PANDEMIAS, EPIDEMIAS Y HÁBITOS DE LIMPIEZA: BREVE HISTORIA DE LA HIGIENE EN EL PERÚ.
Mientras las nuevas ciudades crecían era evidente la insuficiencia de recursos y las deficiencias de gestión ambiental.
La irrupción del
covid-19 puso en primer plano una pregunta inquietante: ¿por qué, en pleno
siglo XXI, el lavado de manos parece una lección recién aprendida? La respuesta
no es simple. Estudios previos a la pandemia mostraban que en muchos países la
costumbre de lavarse las manos no era tan sólida como se creía. En el Perú, por
ejemplo, un informe de 2009 reveló que solo el 31% de los hombres y el 65 % de
las mujeres lo hacían después de ir al baño.
Aunque el médico
húngaro Ignaz Semmelweis y la enfermera Florence Nightingale impulsaron la
higiene hospitalaria en el siglo XIX, las prácticas de limpieza tienen raíces
más antiguas. Crónicas como las de Guamán Poma de Ayala describen en tiempos prehispánicos
labores colectivas de limpieza y cuidado de canales de riego. Sin embargo, con
la llegada de los españoles, el crecimiento urbano desordenado y la falta de
gestión ambiental crearon un ambiente propicio para enfermedades.
Visita al hogar de ancianas Santa Luisa de Marillac para ver las condiciones de higiene y las medidas preventivas ante el coronavirus (Foto- César Zamalloa, El Comercio).
En la Lima colonial, el
agua circulaba por acequias contaminadas, los mercados acumulaban desperdicios
y la humedad favorecía la propagación de males. Los cabildos intentaban
mantener el aseo urbano, inspeccionar alimentos y prevenir epidemias. Tras la
independencia, las juntas de sanidad asumieron estas tareas, pero fue el
movimiento higienista del siglo XIX el que promovió una visión integral: acceso
a agua limpia, recolección de basura y control de epidemias, junto con la
educación de la población.
En 1867, Sebastián
Lorente publicó el “Catecismo de higiene”, un manual doméstico que recomendaba
ventilar camas, bañarse regularmente y hacer ejercicio. Esta corriente de
imponer hábitos saludables desde la autoridad se mantuvo con medidas como las
vacunaciones forzadas y campañas frente a crisis sanitarias.
Visita al hogar de ancianos Canevaro para ver las condiciones de higiene y las medidas preventivas ante el coronavirus (Foto- Fernando Sangama, El Comercio).
La epidemia de cólera
de 1991 marcó un antes y un después en la higiene peruana: se generalizó la
cloración del agua, se mejoró el manejo de residuos y se difundieron prácticas
como hervir el agua o lavar frutas y verduras. Sin embargo, estudios
posteriores mostraron que con el tiempo muchas de estas costumbres se
relajaron, lo que explica por qué, en 2020, se requirieron nuevamente campañas
masivas sobre el lavado de manos.
Las epidemias también
han sido caldo de cultivo para la discriminación. A inicios del siglo XX,
durante la peste bubónica, el barrio chino de Lima fue señalado como foco de
infección. La prensa de la época retrató de forma racista y exagerada la cocina
china, aunque, paradójicamente, muchos limeños acudían a médicos y boticas
chinas por su efectividad.
Sinofobia. No solo ahora, en 1907 la revista Fray K-Bezon culpaba a los chinos de una epidemia en Lima.
Hoy, frente al
covid-19, se han repetido patrones de estigmatización, como cuando líderes
políticos llamaron al virus “coronavirus chino”. La historia muestra que el
miedo y el prejuicio han acompañado a las crisis sanitarias tanto como la
ciencia y la higiene.
En definitiva, el
lavado de manos —ese gesto tan simple y vital— ha sido un aprendizaje
recurrente a lo largo de la historia peruana. Las epidemias nos recuerdan su
valor, pero la verdadera pregunta es si esta vez lo recordaremos cuando la
crisis pase.
Fuente: Katherine
Subirana Abanto, El Comercio, Perú
Revisión, Resumen y
Diseño: elcofresito
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