costoso asalto a Aquileya hicieron la mella definitiva y el huno se retiró a Panonia. Además, sus consejeros le recordaron la funesta suerte del godo Alarico tras haber asediado la ciudad de Roma, pretexto suficiente para disuadirle, ya que Atila siempre pareció guiarse por presagios y premoniciones.

En el año 453, Atila murió en su noche de bodas por una hemorragia nasal que lo ahogó según nos cuenta Jordanes. Su legado decayó ante la incompetencia de sus hijos y los jefes ostrogodos que lo habían acompañado. Para este momento uno de estos líderes, Thiudimiro, era ya padre del futuro rey ostrogodo Teodorico el Grande.





Fuente: Miguel Angel Municio Castro, Revista de Historia

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