LAS INCURSIONES VIKINGAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
Los vikingos,
conocidos por su espíritu aventurero y su destreza en la navegación,
extendieron sus incursiones a diversos territorios europeos, incluyendo la
península ibérica. Su primera expedición documentada en esta región tuvo lugar
en el año 844, cuando una flota noruega partió desde el río Loira. Tras saquear
Toulouse y varias localidades de la costa cantábrica, los vikingos llegaron a
Gijón, donde aprovecharon la sorpresa de los habitantes para saquear la
ciudad.
Posteriormente, se
dirigieron hacia Galicia, pero allí encontraron resistencia por parte del rey
Ramiro I de Asturias, quien logró repelerlos con éxito. A pesar de la derrota y
la pérdida de naves, los vikingos continuaron hacia el sur, atacando Lisboa y Cádiz,
que en ese momento formaban parte del Emirato de Córdoba. Finalmente,
remontaron el río Guadalquivir y tomaron Sevilla, que quedó a su merced durante
varios días. Sin embargo, una contraofensiva liderada por el emir Abderramán II
logró derrotar a los escandinavos, quienes, diezmados y acorralados, negociaron
su retirada a cambio de liberar a los prisioneros musulmanes capturados.
Catorce años después,
en el año 858, los vikingos regresaron bajo el liderazgo de Björn Costado de
Hierro y Hastein. Aunque intentaron emular los éxitos de la primera incursión,
se encontraron con una península mejor preparada. Las costas andalusíes
contaban con torres de vigilancia y una flota equipada con armas incendiarias.
A pesar de sufrir derrotas significativas, los vikingos lograron saquear
Algeciras y penetrar en el Mediterráneo, donde continuaron sus ataques en las
costas africanas, murcianas y las Islas Baleares.
En su retirada hacia
el norte, los vikingos sufrieron grandes pérdidas al intentar atravesar el
estrecho de Gibraltar debido a las corrientes y la resistencia de la flota
musulmana. Sin embargo, lograron un último golpe significativo al saquear
Pamplona y capturar al rey García Íñiguez, quien fue liberado tras el pago de
un cuantioso rescate.
Aunque las
incursiones vikingas en la península ibérica no lograron establecer
asentamientos permanentes, sí dejaron una huella significativa en la historia
de la región. Estas expediciones impulsaron el fortalecimiento de las defensas
costeras y demostraron la audacia y habilidad marítima de los escandinavos en
su búsqueda de riqueza y poder.
Referencias: Ignacio
Pérez Pascual, Revista de Historia
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